coterraneus – el blog de Francisco Núñez del Arco Proaño


El Irán que yo viví (I)

Queridos lectores:

Iré publicando una serie de posts acerca de mis vivencias en suelo iranio. Hoy doy comienzo a la serie con una apreciación general de Irán y de Teherán (Tehran), su capital. Después aparecerán, a los largo de las semanas siguientes, los artículos sobre el resto de lugares y experiencias que fui conociendo y experimentado en el país de los arios. Las anotaciones son lo más general posible a fin de no alargarme innecesariamente en un espacio como un blog que más bien se presta para información breve y fácil de asimilar. El último artículo lo dedicaré a consideraciones político-religiosas metafísicas. Irán acostumbrándose.

Francisco

PS. Asia -al menos el Asia central- huele definitivamente diferente a Europa y a América -el olor entre estos dos últimos continentes es similar-.

El Irán que yo viví (I)

La República Islámica de Irán es una nación, hoy por hoy, en la mira mundial. Los rumores de guerra la acosan y de producirse tal estaríamos enfrentándonos a un escenario imprevisible de una posible tercera guerra mundial. Irán ha tomado una especial relevancia en los últimos años por su actividad nuclear y debido a sus esfuerzos diplomáticos por ampliar su área de influencia ya no solo en su región sino en el planeta, manteniendo un claro discurso anti-sistema occidental, acentuando en particular sus críticas a Estados Unidos e Israel, atrayendo así a un gran número de disconformes y disidentes de los cinco continentes que ven a la República Islámica como un referente de lucha alternativa a la imposición del sistema-mundo moderno. De la misma forma el Irán de nuestros días tiene muchos y poderosos enemigos, que ven a este país como un bastión del extremismo y de la intolerancia.

Gracias a las florecientes relaciones que mantiene la República del Ecuador con la República Islámica de Irán propiciadas por sus gobiernos, entre diciembre de 2010 y febrero de 2011 formé parte de una delegación cultural ecuatoriana cuya misión era establecer lazos de unión, amistad e intercambio a todos los niveles entre los pueblos de ambos países.

La milenaria Persia, fue una monarquía ininterrumpida, con sus altos y sus bajos, por más de 2500 años hasta la revolución islámica de 1979. Podría adentrarme en una serie de consideraciones históricas, sociológicas, religiosas y políticas (división que no existe en Irán como ya se verá más adelante) sobre el proceso revolucionario iraní, pero no lo haré, el presente artículo pretender ser un relato y no una interpretación de mi experiencia en la tierra de los arios (Irán etimológicamente significa la tierra de los arios). Sin embargo, los comentarios más evidentes respecto a mis apreciaciones y a las analogías y diferencias entre Ecuador e Irán se darán por sí solos.

Utilizando las bufas categorías sociopolíticas internacionales modernas podríamos decir que por el nivel de desarrollo que se puede observar en las calles de las ciudades y pueblos iraníes, esa nación se encuentra en una categoría casi nunca enunciada: el segundo mundo, un nivel intermedio entre el primer y el tercer mundo; aunque en muchas cosas se afirma dentro del llamado primer mundo: Ejemplos: Tecnología nuclear y genética, sistema educativo superior capaz de desarrollar esas tecnologías (además de su infraestructura de primer orden), sistema universal de salud gratuita, etc. Una potencia regional sin duda alguna, y la decimosexta potencia económica en el mundo.

Irán deslumbra a sus visitantes, a quienes acoge con una inusitada hospitalidad convirtiéndoles en verdaderos huéspedes, echando al piso los prejuicios occidentales que pesan sobre dicho país y sobre el Islam en general.  Al menos sobre el Islam chía.

Antes de viajar habíamos conversado en variadas ocasiones con iraníes residentes en Ecuador, todos ellos gente en toda la extensión de la palabra, entre quienes se contaba el Sheij Alí Mirjalili, quien nos aseguraba que los iraníes eran personas extremadamente abiertas y amables con los extranjeros; pensábamos entonces que seguramente ese era el discurso oficial que debían mantener los iraníes en el extranjero para contrarrestar la mala fama que tiene su país por estos pagos, así que sinceramente dudábamos de esa anunciada hospitalidad, sin embargo, los hechos comprobaron ser del todo cierta.

Teherán: Metrópoli hospitalaria.

