coterraneus – el blog de Francisco Núñez del Arco Proaño


¿Qué viva Quito?

La vocación irrenunciable de Quito

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Platón sentencia en su República:

Hay un modelo fijado en los cielos para quien quiera verlo y que, tras haberlo visto, quiera conformarse a él. Pero que exista en algún lugar o haya de existir jamás, es algo carente de importancia: porque éste es el único Estado en la política del cual él pueda considerarse parte.

El 6 de diciembre de 1534 si bien no fue la fundación oficial española de la ciudad -San Francisco de Quito se funda el 28 de agosto del mismo año en Santiago de Quito, cerca de la actual Riobamba. Como señaló alguien, San Francisco de Quito fue fundada a control remoto, sin embargo, el 6 de diciembre sí fue el día del asentamiento definitivo de San Francisco de Quito, la Quito española, en su actual ubicación. En esta fecha, hace 478 años el mítico Reino de Quito en este espacio geográfico, fue refrendado por el Capitán Sebastián de Benalcázar (Sebastián de Belalcázar, su nombre de nacimiento era Sebastián Moyano); de las cenizas del Quitu milenario creado por el Sol surgiría el Quito Hispánico fundado por los “nuevos césares” de la era contemporánea. Con orgullo debemos presentarnos frente a los postreros legados suyos.  Es verdad que los hábitos de estos arriesgados en viril heroísmo extintos están, perdidos en el mito y en la historia, Quitumbe, Atahualpa, Rumiñahui, Benalcázar, Carlos I y V ya no son más materia, sin embargo… están llamados estos a celebrar una resurrección única.

Pero, ¿qué es Quito?, ¿una ciudad? ¿Un asentamiento y conglomerado de gente? ¿Una simple urbe más?…. No, si pensamos así nos equivocamos  y de forma grave… Quito no es otra cosa que el surgimiento de un mismo principio espiritual, de un mismo principio metafísico que en  el Mundo Tradicional –como bien señala Eduard Alacátara-  siempre se caracterizó por tener las miras puestas hacia lo Alto. El hecho Espiritual impregnaba su discurrir. En lo Alto oteaba orden: el Orden del Cosmos, los siete Cielos enunciados y descritos por cierta metafísica… Y si en lo Alto oteaba un Orden que se había impuesto a la nada o al caos previos, quiso -dicho Mundo de la Tradición- instaurarlo aquí abajo como si se tratase de un reflejo del imperante allá arriba. Pretendió hacer de la Tierra un espejo de lo que veía en el Cielo, pues siempre concibió que el microcosmos debía de asemejarse al macrocosmos o, lo que es lo mismo, lo de abajo a lo de arriba. Y para que ese Orden cósmico imperase en la Tierra debería de existir –aquí abajo- una fuerza centrípeta que evitase la disgregación de los diferentes elementos que debían acabar tomando parte de él –de ese nuevo orden– y que debían acabar haciéndolo realidad. Y esa fuerza centrípeta aglutinadora no podía revestir otra naturaleza que la espiritual. La Idea (en el sentido trascendente) sería el eje alrededor del cual giraría todo un entramado armónico. Una Idea que a lo largo de la historia de la humanidad ha ido revistiéndose de diferentes maneras. Una Idea que -rastreando la historia- toma, por ejemplo, cuerpo en lo que simbolizaba la antigua Roma. Esta Idea no es otra que la del Imperio, dando el origen a los diferentes Imperiums (entendiendo Imperium como la “unidad de gentes alrededor de un ideal sacro”), y no fue otro más el origen y la vocación TRUNCADA de Quito.

QUITO, LA DOS VECES TRUNCADA SEDE IMPERIAL

Siendo estrictos en cuanto al aspecto histórico de nuestra urbe[1], debemos anotar que Quito jamás llegó a ser capital imperial de derecho en las dos oportunidades que tuvo para ello.

Es un hecho innegable que por cuestiones político-religiosas (como en la mayoría de civilizaciones, excepto la moderna, política y religión no estaban desligadas) los Incas estaban decididos a trasladar la sede de su Imperio hacia Quito, y fue tan así que Quito debía ser la tercera Cuzco, siendo que la segunda Cuzco fue Tomebamba cerca de la actual Cuenca del Ecuador. Y cuando todo estuvo preparado para que Quito fuese oficialmente el Eje del Mundo andino, su Axis Mundi, sucedió esa hermosa tragedia llamada la Conquista de América por parte de Castilla, León, Aragón… etc. Y lo que pudo haber sido entonces quedo en medio de una pausa cósmica[2].

La segunda oportunidad que se le presentó a la ya San Francisco de Quito de ser Sede Imperial, fue con el proyecto monárquico del Gral. Juan José Flores, en la década de 1840. Donde el  «Restaurador de la Monarquía en Ecuador, Perú, y Bolivia” con trono en Quito jamás pudo coronarse… Y no pudo coronarse porque la gran finanza londinense no le convenía que sucediera tal y así boicotearon el proyecto. Entonces fue un príncipe europeo Rey no coronado de Quito y Emperador de un nuevo Imperio y de una nueva dinastía quiteña hasta ahora inconclusa.[3]

En este punto vale recordar que “pecaron” de monárquicos e imperiales los mismos libertadores de América del Sur: Bolívar al final de sus días, y San Martín desde el vamos.

Quito, el Quito, San Francisco del Quito… entonces solo puede ser entendido como un ente imperial. Imperial fue cuando Atahualpa “el primero de los reyes del Mundo” que a nadie debía acatamiento, quién adoraba a un “dios vivo, el Sol, (que) vive y hace vivir a los hombres” –cómo el mismo lo señalara- lo asentó como su capital de facto; Imperial fue cuando Benalcázar la refundó “en nombre y al servicio de su Imperial Majestad” Carlos I de Castilla y V del Sacro Imperio Romano Germánico, como se señala en el acta de su fundación… Y amagos de espíritu imperial, si bien ya infectada la idea con valores deletéreos, incluso lo podemos detectar en fechas memorables para la historia oficial, como cuando la junta del 10 de agosto de 1809 proclamaba al mundo y a nuestra América “La sacrosanta Ley de Jesucristo y el IMPERIO[4] de Fernando VII, perseguido y desterrado de la Península, han sentado su augusta mansión en Quito”; Imperial fue cuando García Moreno hizo de la capital republicana la sede de un Imperio espiritual, que aún sin tener ese nombre lo fue… y recordemos, como ya se ha anotado, que incluso el primer presidente del Ecuador Republicano, Juan José Flores, “padre de la patria” y uno más de los “libertadores” no quiso sino otra cosa que instaurar un Imperio que se enseñoreara sobre esta parte del continente.

