Filed under: Música | Etiquetas: 2012, año 2012, Édith Piaf, ¡Feliz 2012!, cambio de ciclo, no me arrepiento de nada, Non Je ne regrette rien
Non, Je ne regrette rien
Édith Piaf (Francia)
___
Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
Ni le bien qu’on m’a fait, ni le mal
Tout ça m’est bien égal
Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
C’est payé, balayé, oublié
Je me fous du passé
Avec mes souvenirs
J’ai allumé le feu
Mes chagrins, mes plaisirs
Je n’ai plus besoin d’eux
Balayés mes amours
Avec leurs trémolos
Balayés pour toujours
Je repars à zéro
Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
Ni le bien qu’on m’a fait, ni le mal
Tout ça m’est bien égal
Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
Car ma vie
Car mes joies
Aujourd’hui
Ça commence avec toi…
Filed under: Tradición | Etiquetas: 25 de diciembre, Carlomagno, Coronación, Imperio, Navidad, Sacro Imperio Romano Germánico, Sol Invencible, Solsticio
Navidad: Cuando el Sol empieza a elevarse el 25 de Diciembre venciendo a las tinieblas, lo hace bajo la constelación de la Cruz del Sur; por eso los antiguos decían que después de estar tres días muerto en la Cruz, el Sol Invencible resucitaba y se alzaba nuevamente hacia el cielo: Coronación de Carlomagno como Emperador de los Romanos -año 800-, marcando la restauración del Imperio en Occidente y fundando el Sacro Imperio Romano Germánico. ¡Felicidades! -Y no, no es coincidencia-
Filed under: historia | Etiquetas: Antonio José de Sucre, Espantoso genocidio en Pasto, Genocidio, Genocidio Pasto, Guerra de independencia, independencia, Isidoro Medina Patiño, José María Obando, Libertador, Natividad, Navidad, Navidad negra, Navidad Pasto, Pasto, San Juan de Pasto, Simón Bolívar, Sucre, Una sangrienta Navidad
Conversando hace un tiempo con un académico colombiano (miembro de la Academia Nariñense de Historia y miembro correspondiente de la Academia Nacional de Historia del Ecuador) me decía que a Sucre por este salvaje episodio más se lo debería conocer como el Caín de América, antes que el ‘Abel’ como el romanticismo mitológico lo ha llamado:
ESPANTOSO GENOCIDIO EN PASTO[1]
La Navidad negra.-Diciembre de 1822
El tremendo odio que el Libertador Simón Bolívar sentía contra la ciudad de Pasto y sus moradores, por el apoyo a España, se desencadenó en la navidad de 1822, cuando las tropas patriotas, al mando de Antonio José de Sucre, se tomaron la ciudad y protagonizaron uno de los más horripilantes episodios de la guerra de la Independencia. Fue una verdadera orgía de muerte y violencia desatada, en la que hombres, mujeres y niños fueron exterminados, en medio de los más incalificables abusos. Este hecho manchó sin duda alguna, la reputación de Sucre, quien de manera inexplicable permitió que la soldadesca se desbordara, sin ninguna clase de control. Fue una navidad negra, cuyos detalles presentamos en las líneas siguientes:
Lamentablemente siempre la historia de Colombia ha estado ligada a la violencia. Ese es un hecho irrefutable que se vive hasta nuestros días, donde como todos sabemos guerrilla, paramilitares y otros grupos al margen de la ley, son causa de muerte, destrucción y secuestros.
Cómo olvidar la época de la violencia de la década del 50 del siglo pasado en nuestro país, cuando los enfrentamientos bipartidistas entre liberales y conservadores, dieron lugar a que los campos colombianos se bañaran en sangre de miles de personas, en una masacre que parecía no tener fin.