Vista nocturna de Teherán. Al centro: La Torre Milad de 435 metros de altura. La cabeza de la torre tiene doce plantas y en ella hay un restaurante que gira, un espacio abierto y otro cerrado para ver la panorámica de la ciudad, una exposición sobre la guerra irano-.iraquí, un departamento de telefonía, otro de televisión, una cafetería, una pinacoteca y tiendas.

A nuestro arribo al moderno aeropuerto Imam Jomeini, en las afueras de Teherán, lo primero que nos llamó la atención era ver como las altas y no muy serviciales azafatas holandesas de KLM, así como el resto de mujeres extranjeras y locales, dentro del avión iban colocándose sus hijabs o sea sus velos según dicta la ley islámica alrededor de la cabeza a fin de ocultar el cabello, contrastando estos con los apretados pantalones y botas que vestían estas últimas, era pleno invierno boreal así que la ropa de todos se fue complementando con los abrigos de rigor. También fue notorio como los hombres, iraníes en su mayoría, mantenían una afeitado al ras, seguramente debían ser iraníes que viven fuera de su país y por tal no adoptan las costumbres ni acatan las ordenanzas de la ley islámica.

Desde nuestro paso por el control migratorio, pudimos darnos cuenta que los extranjeros en general tenemos lo que se podría llamar un trato preferencial. No estuvimos nunca seguros si esto se debía a una política de Estado, o a una necesidad de quedar bien con sus invitados. Lo que si no se puede dudar es que sería muy difícil lograr que todo un país, sus millones de habitantes, se pusieran de acuerdo para mostrar algo que no son. Además de la naturalidad de sus acciones, el hecho de que prácticamente todos los iraníes de todas las creencias, ideologías y posiciones político-religiosas (islámicos y anti-islámicos, a favor y en contra del régimen actual de su país) que fuimos conociendo durante nuestro viaje,  demuestra que cualquier tipo de fingimiento era nulo. Los iraníes demostraron ser en todo buenas gentes, como diríamos en Ecuador. Claro, con sus contadas excepciones, malas gentes hay en todas partes.

En el trayecto a la ciudad, pudimos observar el sistema de carreteras y autopistas que conectan al aeropuerto con las distintas poblaciones cercanas. Comparables a las brasileñas en Sudamérica. Algo que yo no había visto ni siquiera en los Estados Unidos, y que siempre comento como notable a mis amigos que me preguntan acerca de mi viaje a Irán, es el hecho de que todas las carreteras, autopistas y caminos secundarios que conocí tenían iluminación en un ciento por ciento. Y hay que decirlo, recorrí Irán de extremo a extremo y nunca dejé de ver faros iluminando las vías de ese país.

Nos hospedamos en un céntrico hotel de la capital persa a pocas cuadras de la Plaza Imam Jomeini (numerosos lugares a lo largo y ancho del país llevan el nombre del líder que llevó al triunfo a la revolución islámica) y de la Cancillería iraní. Nuestro host se apellidaba Musaví, tal como el líder de la oposición, mera casualidad. Notable es la influencia francesa y germana en la arquitectura de los céntricos edificios gubernamentales, donde alguna vez las autoridades del Sha (emperador) regían los destinos de su patria. Fusionada con las líneas europeas los motivos persas impregnan las calles, los parques, las plazas y por supuesto las construcciones.

Evidentemente el trato hotelero era de lo más cordial para con los delegados-turistas, compartíamos el edificio especialmente con europeos y uno que otro asiático, muchos alemanes, el resto de los países nórdicos y algún francés. Los hoteles cinco estrellas abundan en Teherán.

Además de las actividades oficiales de las que debíamos participar, junto a Carlos Trueba A., gran amigo, parte de la delegación e inseparable compañero de viaje y de aventuras;  nos dedicamos a recorrer la ciudad, y más tarde el país, por nosotros mismos defendiéndonos con nuestro inglés que casi pocos iraníes dominan y con algunas palabras de farsi, las suficientes y necesarias para sobrevivir a las calles de una ciudad con más de diez millones de habitantes.

Una iglesia cristiana en Teherán.