Sin duda en la mayoría de estos casos la unidad de las gentes estuvo basada en un ideal sacro, el ideal de la jerarquía, que lleva hacia lo eterno, que supera a la mera materia, la organización que vence al tiempo.

SER O NO SER

A pesar de lo dicho, hoy todo esto es incomprendido o peor: es odiado, porque no se entiende que la gloria eterna es en función de la Idea, de la Trascendencia… de lo Alto… es cuando entonces todos los hechos de nuestra gloriosa historia son tergiversados… el Inca y su sistema, ¿una salvaje persona?, la Conquista… ¿un genocidio, acaso?…, el 10 de Agosto ¿una revuelta subversiva?, el proyecto floresano ¿traición a la Patria?, el período garciano ¿una brutal tiranía?… NO… porque además de contrariar la verdad de los hechos históricos, de ser así no seriamos más que los hijos del latrocinio, de la lujuria, del palo, del garrote y del infeliz rigor guiado por los intereses venales de un puñado de míseros seres. Inlcuso en función histórica, no podemos  exigir mentalidad contemporánea en europeos y menos en aborígenes del siglo XVI o en americanos del siglo XIX -como ya lo dijo Luis Pallares Zaldumbide-,  todos con su valentía sin límites, su audacia, su fe, son genuinos valores humanos y más que humanos en muchos casos, dignos antecesores de un pueblo, de una nacionalidad… pero ¿de cuál nacionalidad?… la ecuatoriana muchos pensarán… mas, nuestra verdadera nacionalidad no es otra que la imperial quiteña… De hecho nuestra vocación nos lleva a superar la noción de nación y a ser supranacionales, a ser universales en un punto. Y este es un precedente de infinita trascendencia sí anhelamos llegar en exploración de la Nación hasta los mismos orígenes de nuestra Patria; y que confirman también, en nuestro caso particular, la posibilidad de un ecuatoriano, o mejor de un quiteño altivo, seguro de sus propias virtudes y lleno de fe en su propio ser.

Se podrá objetar que Quito como ente imperial, pudo haber sido algo inexistente, un reflejo celestial trunco como lo dice Platón, pero esto simplemente no es así, la verdad histórica nos lleva a los orígenes solares-heroicos-imperiales de Quito, sin embargo, aún más allá de la verdad histórica, está la verdad trascendente…. Quiteños fueron y son quienes han hecho Patria en torno suyo… han hecho Patria con su Sangre, con su Espíritu, y con su Voluntad, quiteños, fueron desde Atahualpa quien impuso esta como su sede de facto, quiteño fue Benalcázar que dio su voluntad y su victoria por Quito; quiteños fueron los argonautas de la selva como Orellana que nos dio un mundo a orillas del río-mar Amazonas, llave de un continente; quiteño fue Carlos I y V quien amó y procuró la edificación de su  lejana ciudad; quiteño fue García Moreno quién hizo de Quito extensión de su ser… y todos ellos habrían hasta el final de su vida guardar en su mente y en su corazón la misión que la Divinidad les encomendó en otro diciembre de hace ya algunos siglos… Erigir, refundar y posar lo que es más que materia, lo que es la fuente e inspiración de aquellos que son más que hombres, el Orden que debe establecer una verdadera jerarquía, diferenciar nuevas dignidades y, en la cumbre, entronizar la superior función del mando, del IMPERIUM, de quien es verdaderamentre libre, señor de sí mismo.

¡Quito, Quito, Quito! Este nombre retumba con fervor en los corazones de los verdaderos quiteños, sin importar de dónde hayan nacido… después de todo, ¿qué es el Ecuador sino la degeneración del Quito[5]? Quito, el Quito, que no es otra que la Patria en sí, pues la Patria es poseía, la poesía es creación y la creación es Don Divino… Así “la cara de Dios” en la tierra, la “Luz de América”  imperial protegió y cuidó de sus proles, hasta cuando se apartaron de su principio generador. Hoy cuando la mediocridad campea, cuando la estupidez se enseñorea, cuando la vileza y la bajeza se glorían de sus fechorías, cuando los hombres renunciaron a su misión divina separándose de los cielos con la excusa de dominar la tierra, dando primacía a los bienes materiales… finalmente llevándose a sí mismos a la caída total…  pagando un precio alto por eso. Hoy ya nadie más recuerda o no quiere recordar, que frente a la bajeza, y la putridez de la modernidad subversiva y subvertidora… en algún lugar están los muertos que nos observan, y  aborrecen lo que se ha hecho de su creación y simiente… nos dicen desde allí a todos quienes queremos tomar la lucha para regenerar la gloria de nuestro Quito, de nuestra nación quiteña… ¡no olvidéis que hubo una época que los dioses fueron quiteños!

Mi bisabuelo, Luis Proaño Calderón, pudo afirmar el mismo año de mi nacimiento:

El 6 de diciembre de 1534 es fecha inmarcesible que no debe olvidarse y que estará presente en la mente ciudadana, cual azucena que no puede marchitarse… Nuestra Capital celebra su clásica fecha, SEIS DE DICIEMBRE (mayúsculas en el original), con orgullo santo, haciendo honor a sus blasones y a sus glorias del pasado y del presente… Estará esta fecha en los fastos memorables de la Historia de la América Meridional, ungida cual óleo sagrado por el oráculo romano con caracteres de eternidad. La ciudad de San Francisco de Quito, que recibió su bautismo en manos de su Fundador el Adelantado don Sebastián de Benalcázar y que recibió de lo alto la insignia de su cristiandad, se viste de gala en su efemérides para decirle al mundo, desde este balcón de América Hispana e India, y a todos los ecuatorianos de su fe en el destino histórico… bajo el impulso creador de sus esforzados hijos de esta tierra alma de nuestra nacionalidad. Esta ciudad a la vez mestiza y española, dueña orgullosa de su abolengo aristocrático, cada SEIS DE DICIEMBRE irradia de luz, de alegría y de gozo. Necesitamos la obra práctica… su superación cultural, a manera de heredera de la civilización de Occidente.[6]

La superación cultural, nuestra superación cultural, no puede ser otra que corresponder a nuestra vocación. Concluyo concordando con Jorge Luna Yepes que “El Ecuador – como heredero de Quito- ha encarnado el sentido trascendente de la vida frente al pragmatismo utilitario…” ha llegado la hora entonces de  “abandonar la vileza y cobardía de los hombres de ALMA CADUCA y espinazo corvado”, debemos re erigir la “Patria  que será lo que nuestra voluntad elija… está en nuestras manos levantarla.”