Bandoleros, como se les conocía en esa época, de estremecedores apodos como “Sangrenegra”, “Desquite” y otros, fueron responsables de matanzas que, aún transcurrido más de medio siglo, no se olvidan por su barbarie y crueldad extremas. Palabras como el “corte de franela” que no era más que un infame degollamiento de las víctimas, o el “corte de corbata”, donde a los asesinados se les sacaba la lengua por el cuello cortado, aun causan terror. Fue una violencia aterradora, espantosa, descrita en muchas publicaciones como el famoso “Viento Seco” de Daniel Caicedo” o el “Libro Negro de la Violencia en Colombia”, con sus fotografías de pesadilla en las que se muestran muertos degollados o despedazados a machete, en piadoso blanco y negro, puesto que en esos años, la fotografía a color apenas daba sus primeros pasos en nuestro medio.
Se trata de una violencia salvaje que en los últimos años se ha repetido en nuestro país con las acciones que han tenido como marco el enfrentamiento entre la guerrilla y los grupos de autodefensas. Personas despedazadas vivas mediante la utilización de sierras o lanzadas como alimento para caimanes y aves, hacen parte de las confesiones de numerosos integrantes de las llamadas autodefensas, que de esta manera no sólo revivieron los tenebrosos años del bandolerismo, sino que los superaron en maldad y exceso.
Pero estoy seguro que, a pesar de las crueldades sin cuento que se han vivido en esas nefastas épocas de la historia de Colombia, nada en el futuro podrá superar la premeditada barbarie que sufrió todo un pueblo situado en la ciudad y comarca de Pasto en diciembre de 1822 en plena guerra de la Independencia.
Solo una mente bipolar desequilibrada pudo ordenar unas acciones tan terribles, en contra de un pueblo entero. Con este ataque del ejército patriota a la ciudad, Simón Bolívar demostró una vez más su odio visceral en contra del pueblo pastuso y como instrumento de su sangrienta venganza, utilizó a su paisano, el General Antonio José de Sucre, el oficial de sus mayores afectos, quien, de manera inexplicable, permitió a los soldados a su mando el perpetrar toda clase de iniquidades, como jamás se habían visto.
Podría decirse que la saña con la que llegó el ejército republicano era producto de la corajuda guerra que les estaba dando la ciudad de Pasto y el reciente revés sufrido en Taindala. Pero nada de eso, ni siquiera el anhelo de una liberación continental para las élites “criollas”, justifica la matanza y los abusos cometidos.
Horas de horror
Trasladémonos en las líneas siguientes al 24 de diciembre de 1822. Sí, es la celebración de la Navidad, pero el pánico reina en Pasto. Ya se tienen noticias del avance del ejército patriota, al mando de Sucre. Se trata de unas tropas en las que vienen nada menos que los batallones Rifles, Bogotá y Vargas, integrados por militares de una gran veteranía, curtidos en toda clase de combates. Como si esto fuera poco, los acompañan los escuadrones de Cazadores Montados, Guías y Dragones de la Guardia, reforzados también con soldados de la vecina Quito. El día anterior, se ha sabido que ese ejército ya ha atravesado el paso del Guáitara, muy mal defendido por las milicias improvisadas que allí quedaron, por lo que el 24 se espera su llegada en cualquier momento.
La mayoría de los hombres, informados de la gran superioridad de los enemigos que se acercan y no adictos a la causa realista que suscitaran entonces el oficial español Remigio Boves, Agualongo y otros pocos, prefieren huir a las montañas. Numerosas mujeres y niños buscan refugio en las iglesias. Creen que los enemigos tendrán respeto de esos recintos sagrados, pero se darán cuenta, demasiado tarde, de su terrible equivocación.
A pocos minutos de las tres de la tarde, se escucha un grito de espanto:
¡Ya están aquí, ya están aquí!
Es cierto. Las tropas patriotas han llegado a la ciudad y luego de su extenso recorrido, aparecen en el atrio de la iglesia de Santiago, frente al antiguo camino de Caracha. El día es triste y frío y el imponente volcán Galeras se encuentra nublado, como no queriendo ser testigo de las iniquidades que en cuestión de minutos van a dar comienzo.