Teherán es una metrópoli en todo el sentido del término, alberga a millones de habitantes propios y extraños, con una considerable tasa de inmigración son también millones los extranjeros que la habitan, en particular de la región, pero también europeos, del extremo oriente, del África sahariana y subsahariana y uno que otro americano.  No es extraño ver iglesias cristianas, sinagogas judías y templos zoroastrianos en ella. Existe una limitada libertad religiosa, siempre y cuando se trate de religiones monoteístas, ni se persigue a judíos, ni se ataca a cristianos, ni se discrimina a zoroastrianos adoradores del fuego sagrado, estos últimos verdaderos hijos del país que mantienen la fidelidad a su religión primigenia que fuera el sostén de los aqueménides y sasánidas por un milenio hasta la llegada del Islam por medio de la invasión árabe.  Teherán posee una infraestructura de primera para soportar a sus millones de habitantes: autopistas, trenes al nivel del suelo, elevados y subterráneos, sistema público de transporte donde se mezclan desde los colectivos hasta los trolebuses, además de las obviedades como agua potable y luz eléctrica para toda la población. Conocimos por fuera algunos barrios pobres que consisten en monoblocks de edificios, al más puro estilo berlinés o londinense, ni villas miseria, ni invasiones, ni suburbios andinos, ni favelas brasileñas; si bien existe pobreza la miseria es nula (no se ve mendigos en la calle), y la riqueza desborda en el norte de la ciudad, donde los rascacielos, los Porsche, BMW, Mercedes Benz, las tiendas de lujo, los cafés, presuntuosos y caros restaurantes y la forma liberal de ser de sus habitantes refleja un estilo de vida nada austero según dictamina la ley islámica, tal vez esto explique porque Teherán es bastión de la oposición al régimen junto a Chiraz en el sur, la ciudad más liberal de Irán.

Condominio teheraní.

Al salir a la calle, con un mapa bilingüe en las manos y ante nuestro desconocimiento completo de la ciudad y de la movilización en esta, emprendimos el camino más lógico: caminar y nuestros primeros días fueron de intensa caminata (al punto que la primera noche tuve una especie de trance con mis pies que ya no me respondían más, presas del cansancio y del frío). En medio de esto no dejaba de sorprendernos la amabilidad de los iraníes para con los extranjeros, un ejemplo lo demuestra: logramos llegar hasta la llamada Torre de la Libertad “Azadi”, nombre que le diera la revolución islámica, y que en su origen tenía el nombre de Monumento Shahyad en honor al Sha, fue construida en 1971 para conmemorar los 2500 años de Monarquía, ícono de la capital iraní; una vez recorrido el sitio, nos dispusimos ir hacia el Palacio del Golestán o de las Flores, residencia de los emperadores persas durante seis siglos, y allí surgió el problema: ¡No sabíamos cómo! Tomamos el mapa y empezamos a rebuscar el lugar y lo encontramos en el plano, mientras nuestra búsqueda sucedía ya habíamos llamado la atención de varios iraníes que se acercaron a querer ayudarnos, uno de ellos, al parecer un hombre de negocios, hablaba inglés y nos hizo las preguntas de rigor sobre nuestros origen, el motivo del viaje, si nos había gustado hasta entonces su país, etc., y aquí es cuando viene la sorpresa en serio, haciendo a un lado a sus actividades se ofreció a llevarnos él mismo al Palacio que buscábamos: cosa que en Ecuador hubiera significado que el tipo tenía doble intención o era delincuente y pretendía hacernos algún daño; pues en Irán él lo hizo nada más por ser un buen embajador de su país con los extranjeros perdidos. Finalmente llegamos en una sola pieza y con todas nuestras pertenencias al Golestán, agradecidos y remarco, sumamente sorprendidos por esas extrañas actitudes del todo desconocidas en nuestro medio.

Francisco Núñez dek Arco Proaño en la Torre Azadi.

Porque, en contra de lo que suele pensarse, los iraníes son un pueblo considerablemente tolerante. Extrovertidos y alegres, intentan establecer diálogo con el visitante a pesar de la dificultad que plantean las barreras idiomáticas. Hospitalarios hasta límites insospechados, parecen desconocer en general actitudes prohibidas por su religión, como el robo o el engaño, tan habituales en otros lugares –en particular en los países “latinos” de la América-. Aparte de las bondades sin límite que reserva esta tierra para con el viajero, especialmente con aquel interesado en los matices históricos y artísticos de los lugares que visita, sus habitantes merecen por sí mismos que nos liberemos de los prejuicios infundados que mantenemos los occidentales con Irán y le demos una oportunidad. Nosotros así lo hicimos, y puedo asegurar que en ningún aspecto me sentí defraudado.