Respondamos al espíritu de nuestros héroes, al llamado de los muertos, seamos leales a nuestra tradición de gloria, idealismo y dignidad. Formemos nuestra NUEVA conciencia, levantemos la frente, lancémonos a vencer, lancémonos “…a  la reconquista de lo que fue nuestro. ¿Qué fue nuestro? Nuestra fe, nuestra grandeza imperial. EL IMPERIO.”

Ante todo esto vale preguntarnos:

¿Qué viva Quito?

¡Qué viva lo eterno, qué muera lo viejo!

Alejemos de nosotros a la Quito falsa. Quito será Imperio o no será.

Por Francisco sin tierra, séptima generación de ecuatorianos, novena generación de quiteños, décima generación de quiteños audienciales y undécima generación de americanos por varonía

RELACIONADO: Ecuador: Caos y forma


[1] “Ciudad y urbe no eran palabras sinónimas entre los antiguos. La ciudad era la asociación religiosa y política de las familias y las tribus; la urbe era el lugar de reunión, el domicilio, y sobre todo santuario de esta asociación.” – Numa Denis Fustel de Coulanges

[2] Poderosa analogía histórica es la que podemos realizar en este sentido con la traslación de la sede imperial romana, primero de la Roma fundacional, a la segunda Roma, o sea Constantinopla y de esta a la que debía haber sido o pretendió ser su sucesora: Moscú, la tercera y truncada Roma.

[3] “No había nada de vergonzoso en ser monárquico en la América Latina de los primeros años del siglo XIX. Tres siglos de gobierno colonial habían moderado la sociedad y las instituciones gubernamentales bajo principios autoritarios y aristocráticos, notablemente diferentes de los de la sociedad anglosajona de Norteamérica.” – Mark Van Aken

[4] Imperar y Gobernar en castellano son sinónimos.

[5] Según la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES) son «cinco (los) momentos importantes para la construcción de un Estado nacional» y cinco los presidentes que lideraron estos: 1) Gabriel García Moreno 2) Eloy Alfaro 3) Isidro Ayora 4) Guillermo Rodríguez Lara y 5) Rafael Correa. FUENTE: PLAN NACIONAL PARA EL BUEN VIVIR, Quito, 2012, pág. 104. Llama la atención la ausencia de un solo quiteño entre los 5, lo que vendría a desmontar la idea (siempre siguiendo a la SENPLADES) de que «la construcción de un Estado nacional» ecuatoriano fue una obra de quiteños y de Quito, en  el sentido más estricto del gentilicio.

[6] En Quito – Ciudad de ensueños. Revista Magazine Internacional N° 71, Quito, diciembre de 1985.



Historia del Ecuador para tontos

Historia del Ecuador para tontos (en pocos párrafos)

La leyenda cuenta que…

– ¡Perdón!

La historia dice que durante milenios las comunidades aborígenes del territorio del actual Ecuador prehispánico vivieron en perfecta y sacrosanta armonía con su entorno y entre ellos, es decir no existía nada malo, eran seres prácticamente perfectos ajenos a los errores y vicios modernos, eran buenos salvajes o mejor, eran ángeles. También cuenta que todos eran buenos, buenos, buenos, o sea que tenían tres golpes de bondad.

El Ecuador por milenios ya fue Ecuador, aunque recién se formó en 1830 nos dicen los especialistas de este pasado mistérico…  Y bueno, aunque se mataban, comían y sacrificaban entre ellos, eso en realidad no importaba dado que eran buenos. ¡Claro! No existía la democracia, ni las libertades que reclaman sus supuestos sucesores del siglo XXI, de hecho se vivían auténticos totalitarismos absolutistas en los grados civilizatorios más avanzados en la organización y en el tiempo como en los Incas por ejemplo. Y aunque estos llegaron al final de la época indígena, y literalmente invadieron Quito, forzando a migrar a miles de indios y aniquilando otros miles, fueron en muchos casos los más buenos entre los buenos… tan buenos eran que por ejemplo masacraban a los vencidos en ocasiones como Yahuarcocha (de donde le quedó el nombre al Lago de Sangre imbabureño). Y de estos buenos entre los buenos surgió Atahualpa por ejemplo, que en su bondad infinita prendió una guerra civil a su imperio y acabo matando a su hermano a fin de demostrar quién eran más bueno. Pero bueno, en realidad eso no importa porque todos eran buenos, buenos, buenos.

Después de esta época de bondad absoluta, pasó lo que peor podía haber pasado, llegaron desde Europa los españoles, lo más malos de los malos, o sea los malos, malos, malos, con un triple golpe de maldad.  Eran algo así como los nazis de entonces, todos sádicos, todos enfermos, todos ladrones y miserables asesinos sin excepción alguna, ¡alguna! Es decir, todos demonios. Además venían de lo peor de España, y aunque acá en América las diferencias sociales en la época  anterior en realidad no importaban ni deberían importar hoy en día, claro, menos para los Monarcas Absolutos indígenas y para su sociedad estratificada. Eso al parecer les afectó mucho a los buenos, buenos, buenos, que no solo eran buenos sino mejores que los malos, malos, malos. Estos españoles malos fueron apoyados en su conquista del continente por una buena cantidad de buenos, que no querían tanto al resto de buenos, seguramente por alguna bondad que les habían hecho en el pasado. Y eran tan malos estos malos, que trajeron a nuestro continente la escritura, los libros, la navegación a gran escala, la medicina y el arte occidental, las ciudades, las universidades, las ideas como la de individuo y persona así como los conceptos de libertad y libre albedrío y hasta la democracia, ¡Jesús! – a este también lo trajeron los malos- ¡Qué malos que eran estos españoles! Y eran tan malos que exterminaron a todos los indios -o sea a los buenos- que pudieron a su paso, tan así que al día de hoy cuando uno sale a una calle de Quito, Guayaquil, Cuenca o cualquier otra ciudad del país, no se ve uno solo… sólo se ven blancos, de ojos claros, pelo rubio y alta estatura, anglosajones casi , uno diría… Notemos acá la diferencia de lo que pasó con los ingleses -buenos entre los malos- y sus descendientes en Estados Unidos, donde por el contrario no exterminaron ni redujeron a nadie, allí uno puede ver millones de indios en sus calles, de hecho un 50% de la población gringa es india, aunque un 25% son cholos, o sea indios no aceptados como tales y que viven en ciudades, y cuando uno visita… uhmmm, digamos Boston, no deja de ver los indios a millares surgir. Y fueron tan malos los españoles que a los buenos quienes no mataron, se acabaron mezclando con ellos y ellas, al punto que descendientes de los monarcas aztecas e incas viven en Europa hace siglos.