Prácticamente no hay resistencia en las barricadas defensivas que se han levantado. El jefe de Pasto, Estanislao Merchancano y su segundo, el comandante, Agustín Agualongo, han huido a las montañas, al darse cuenta que se encuentran en inferioridad de condiciones y que, por lo tanto, en caso de dar batalla seguramente serán hechos prisioneros o muertos.
Santiago, el primer derrotado
Entonces, en esos momentos de intenso pánico, a alguien se le ocurre decir:
¡Saquemos a Santiago para que nos defienda!
Al parecer no queda otra alternativa. Sólo un milagro puede salvar en esos aterradores momentos a Pasto y los aterrorizados moradores se lo piden al apóstol Santiago. Entonces, su imagen es colocada en medio de quienes tratan de rechazar el brutal ataque. Es una imagen increíble: por un lado los patriotas en violenta arremetida, por el otro, unos pocos hombres, con los rostros demudados por el miedo, cuya única arma es una imagen de yeso. Los minutos que siguen demuestran que los milagros no son cosa de todos los días. Santiago no sirve absolutamente para nada. Es más un estorbo, que cae al suelo en medio del fragor del combate, mientras, poco a poco, los atacantes van minando la pocaresistencia para apoderarse definitivamente de la ciudad que tantos dolores de cabeza le ha causado al proceso de emancipación de la Nueva Granada.
Dice, a manera de curiosidad, el ilustre historiador Alberto Montezuma Hurtado en su obra “Nariño Tierra y Espíritu”, que no es explicable cómo en aquellas horas aciagas, los pastusos no se hubieran acordado de su patrona, la Virgen de las Mercedes, quien seguramente habría desempeñado un mejor papel en la defensa de la ciudad, como ya lo ha demostrado en otras situaciones en la que Pasto ha estado expuesta a toda clase de peligros.
Filed under: Opinión | Etiquetas: Francisco Núñez Proaño, Natividad, Navidad, Navidad Ecuador, Navidad Quito, Saudades navideñas.
Saudades navideñas.
“It was like a spirit rising from the troubled waters of the old worlds, with the shape and lineaments of the new”.
Newman, Apologia.
“El pueblo que se vuelve irreligioso adquiere inmediatamente todos los defectos burgueses”.
Nicolás Gómez Dávila.
He vuelto a Quito para constatar que el “espíritu” navideño hoy no es más que comercio y vil metal. ¡Cuán distinto era antes!
Gracias a la longevidad de mis mayores tuve la dicha de conocer y criarme con mis bisabuelos –algún par de ellos-, gente de otro tiempo, gente que vivió con el siglo XX, presenciando las dos guerras mundiales, las infinitas revoluciones nacionales y los varios conflictos y guerras del vecindario americano, gente que era gente. Los tuve a ellos como otros tienen a sus abuelos, no los llamábamos “abuelos” sino que eran los “papás” y las “mamás”, los jerarcas de la familia extendida, el rojo crisol de donde había surgido la familia… el núcleo vivo de lo que la muerte quiere llevarse. Su misión consistió en señalar el rumbo de la unidad futura y en ser estrella anunciadora del inminente astro de su progenie.
Las tradiciones y las costumbres familiares.
Recuerdo las navidades de mi infancia en la casa de mi “Papá Pedrito”; donde una distinguida chimenea toda de bronce calentaba e iluminaba ese hermoso hogar… los recuerdo a ellos, mis bisabuelos sentados y siendo servidos junto al pesebre armado por ellos mismos, rodeados de sus hijos, sus nietos y sus bisnietos: ¡Nosotros!… Él atizando los leños a la vez que controlaba el fuego, ella abrazando y sosteniendo a los más pequeños de la familia… todos formales, todos entonando villancicos –nada más que villancicos- toda la noche con panderetas y antorchillas en las manos, aguardando ser casi media noche para rezar la novena… como un ritual encendían entonces el sahumerio que encantaba y alegraba el ambiente, y sí que eran hombres y mujeres religiosos, católicos hasta la médula, en serio… convencidos de su Fe, la profesaban no por aparentar como tantos otros en estos días, sino porque en verdad creían, estaban convencidos de que todo es así, su verdad, la nuestra.