El peso de la historia.

Estatua «Madre María» (Virgen María) en el Parque del Diálogo en Teherán.

Llama poderosamente la atención como el acento áspero de lo que podría llamar idiomas mayores de la familia indoeuropea como el Sánscrito, el Griego y el Latín son muy parecidos, similares en extremo al Castellano y al Alemán; a su vez es curioso como otro idioma mayor de la misma familia, el Farsi (o Persa), el idioma nacional de Irán ( ya muy contaminado por el árabe y que es hablado además en algunas partes de Afganistán, Armenia, Azerbaiyán, Irak, Pakistán, Turkmenistán y Turquía) tiene un acento frufrú parecido al Francés y en algo al Portugués.

Teherán se encuentra en medio de lo que bautizamos con visión geohistórica como la ruta de los emperadores, en las faldas de los montes Elburz o Elbruz por un lado y al margen del gran desierto de la meseta irania por el otro. Núcleo del Irán contemporáneo desde hace al menos seis siglos en la región persa del país. Y por lo mismo es una ciudad cargada, repleta de historia. Por allí pasaron y se asentaron los más grandes pueblos del mundo antiguo.

En nuestro trayecto conocimos varios sitios históricos, entre estos se desctacan los siguientes:

El Trono del Sha en el Palacio del Golestán.

El Palacio del Golestán (Palacio de las Flores o de las Rosas), fue la residencia oficial de los monarcas persas durante los últimos seis siglos, hasta 1979. De hecho no es solo ese palacio, sino que en el mismo complejo, el núcleo de la ciudadela imperial que se conforma a manera de una gigantesca plaza donde se desplazan los jardines y las fuentes palaciegas, también están ubicados el Palacio del Sol y el Palacio de Verano entre otros, cuyos nombres en farsi no recuerdo ahora. El Palacio del Sol fue el emplazamiento primero, el palacio original del complejo, con seis siglos de historia era la estructura más alta de Teherán en su tiempo. A partir de este el resto de Palacios y edificaciones fueron construyéndose. Hoy todos son museos abiertos al público. En uno de los palacios que no recuerdo el nombre, asistimos en sus sótanos a una exposición fotográfica de los inicios de esta en Irán durante el siglo XIX, y quedamos perplejos al ver en una de las fotos al harem del Emperador: todas mujeres horribles, la una más fea que la otra, parecía un concurso para elegir a la mujer más fea de Irán… y no lo acabábamos de comprender ¡cómo habiendo mujeres bellas, voluptuosas, coquetas e incluso lascivas en Irán, el Sha prefería a las más feas (obesas con bigote por poner un ejemplo)! Según pude averiguar después, estos tal vez se debía a la devoción y prácticas sufís del monarca, donde una extraña combinación de prácticas sexuales, placer y necesidad de prueba llevaba a los príncipes a probar literalmente de todo en sus experiencias vitales. Tantrismo islámico en pocas palabras.

Francisco Núñez del Arco Proaño y Carlos Trueba A., delegados culturales ecuatorianos enviados a Irán, en las afueras del Palacio del Golestan.

En el Salón de los Espejos del Palacio del Sol.

La Puerta de Teherán, que marcaba  hasta el siglo XX el límite de la ciudadela imperial, ahora se encuentra en pleno centro y señala el inicio del paseo de la Cancillería. Fue diseñada por arquitectos alemanes en época del Sha Reza Pahlavi (pretendido títere británico que finalmente terminó aliándose con las Potencias del Eje durante la II Guerra Mundial), padre del último monarca persa. Como en muchos otros hitos imperiales, la iconografía e imaginería imperial fue reemplazada con motivos islámicos (una pésima práctica de iconoclastia recurrente en el Islam) después de 1979. En esta puerta tuvimos un curioso encuentro, propio de los tiempos globalizados en los que vivimos: de pronto escuchamos un castellano con acento del Plata y a la vez nuestro castellano con acento andino  llamó   la atención de una chica paraguaya de origen y claros rasgos asiático que estaba de vacaciones junto a sus compañeros de su universidad en Corea, todos coreanos. Era la primera persona de habla castellana nativa además de nosotros que habíamos conocido hasta entonces en Irán. Conversamos un poco, compartimos impresiones, y seguimos cada cual por nuestras rutas.