Y tres siglos de oscuridad colonial tuvimos que soportar, eran tan pero tan oscura la colonia, que construyeron horrores como el centro histórico de Quito, por el cual algún despistado nos declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad, y tan oscura fue que en el medio de esta surgió una de esas luces raras llamada Ilustración, que aunque en la oscuridad colonial no se podía ni leer, extrañamente muchos leían cosas que después utilizaron contra los malvados españoles que se llevaron todos nuestros utensilios de cocina, o sea el oro y creerán que hasta ahora no lo devuelven. En estos tres siglos que van del XVI al inicio del XIX en realidad no hay nada relevante que contar, y sí, es verdad que los malos invirtieron en América más de lo que se llevaron a Europa, pero eso en realidad no importa, pues todo fue salvajismo y oscuridad colonial… así que nos vamos a los buenos, o digamos al rescate de lo bueno…

Allá cuando comenzaba el siglo XIX, algunos hijos y nietos de los malos, como Bolívar, Montúfar y otra cantidad ingente de patriotas, de pronto y por arte de magia se convirtieron en buenos… ¡Claro! Descendían de quienes habían conquistado y expoliado el continente, pero eso en realidad no importaba dado que ahora eran buenos a pesar de que querían mantener las instituciones de los malos como la esclavitud y la Monarquía, así se diferenciaron de los malos que pasaron de estar en toda América a tan solo en la península Ibérica. Y utilizaron ideas que habían traído los malos, como la libertad y la república para promover sus propósitos, plenamente buenos y autóctonos como vemos… Tan buenos fueron nuestros próceres y patriotas que no solo se deshicieron del pesado y humillante yugo español , sino que nos fundaron flamantes repúblicas oligárquicas y bananeras, administradas por los descendientes de los malos que ya para entonces eran buenos ¡Alabado sea Dios!… ¡ah! Y también había uno que otro malo que apoyó a los buenos para que esparcieran su bondad en la Independencia. Y por el otro lado también hubo los históricamente buenos, o sea los indios -y hasta negros-, que por el contrario, cegados por los malos y por sus Instituciones como la República de Indios y las tierras comunales se unieron con los malos españoles para no dejar que los buenos les hicieran libres y  les regresaran a la edad de piedra…  Los buenos andaban tan despistados en ese entonces, que 600 indios cuzqueños de los más buenos lucharon contra Sucre en Pichincha… al final estos por meterse con los malos también acabaron perdiendo y el bueno de Bolívar les quitó sus tierras, derechos y demás privilegios que les habían dado los malos.

Aquí vale hacer un paréntesis aclaratorio. En realidad no solo los españoles eran y son malos, no, de hecho lo son todos los blancos, especialmente los europeos, exceptuando a los próceres de la Independencia, a Inglaterra -desde siempre-, a Francia después de 1789, a los Estados Unidos cuando conviene y a Rusia entre 1917 y 1989, mejor dicho la Unión Soviética. Y claro como estos eran buenos, buenos, así, con solo dos golpes de bondad, no les quedó de otra que ayudar a los buenos de este lado en su lucha contra los malos. Por ejemplo: Inglaterra fue tan buena que nos ayudó a liberarnos de los malos. ¡Claro! Nos auxilió desinteresadamente por pura bondad y eso de la deuda externa que nos impusieron con intereses usurarios y todo y que nos condenó a una esclavitud financiera de la cual aún no podemos liberarnos del todo fue una mera coincidencia que beneficio a los buenos de los ingleses y nos jodió a los buenos de los ecuatorianos… como vemos todos buenos. La bondad de los ingleses se ha demostrado en su pulcritud a lo largo y ancho de mundo, como cuando le declararon la guerra a China porque les quitó el tráfico de opio. También Francia fue muy buena en 1789, tan buena que guillotinaron a miles de malos de su propia gente, y sus “inmortales principios”: libertad, igualdad y fraternidad se los importó a Ecuador para que los buenos también pudieran decapitar y desorejar a los malos con este lema en nuestras tierras. Los Estados Unidos a veces son buenos, como cuando han peleando contra los malos alemanes en dos ocasiones, en otras son malos como cuando bombardean Hiroshima -en la misma guerra contra los alemanes- o invaden Irak. La Unión Soviética también fue un modelo de bondad, digno de imitar como todos los anteriores, frente a la maldad intrínseca de digamos Alemania -casi tan malos como España-, que aunque los soviéticos exterminaron a más de 60 millones de humanos y reprimieron y encerraron en gulags a otros tantos, nunca dejaron de ser buenos.

Volvamos al Ecuador del siglo XIX: Gracias al cielo, la bondad había vuelto a triunfar en la Independencia y de hecho esa bondad nos ha llegado hasta nuestros días, no es tan buena como la bondad de los indios prehispánicos, pero no hay mal, o mejor dicho bien que por mal no venga.  En el medio de tanta bondad independentista y mientras los indios buenos eran sometidos la explotación de los nuevos buenos criollos con su invento republicano, a la vez que se mataban entre ellos por el poder -atributo máximo de la bondad-, surgió una figura tiránica y malvada en esencia y en escena. Después de los españoles es el más malo, y ese se llamó Gabriel García Moreno. Tan tirano y tan malo fue García Moreno que fue el primero que quiso liberar las mentes y los cuerpos de los buenos indios -que habían sido sometidos a la más vil servidumbre por el bueno de Bolívar-, y de las buenas mujeres, y de los buenos niños y de los buenos estudiantes, etc.… tan malo fue que evitó que el país se dividiera entre los nuevos malos, o sea el Perú y Colombia… y tan malo fue que dejó a un país en orden, paz, estabilidad y prosperidad económica y social y con un sitial entre las naciones del mundo -buenas y malas-… así de malo era y por eso le mataron.