¿Y los regalos? Claro que habían regalos, pero la Navidad con ellos no consistía en eso, la Navidad era una verdadera fiesta, era un banquete, una celebración del nacimiento del Hombre-Dios, pues el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y la familia estaba torno a él… un recorrido de lo religioso y lo culinario en las ofrendas que llevaban cada uno de mis tíos y tíos abuelos: uvas, pasas y ciruelas, nueces y almendras, ponche y cocteles de café y ron, y tamales si había… entonces la Misa de Gallo y ahí sí: el caldo de gallina, el lechón, el vino, los pristiños y el meado del niño –aunque este siempre se lo servía apenas acabada la novena-… el pavo asomó después, junto con el árbol y el viejo gordo barbón del polo norte. Nunca, nunca, nunca nos permitieron, mientras celebramos navidad en casa de ellos abrir los regalos allí, lo hacíamos en la mañana del 25 o bien el mismo 24 antes a la noche en nuestras casas –la de mis padres-, donde lo rapaz de la navidad de ahora ya se iba perfilando.
Un día mis bisabuelos se fueron, nos dejaron, como piedras preciosas fueron sustraídos por los ineludibles hados de la muerte para adornar el cielo cual estrellas… nos esperan entonces, mientras tanto solo nos queda su recuerdo.
¿Ahora? – Ahora ya casi no queda nada de eso… los tiempos transcurren y la decadencia avanza, me considero un privilegiado de haber podido al menos un tiempo haber vivido entre ellos.
Y mi corazón abriga saudades navideñas.
Tal vez solo idealizo románticamente mis años pueriles, quizá solo añoro mi infancia; pero estoy seguro que las mejores navidades –hasta ahora al menos- las pasé con mis bisabuelos.
Por Francisco Núñez Proaño
(Subjetivo en extremo)
Filed under: Poesía, Tradición | Etiquetas: Axis Mundi, Ecuador, ecuador celeste, Horacio, Sol, Solsticio, Solsticio invierno, Solsticio verano
22 de Diciembre de 2011: El Ecuador tiene el doble privilegio de pertenecer tanto a los hemisferios norte como al sur, pudiendo así experimentar -técnicamente- y por qué no decirlo, celebrar, el solsticio de invierno del norte y el solsticio de verano del sur. La noche más larga del primero y el día más largo del segundo, donde el Sol da paso a un nuevo ciclo y el ciclo rejuvenece al Sol, la más perfecta medida entre la noche y el día ocurre en el exacto ecuador celeste. Valiéndonos de esta dos fuentes solares inagotables, el norte y el sur, podemos afirmarmos como centro del mundo, el Axis Mundi:
Alme Sol, curru nitido diem qui
promis et celas aliusque et idem
masceris, possis nihil urbe Roma visere maius […]
Vivificante sol, que en tu esplendente carro nos brindas
el día y nos lo guardas, que naces diferente
siendo el mismo, ojalá nunca puedas mirar nada mayor
que la ciudad de Roma […]»
(Horacio, Carmen Saeculare, vv,1-12)
Filed under: Música, Tradición | Etiquetas: Nativitas, Navidad, San Gregorio Magno
CIENCIA TEÁNDRICA:
«El reino de los cielos, carísimos hermanos, se dice semejante a las cosas terrenas, para que nuestra alma, por el conocimiento de lo que ve, venga en conocimiento de lo desconocido, de modo que por las cosas visibles se sienta atraído a las invisibles, y excitada por lo que diariamente aprende, se enardezca y aprenda, por lo conocido que sabe amar, a tener amor por lo que no conoce.»
San Gregorio Magno, homilía 11