Vista parcial de la Puerta de Teherán.

La Puerta de Teherán, como anoté supra, hoy marca el inicio del complejo palaciego que conforma la actual Cancillería iraní (Ministerio de Relaciones Exteriores), son cerca de seis palacios en realidad, que en su tiempo fue, al menos uno de sus Palacios, el Ministerio de Guerra y el lugar donde se realizaban las paradas militares en los días prescritos para tales eventos. Hay mucho eclecticismo en los palacios, y van desde lo europeizante, pasando por los islámico hasta lo neoclásico persa. Uno de los Palacios, el más antiguo de todos ellos es de inspiración centroeuropea, data del siglo XVIII, y fue así mismo diseñado por arquitectos europeos. El paseo de la Cancillería en esa época del año, con nieve y frío más recuerda a una capital europea como Viena o incluso Praga, más que a una metrópoli musulmana. E imaginémonos en ese paseo un desfile en época del Sha, con sus generales de aspecto romano vestidos a la usanza militar germana, es una escena casi surrealista. Hoy en cambio predominan las túnicas, los turbantes y las barbas entre los líderes iraníes.

Vista de la Cancillería iraní, al fondo la Puerta de Teherán.

El Museo Nacional de Irán. En 1937 se fundó en Teherán el primer museo de Irán. Le llamaron “Museo del Irán Antiguo” (Iran-e-Bastan) nombre que fue cambiado en 1988 por el de “Museo Nacional”. En la construcción del edificio se intentó al máximo que tuviese un diseño, tanto interior como exterior, acorde al uso que iba a tener. Es por ello que la fachada tiene la misma arquitectura que la del palacio de Firuzabad, en Fars, los ladrillos que la componen son del mismo color rojo oscuro que caracterizan los monumentos sasánidas. El arco de la entrada nos recuerda el arco de Ctesifonte, en las cercanías de Bagdad. Es por todo esto que el museo podría ser considerado también otro monumento. El museo arqueológico de Teherán, oficialmente llamado Museo Nacional de Irán, es uno de los 6 museos más reputados del mundo y es a la vez un centro importante de estudios donde se realizan importantes investigaciones en el campo de la arqueología iraní.

En general, podemos dividir el museo en tres apartados, división que está hecha teniendo en cuenta los períodos en que se divide la historia de Irán: período prehistórico, período histórico, período islámico. El período histórico se divide a su vez en tres: aqueménides, arsácidas y sasánidas. Los objetos que se exponen de estos períodos son de un incalculable valor y tienen fama mundial. Los objetos que se exponen de la prehistoria son los datados entre el VI milenio a. C. hasta la época llamada histórica. Los objetos que exponen de este período han sido hallados en los yacimientos de Tappeh Marlik, en Sialk (Kashán), Zaqeh (Qazvin) y en la antigua ciudad de Rei, al sur de Teherán, entre otros. Uno de los valiosos objetos que alberga el museo son copas de oro halladas en los diferentes yacimientos de Tappeh Marlik, Tappeh Hasanlu y Kalar Dasht y que pertenecen al período histórico. También se exponen otras piezas de oro, algunas de ellas con 3000 años de antigüedad. También alberga el museo piezas halladas en Persépolis y Susa, como por ejemplo inscripciones, columnas, ladrillos esmaltados, estatuas, figuras y otras piezas. Los objetos que se exponen del período islámico datan desde los tiempos más primitivos del Islam hasta finales del período qajar (1925). Para cuando visitamos el museo, se encontraba expuesta una muestra temporal sobre el cilindro de Ciro el Grande, una inscripción cuneiforme en un cilindro aqueménide donde Ciro dictó lo que algunos han llamado la “primera declaración de los derechos humanos”.

El Museo Nacional de Irán.