¡Chuta! Hablando del Perú…  Es verdad que los próceres buenos lucharon por una Patria Grande y Unida, desuniendo lo que ya estaba unido, y es verdad que todos somos pueblos hermanos, por tanto todos somos buenos, pero claro, entre los buenos siempre debe haber algún malo y para los buenos ecuatorianos algunos del bando de los malos fueron por mucho tiempo  los indios del Sur, los peruanos. ¡Sí! Esos peruanos que eran buenos cuando los Incas pero que con el tiempo y a pesar de ser hermanos y tan indios como nosotros -fundamentalmente buenos- ya se habían hecho malos por obra y gracia de no sabemos bien quien, porque usualmente muchos actores del teatro llamado historia actúan tras bastidores.

Como todos sabemos, nosotros, por supuesto, tenemos nuestros propios holocaustos -igual o más malvado que el de los judíos- ; comenzando el realizado por España, siguiendo con la  guerra de Independencia y los malvados realistas -algún historiador ecuatoriano incluso llegó a comparar a los negros del Real de Lima con los nazis de la SS-; incrementándose con el proto-fascista Gabriel García Moreno. Estos holocaustos se han alimentado con el accionar de los malos. Frente al atraso, el oscurantismo, la tiranía y la barbarie primero española, después realista, más tarde conservadora-terrorista y garciana, y más recientemente la de los nazis de ARNE, solo nos han podido salvar los buenos.

Después de la maldad, tiranía y neo-barbarie garciana, vino el más bueno después de Bolívar y los indios, o sea Eloy Alfaro allá a finales del XIX y comienzos del XX; y don Eloy -este también hijo de un malvado español- con su liberalismo -bueno por venir de Francia pos 1789-  fue tan bueno que se alió a los buenos de adentro: o sea a la oligarquía, y con los buenos de afuera: o sea a los Estados Unidos e Inglaterra para introducir el buen capitalismo al Ecuador, ese capitalismo que ahora es malo pero que entonces era bueno, es decir, así nos hizo una gran bondad.  Y fue tan bueno don Eloy que les prometió a los indios buenos el oro y el moro… pero por supuesto, como era buen político sabía que los buenos políticos ofrecen hasta que la meten y una vez metida, olvidan lo prometido. Y fue tan bueno que utilizó el buen terror liberal contra los resabios de maldad colonial y garciana que aun quedaban, desangrando al país con los métodos más buenos a digna imitación de la buena Francia revolucionaria. Finalmente el bueno de Alfaro se acabó peleando con otra facción de los buenos para dividirse el poder -todo entre los buenos- y por eso le arrastraron… pobre del buen do Eloy…

Ya en el XX las cosas quedaron más claras… a partir del liberalismo, el súmmum de la bondad, se impidió que cualquier malo volviera a mandar en el país, a través de los métodos más buenos de la época, como el fraude electoral, los fusilamientos, los golpes de Estados y las guerras civiles. Esto duró prácticamente la totalidad del siglo XX, claro, con algún que otro cambio de poder entre los buenos que se dividían el país, así a veces hubo buenos liberales, otras buenos militares al servicio de la magnífica CIA, algún conservador-liberal  o sea no tan malo, y hasta cierto izquierdoso -bueno en extremo-  y en el medio de todo esto fuimos sucumbiendo a la estructura del buen capitalismo que  nos había traído el buen don Eloy. Y de pronto -y esas son las cosas que uno no acaba de entender puesto que no es graduado en Europa ni en Estados Unidos ni en la FLACSO como lo son los buenos indigenistas y progresistas- el capitalismo que era bueno se hizo malo y el neo-liberalismo se hizo aún peor, a diferencia de su papacito el viejo y buen liberalismo… como para entonces (década de 1990) el capitalismo y el neoliberalismo ya eran malos por llevarse con malas amistades, nos jodieron a los buenos ecuatorianos de nuevo en el desastre bancario de 1999…

Desde allí han venido más buenos, que siguen reivindicando los principios de los buenos, o sea sus principios que ya han sido utilizados con mucha bondad en este país… desde un cholo coronel que amaba a los buenos gringos hasta… hasta nada más, pues el resto es demasiado cercano en el tiempo como para ser historia. Ya en unos años veremos si lo que está pasando ahora es bueno, bueno o malo, malo. ¿Quién sabe que hasta pueda ser que alcance el grado de bueno, bueno, bueno de los indios o el malo, malo, malo de los españoles?

Gracias a la razón, se impuso frente a las eras de retroceso de los malos españoles y relacionados su superación con la santa democracia de los buenos -idea inventada y traída por los malos europeos-; con la ciencia -también invento de los malos- y su apéndice el progreso -otra de esas cosas que vinieron de la malvada Europa- primero con la independencia, después con el liberalismo alfarista y sus hijos radicales y neoliberales, y hoy por hoy…  bueno, hoy por hoy que estamos en el 2012 este cuento, colorín colorado, se termina como terminan todos los cuentos…

–  ¡Ay! ¡Chuta! ¡Disculparán nomás queridos lectores de nuevo como al principio, es que uno que no es especialista a veces se confunde entre los cuentos y la historia y por eso mismo escribe como escribe!

Esta historia se termina como todas las historias donde los protagonistas y vencedores son los buenos…

¿Y vivieron felices para siempre?

Por Francisco Núñez del Arco      



DISECCIÓN DEL EGO

Disección del ego

“Every need got an ego to feed”

Coro femenino en la canción Pimper’s Paradise de Bob Marley

¿A qué nos referimos con ego?

Según el diccionario -ego-  significa: El ser individual o la parte consciente del individuo (la sombra del -Yo- supremo o específicamente la “personalidad”).

Y egoísmo es: Inmoderado amor de sí mismo, que hace pensar solo en el interés personal.

Por ende el ego y el desarrollo del mismo crea un culto personal. No es corrosivo tenerse amor propio, pero cuando este pasa de sus límites ocasiona una ceguera en lo interno.

El desarrollo personal – cuerpo, alma y espíritu – es la esencia del hombre superior, él, que está por encima del ganado (sociedad-masa) y del ente telúrico inorgánico, aquel que simplemente nace y no se hace (porque no hay otra manera veraz de serlo) ciertamente algunas veces cae en el pozo de su parte humana, su ser se subyuga inconscientemente a esta imperfección del corazón y la inteligencia.

Existen varios tipos principales del “ego” habitando en la personalidad y en la pre-personalidad instintiva, tales como:

–  Vanidad: es la más simple y superficial que alimenta directamente al “ego mayor central”.

–  Soberbia u orgullo: está conectada en orden cronológico con la vanidad (siendo esta la primera y menos compleja), la nutre y la hace crecer pero principalmente alimenta al “ego mayor central”.

–  Necedad: De hecho este es una sub-categoría complementando al orgullo porque sin el primero no existiría el segundo.

–  Actor/Espectador: Aunque éste sea un concepto abstracto a primera vista, ejerce un rol importante en la existencia del  ego central -convirtiendo a la persona en actor de su vida-escenario exponiendo sus acciones en torno al resto, bajo su jurisdicción y viceversa.

De la vanidad nace la inseguridad y esta a su vez es cuna de la envidia; del orgullo como ya lo hemos mencionado nace la terquedad y esta es cuna del miedo; el miedo a perder la razón de las cosas y de cuestionar el tan apreciado “intelecto” o mejor, “conocimiento burdo”.

Bajo el signo de actor-espectador ciertos individuos son capaces de darse cuenta del vacío de su vida -paso previo para adquirir personalidad de veras en rarísimos casos-, los cuales al estar en un momento íntimo con su ser interno no pueden observar nada más que sus falencias humanas en conjunto con su falta de contenido, absoluta la mayoría de las veces.  Al constatar esto corren aterrados al bullicio de la masa gris sin forma para así olvidar su sentido existencial, de aquí nace la necesidad por el resto a falta de autosuficiencia, de autoconocimiento por tanto.

Hay necesidades para cumplir un fin superior y concreto, sin embargo existen otras -que son las más comunes- las cuales son para llenar un  espacio en blanco.

En conclusión la super-acción o superación sobre el ego es una fase importante en el ejercicio de la Gran Batalla Interna (parte de la Gran Guerra Santa), conducida hacia el crecimiento espiritual. Dejar a un lado a la tan ilusoria “personalidad” -teatro- que tanto condiciona, es parte del orden metamórfico hacia lo alto.

Santiago Núñez  del Arco



LOS TOROS Y LA TRADICIÓN – DE ISABEL LA CATÓLICA A GABRIEL GARCÍA MORENO. EL APORTE EVOLIANO

LOS TOROS Y LA TRADICIÓN – DE ISABEL LA CATÓLICA A GABRIEL GARCÍA MORENO. EL APORTE EVOLIANO:

Yo me considero un hombre de la Tradición –así Tradición con T mayúscula- de hecho me considero un Tradicionalista radical y revolucionario. La Tradición es la juventud de lo eterno y está sobre y más allá de cualquier ideología política caduca, de cualquier etiqueta de derechas o izquierdas- así derechas  e izquierdas con d e i minúsculas-. Como ya he dicho el mayor y peor enemigo de la Tradición es el conservadurismo. La Tradición no es el apego inmóvil, estéril e insensato a una costumbre, no; tan así que esta se configura como la única vía real para una ascensión efectiva y perenne en nuestro país y en el mundo, haciendo tabula rasa para comenzar de cero, devolviendo el significado a la palabra re-volución.

En ese sentido todos los grandes tradicionalistas revolucionarios han sido factores de dinámica y definición histórica increíble.

El día de ayer se ha anunciado que este año no habrá feria de toros en Quito por sus tan manoseadas fiestas de fundación, y yo apoyo ese hecho. Mi base para eso además de personal, es histórica y de convicción re-volucionaria (volver a los orígenes). Quien me conoce sabe que mis referentes son los hombres y las mujeres de acción –la mejor oración es la acción- que han llevado adelante la única vía del Hombre, que es hacia lo alto.

A diferencia de muchos noveleros he mantenido una coherencia anti-taurina prácticamente toda mi vida. Desde niño, cuando alguna vez fui llevado a la plaza, aprecié  como un espectáculo insensato a las corridas los toros, en el trayecto de mi pubertad y adolescencia tomé un rechazo aún más notorio hacia esta manifestación decadente sobre todo desde un aspecto social, debido a que entonces atravesaba por una profunda misantropía (que no la he superado del todo y que nunca lo haré) antihumana, y como tal me repugnaba ver que los toros ofrecían el escenario perfecto para un espectáculo aberrante de complejos y taras individuales y colectivas, además del horrible efecto y nulo resultado de la muerte del animal a vista del resto de animales “racionales”. Por lo mismo no me sorprende hoy que está de moda ser anti-taurino, muchas tarados (individuos, que no personas, llenos de taras) se hayan cambiado de bando y hayan olvidado cuando iban a la plaza con el jean, la camisa y el sombrero de rigor… además de la bota de vino y del vulgar españolismo de temporada… y así sin más celebren la desaparición de lo que alguna vez inflaba su ego pleno de inseguridades y de auto-negación. No señores, yo nunca fui a la plaza de toros durante mi vida consciente y voluntaria.

Es verdad que en un principio la tauromaquia evocó un sentido mítico y simbólico primordial, si se quiere se la pudo considerar hasta como una re-presentación casi ritual solar mitráica. Re-presentación por cierto, concebida para ser observada por pocos y para realizarse por más pocos aún. Hablo en su origen, de allí en más desembocó en un despistado circo donde a costa del dolor animal se levantaban y alimentaban las pasiones más bajas de la chusma contumaz. Que en América y en el siglo XX se le haya querido dar un carácter hispanicista o hasta aristocratizante no es más que el resultado de los complejos de la “conformación social” americana esquizoide  pos “independencia” -conformación que por ser social, o sea el mero aglutinamiento de la suma de individuos no puede ser más que destructiva, contraria a la estructuración comunitaria y orgánica-.