Un must: La ex embajada de Estados Unidos, actual cuartel de los Basijiss. No pudimos resistirnos y tuvimos que visitar la que fuera embajada de los Estados Unidos en Irán, ícono de la revolución islámica iraní, debido a su ocupación y posterior destrucción a manos de los militantes islámicos que apoyaban al Ayatola Jomeini, donde estuvieron prisioneros varios rehenes estadounidenses durante el gobierno de Jimmy Carter, quienes fueron finalmente liberados por acción de su gobierno y disposición de Irán; ubicada en un barrio del centro norte de la capital, rodeada de otras sedes diplomáticas, edificios privados, parques e iglesias cristianas, lo más llamativo del edificio eran los hechos que habían sucedido allí, de los cuales quedaban como recuerdo los murales pintados sobre sus muros exteriores en alusiones a Estados Unidos como el “gran Satán”, y el destruido escudo del país del norte, que fuera cincelado por orden oficial hace muchos años ya. “Irónicamente” o aleccionadoramente como preferirían decir los miembros del gobierno iraní, ahora allí se sitúa un cuartel de los Basij, una fuerza paramilitar formada por voluntarios, dependiente de la Guardia Revolucionaria, una especie de rama juvenil de esta.

El escudo de los Estados Unidos cincelado.

Mensajes antiusurarios en farsi e inglés.

Los parques y plazas abundan en al ciudad, junto a un intrigante número de bancos, que según la ley islámica no cobran ningún tipo de interés por estar condenada la usura, repito NINGÚN TIPO DE INTERÉS, ni el más mínimo. Hay bancos para todos los tipos de necesidades financieras, de crédito, de comercio, del campesino, del artesano, del religioso, del estudiante, etc., ¿Cómo se esto de los bancos? Pues porque los bancos eran los únicos edificios con rótulos traducidos al inglés. Las plazas y parques recuerdan todos los hitos de la revolución islámica, reemplazando los hitos del mal visto pasado imperial, uno en particular se destaca por ser el parque de la paz, antiguamente el parque del Sha, donde un monumento recuerda a todos los muertos en la guerra contra Irak. Y donde se apela constantemente a evitar una futura guerra. A pesar de eso, la sociedad iraní, es una sociedad militarizada y jerarquizada, donde el servicio militar es obligatorio… en las calles se ven cientos de jóvenes entre los 18 y 20 años realizando su servicio como guardas de parques, plazas, palacios, mezquitas y edificios de gobierno. Todos ellos con su uniforme y barba militar reglamentaria.

El parque de la paz.

Multiculturalidad y globalización, esas pequeñeces.

Así lucen la mayoría de jóvenes iraníes de nuestros días. (Cuesta tomar estas fotografías)

Los hombres y las mujeres en general se visten a la moda en Teherán. Las vitrinas de las tiendas presentan ropas occidentalizadas para mujeres y hombres. Esa fue otra sorpresa del viaje, la globalización ha llegado a cada rincón del planeta, incluyendo a las supuestas sociedades más cerradas como la iraní. En el decadente occidente está muy de moda hablar de multi o interculturalidad, sobre todo refiriéndose a subculturas o “culturas urbanas”, además de las culturas propias de las etnias y nacionalidades distintas. Pues bien, para desconcierto nuestro, fuimos testigos de esta interculturalidad en Teherán. Al movilizarnos en su metro -limpio, ordenado y no copado en extremo, a diferencia de los metros o trenes subterráneos de Paris o New York-,  no parábamos de ver a “hopperos”, “punks”, “hipsters”, “preppies”, “emos” y “metaleros” entre otros, en medio de un mar de personas vestidas en una alta proporción a la manera occidental, alternándose cada tanto, muy poco con algún Sheij vestido con túnica, o a alguna mujer verdaderamente devota vestida con Chador (la prenda femenina que cubre todo el cuerpo, la ley islámica solo exige la Hijab, el velo alrededor de la cabeza).

El metro de Teherán. Como se puede ver, nada abarrotado.

Mujeres jóvenes iraníes en la calle.

Entre los hombres, predominan los jeans, los trajes (sin el lujo occidental de la corbata claro está) y unos aparatosos zapatos de punta, al puro estilo Alí Baba, acorde a la moda medio oriental; entre las mujeres no era raro observar pantalones apretados, botas, escotes, maquillaje, joyas y coquetería, sobre todo cuando se dirigían a los extranjeros (nosotros)… todos estos detalles adornados con un sutil velo alrededor de la cabeza, que en muchos caso ni siquiera cubrían el cabello, debido a que las mujeres llevan peinados muy altos que hacen visible su cara y todas sus cualidades femeninas. Como en el subte de Buenos Aires, las personas van perdidas en sí mismas, con sus audífonos la mirada fija en la nada, o en sus lecturas, nadie se mira a los ojos, nadie conversa. Tampoco nadie abusa, ni estorba, ni empuja como en el “metro” quiteño. Cosas de la modernidad.