El más vivo ejemplo de cómo la Tradición y la tradición no han estado en concordancia en este asunto, es el hecho histórico que uno los grandes pilares de la Tradición hispánica como lo fue Isabel la Católica haya sido una ferviente “anti-taurina” en su época, al punto de prohibir la feria en todo su reino, por considerarla cruel y embrutecedora, medida que posteriormente tuvo que ser derogada debido a la gran presión popular en contra de esta –Isabel debe ser recordaba y evocada en cuerpo entero, por ej. en su lucha contra los millonarios y anárquicos señores de Castilla- . Asimismo, resalta el hecho de que el Papa  Pío V, santo de la Iglesia Católica, también haya prohibido mediante bula la participación de fieles de su religión en ese espectáculo. Ya en nuestros pagos, debemos recordar que el quiteño Mons. Gaspar de Villaroel en el siglo XVII promovió y de hecho prohibió para los feligreses de su diócesis la participación ya sea como partícipes o como espectadores en las corridas. Finalmente en el siglo XIX, Gabriel García Moreno, considerado erróneamente por los sectores conservadores como un conservador (una vez uno de los más enfermizos conservadores ecuatorianos que he conocido me dijo que “si alguien fue realmente revolucionario en el Ecuador, ese fue García Moreno”), en realidad un tradicionalista revolucionario –como bien lo calificó Jorge Luna Yepes-, también llegó a prohibir las corridas de toros y las peleas de gallos, por considerarlas indignas, hecho que finalmente no pudo perdurar debido a la presión telúrica de la masa democrática que por entonces empezaba a formarse en nuestro país.

Julius Evola consideraba que a fin de permanecer en la Tradición, se debía hacer una selección de tradiciones, no todas por serla se constituyen como positivas y como realidades fundamentales de la Tradición –de hecho muchas de estas son espurias infiltraciones demónicas- . Siendo hispanista no puedo caer en el error craso de creer burdamente que las corridas de toros de alguna manera  son un estandarte de la hispanidad en este mundo en ruinas, decir eso, es como decir que si en el caso de que fuera germanista reivindicara el Oktoberfest (fiesta folklórica alemana donde la cerveza tiene una importancia crucial) como un ejemplo de esa supuesta germanidad, en medio de tragos y canciones burguesas, celebrando el Oktoberfest en la Alemania del XXI, donde los principios fundadores del germanismo como la jerarquía y la distinción disciplinada no existen más. Asistir hoy por hoy al Oktoberfest como prueba o defensa de la germanidad es tan ridículo como apoyar las corridas de toros en Quito por una supuesta hispanidad.

Me alegro en lo profundo que no haya corridas de toros este año y espero que se abolan de una vez por todas. Una fiesta vaciada de contenido y significado no tiene por qué ser. En lo futuro preferiría evocar y si me es posible participar, antes que nada, en el “deporte” preferido hispano: la guerra.

¡No señores! El folk-lore no es Tradición. La Tradición es la juventud de lo eterno y como el fuego a donde llega alumbra y quema.

Francisco Núñez del Arco Proaño / 2012-11-16           



Y: ¿qué harás, tú que aún VES SIN VER cuando Kundalini diga OM y sobrevenga TU MUERTE?
noviembre 13, 2012, 10:47 am
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“¿Qué harás, tú que aún crees QUE EL SEXO ‘ES MALO’,
cuando Kundalini diga LAM
y tus gónadas SE SEQUEN?

Y: “¿qué harás, tú que aún padeces ANGUSTIAS Y TEMOR,
cuando Kundalini diga VAM
y tu suprarrenal SE DISUELVA?

Y: “¿qué harás, tú que aun SUFRES Y GOZAS
por las cosas del mundo, y aún sientes el FUEGO de la ira
y el FRIO de la indiferencia, cuando Kundalini diga RAM
y tu páncreas SE CALCINE?

Y: «¿qué harás, tú que aún AMAS y ODIAS,
cuando Kundalini diga YAM
y tu corazón estalle y SE VOLATILICE?

Y: «¿qué harás, tú que aún HABLAS y ESCUCHAS,
cuando Kundalini diga HAM
y tu tiroides SE DESINTEGRE?

Y: «¿qué harás, tú que aún VES SIN VER,
cuando Kundalini diga OM
y sobrevenga TU MUERTE?”

 



El estilo de la milicia revolucionaria

Comparto  un artículo asombroso por su claridad, su compromiso y su ímpetu en la necesidad de acción. Escrito hace 59 años, exulta la juventud de lo eterno:

El estilo de la milicia revolucionaria (1)

Por Jorge Crespo Toral (2)

 

Solamente quien es capaz de hacer de su propia vida una milicia austera, puede pretender el título de revolucionario y alcanzar el privilegio de ser revolucionario. La Revolución es obra de profundo sacrificio, porque significa el choque de las ideas, los métodos y las realizaciones nuevas con los viejos sistemas asentados por años, décadas o siglos.  Por esto -y es inútil engañarse- la obra transformadora quema las vidas en el trabajo incansable, en la vigilia que agota y no da tregua, en el fracaso sin desaliento.

A nadie le puede ser dado en obsequio el triunfo de sus ideas y sus postulados revolucionarios: es preciso conquistarlo a pecho descubierto, con fiereza, sin contemplaciones. Los cambios esenciales en las costumbres de un pueblo no vienen suavemente: llegan con la rudeza de los cataclismos, tal vez teñidos en el color fecundo de la sangre.

La Revolución no es transigente. Si es necesario cambiarlo todo, porque se lo juzga y porque es viejo y corrompido, no puede contemporizarse con aquello que hay que cambiar. Lo nuevo revolucionario es distinto y contrapuesto con lo caduco y acostumbrado y deberá limpiar ardorosamente el campo para construir desde la base, sin contemplación. Ser intransigente es la primera consigna del revolucionario.

Pero esa intransigencia no solamente, es para el medio ambiente. Es para consigo mismo. No se puede jugar a ser revolucionario, por lo exteriormente atractivo que resulta llamar la atención, despertar interés o admiración en las gentes. Al revolucionario no le importa el concepto de las gentes, si lo es de veras. Le importa la verdad y cómo hacerle a esa verdad los caminos para que llegue y se implante, inclusive en contra de la comodidad o la simpatía de las gentes. El deber no es simpático ni para uno, ni para los demás. Es duro, terrible, impertinente, alegre, trágico y hermoso. Por todo esto apasiona y por todo esto se puede tranquilamente morir por él…

Así, no se Puede ser revolucionario hoy y dejar de serlo mañana. No se puede hacer la tarea en este momento y en este otro vivir en transacción con el medio envejecido. Quien así proceda ni es sincero, ni es contable para la gran batalla de la Revolución. Es imposible ser apóstol con intermitencias, dejar la calidad apostólica en el umbral de ciertas puertas de determinados salones, al filo de algunas circunstancias. Más miserable es el que cree, predica y no practica, que el que ni cree ni practica.

Por esto es que hay que militar constante y austeramente: hay que vivir para la obra que es la única explicación de la vida y hay que vivir con honor. En la tarea se conoce a los hombres y se les podrá calificar de hombres sólo si llegan al final de la lucha con la misma reciedumbre que tuvieron cuando empezaron. Los infelices se quedan en la mitad, abandonan la batalla vencidos por su pequeñez o tentados por las fáciles prebendas.

La generación actual del Ecuador ha sido señalada con el trágico y hermoso signo de la Revolución. Es inútil que alguien de esta generación quiera sustraerse a su llegada inexorable. Y si, es que así es, más vale saber afrontar el destino que nos aguarda, con dignidad y firmeza que temblar cuando llegue la hora que englobará a todos con su clarinada fervorosa y profunda.

Pero es indudable que esa transformación puede ser sólo de dos especies: la que, naciendo de nuestra propia realidad espiritual, social y material, tiende de a levantar a la Patria sobre su propio ser para engrandecerla y libertarla, mediante la unidad, la justicia, la moral y la disciplina con un sano e irrenunciable sentido de libertad; o aquella otra que, llegando de afuera, con el odio por lema, implante un régimen de supuesta Igualdad en el que no haya sino la voz de los que mandan y el silencio brutal de los que obedecen y con la cual se desvirtúe definitivamente nuestro  ser nacional cristiano, hispano-indio, espiritualista.

La hora no es para la insensata despreocupación ni para el placer irresponsable. Todo clama en nuestro derredor por una transformación integralista. Y todo exige de nosotros visión para ser los adelantados de esa Revolución, formándonos en la milicia austera del sacrificio, del trabajo incansable, de la sobriedad de vida. Como creemos en un ideal, no seamos miserables: Prediquémoslo con la palabra, pero prediquémoslo sobre todo con la práctica intransigente, diaria, sin desalientos ni reposos.

(El resaltado es mío F.M.N.P.)

_______________

(1) Aparecido en “COMBATE”, diario y órgano de Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana – ARNE; lunes 17 de Agosto de 1953.

(2) El Dr. Jorge Crespo Toral fue Jefe Nacional de ARNE, candidato por este movimiento a la presidencia nacional en 1968, abogado afamado y hombre de integridad en la militancia nacionalista y revolucionaria por más de seis décadas.



El Caudillo: perfiles, signo y sino
noviembre 11, 2012, 1:13 am
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El Caudillo: perfiles, signo y sino.

Francisco Solano López

Como la palabra caudillo ha sido mal llevada y mal traída, conviene verla con reposada consideración, sabiendo cómo fue entendida y lo que ella pesó en el ánimo y en el sentido de escritores e idiomas de antaño. El Diccionario de Autoridades –punto de arranque del rango y valor académicos en nuestra lengua- recibe del habla común y del valor léxico definitivo a la siguiente acepción de la voz Caudillo: “El que guía, manda y rige la gente de guerra, siendo su cabeza, y que como a tal todos le obedecen. Viene del Latino caput, y arrimándose más a su origen se llamaba antiguamente Cabdillo.”

La cauda va tras la cabeza de luz del cometa. El manto real, cauda del rey, la cauda cardenalicia, la cauda episcopal, la cauda canonical can tras la cabeza del rey, del cardenal, del epíscopo, del canónigo. Cuando niños estudiábamos Historia Sagrada y nos fascinaban aquellos caudillos de Yavé a quienes seguía la grey israelita: Moisés, David, Salomón, los Macabeos… Y cuando en la primera juventud estudiábamos Historia Universal, nos subyugaban, también estos casi misteriosos personajes de la Antigüedad Clásica,  de la Edad Media, del Renacimiento, de la Edad Moderna, que nos parecían capaces de mover al mundo sin otra palanca ni punto de apoyo alguno fuera de su irresistible mando. Qué seducción ejercía la historia del pueblo más racionalista que, comenzando por seguir a un tenientillo, acabó por seguir a un Emperador.

Pero tales personajes, desde Moisés hasta Napoleón –ruego al lector perdone la delimitación que, si bien estrecha, resulta claramente definitoria- ostentan el mismo perfil aun cuando las biografías de ellos sean distintas e irrepetibles. Son personajes que encarnan una situación histórica amplia y conmovida, la asumen, la soportan con toda su existencia, la encaminan a una finalidad concreta y…  luego sucumben bajo el peso de su obra. Un esfuerzo vital grandioso y misterioso les permite, sin duda alguna, ostentar un signo legible por las gentes del contorno que ve en ellos a un elegido, a un predestinado para lograr propósitos colectivos que, sin la fuerza creadora y realizadora de los caudillos, quedarían fugaces y pronto olvidados deseos.

La encarnación de un designio colectivo en la vida de un personaje singular, vuelve a dicho designio realizable, lo acrecienta y ennoblece, en tanto el aliento biográfico del caudillo haya sido animoso, fiel y leal. Cumplir la palabra empeñada es fidelidad. Dar la vida en cumplimiento de ella es la lealtad. El signo biográfico del caudillo se perfila y afirma en dos palabras: fidelidad y lealtad. Signo que la colectividad mira y mide; signo que el caudillo sobrelleva y padece; signo que es razón de vida y exaltación; signo que encamina al caudillo hacia su sino, signo que es guía y señal de la vida hacia la gloria y de la gloria hacia la muerte. Signo, en fin, que será obliterado por la tragedia, es decir por el sino. Y hay distintas formas de salir por la puerta de la tragedia, porque hay tragedias de angustia, de tristeza, de soledad, de amargura, de sangre… Estás últimas suelen ser de subida al altar donde lo profano se torna sagrado -de sacrum facere, de hacerse sagrado-, se hace sacrificio.

Dentro de este perfil, de este signo y sino, caben un caudillo y todos los caudillos, aunque sus vidas singulares vayan por alejadas rutas.

Gabriel Cevallos García