Vista parcial del Club Armenio. (La noche que estuvimos allí había unos diplomáticos rusos particularmente ruidosos)

Comprobamos finalmente que la multiculturalidad era un hecho con la vida nocturna teheraní. Oficialmente la ley islámica prohíbe el expendio y la bebida de alcohol públicamente, sin embargo, la ley se aplica de puertas para afuera y no por hipocresía; en los barrios acomodados de la clase media-alta y alta de Teherán son consuetudinarias las farras privadas ¡Y qué farras! Algunas terminan literalmente en orgías, que no son clandestinas, dado que la ley islámica no se aplica dentro de los hogares, el derecho privado y el derecho público tienen una separación estricta.  Son famosas las orgías (sí, orgías) que organizan los devotos del Imam Reza en la ciudad de Mashhad, fronteriza con Afganistán, donde después de una larga peregrinación turcos y turcas, iraníes y afganos y afganas participan, para después visitar el santuario más importante del país en memoria de uno de los compañero del Profeta Muhammad.

En la música iraní moderna abunda lo electrónico y lo pop. El éxito del momento entonces era Mostafa Fotahhi. Vale anotar que el pop iraní es demasiado escandaloso para mi gusto.

Fiesta privada iraní.

Fiesta privada iraní.

El opio y el tabaco no están prohibidos, pero tampoco están promovidos y existen bares, muy bien escondidos, donde es posible consumirlos en pipas. La venta de cigarrillos es libre en las tiendas y kioscos. A los no musulmanes se les permite por ley tener sus propios espacios sociales y culturales de diversión nocturna, paradigmático es el caso del Club Armenio, en pleno barrio diplomático de Teherán, a pocas cuadras de varias embajadas, entre ellas la del Reino Unido y de Rusia, lugar de encuentro de diplomáticos y cristianos en donde pudimos estar con Carlos Trueba, aquí es posible tomar bebidas alcohólicas libremente, además de probar la gastronomía armenia e internacional que ofrece el club, al ser un territorio jurídicamente no musulmán las mujeres no usa ningún tipo de vestimenta islámica, ni siquiera el velo alrededor de la cabeza, mostrando así su cabello (¡Pecado!).

El Gran Bazar: una aventura casi mortal.

El Gran Bazar de Teherán, el más grande del mundo.

Durante nuestros últimos días en Teherán, visitamos el gran bazar, un centro comercial de la antigüedad que existe casi desde un tiempo inmemorial, allí se encuentra literalmente de todo. Con una arquitectura que recuerda a  la película de Disney “Aladino”, nos sentimos por primera vez en el medio oriente. Además de poder apreciar las artesanías y mercaderías propias y típicas del país así como también degustar los platos típicos como el kebab o la cabeza de oveja hervida, pudimos, para nuestro horror, comprobar la famosa indolencia e irrespeto que mantienen los conductores de toda el Asia central respecto del resto de otros conductores y de los peatones en particular, a pesar de ser Irán un país con una civilización-cultura milenaria, si en algo pecan de salvajes es en la forma que conducen sus automóviles y en su quemeimportismo en cuanto a las leyes que regulan el tránsito. Mientras caminábamos junto a Carlos Trueba, por medio del gigantesco bazar que abarca varias cuadras, casi fuimos atropellados por las espaldas por un auto de la policía (!), y no solo eso, la camioneta policial estaba además siendo conducida por un paso peatonal, y ni siquiera fue capaz de anunciar su marcha con una sirena o su bocina… de allí que la experiencia en el bazar resultó casi mortal. Aparte de esa ocasión fuimos casi atropellados varias veces más adelante en otras ciudades iraníes, pero no les dimos el gusto a los pésimos conductores persas –verdaderos terroristas contra la civilización peatonal-, porque los titulares de los periódicos hubieran sido demasiado chistosos y ridículos: “Ecuatorianos mueren mártires de carros musulmanes en medio oriente por impericia de conductor” – ¿Quién sabe que esto hubiera sido el casus belli para el inicio de una guerra de proporciones globales? ¿Se imaginan al Ecuador invadiendo Irán? Yo no.

 

Qom.

Mujeres camioneras, militares, policías y pésimas conductoras.

 

(Continuará…)

Por Francisco Núñez del Arco Proaño

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