coterraneus – el blog de Francisco Núñez del Arco Proaño


LA REVOLUCIÓN CIUDADANA NO EXISTE O CORREÍSTA ES AQUEL QUE SE HACE PASAR POR CORREÍSTA PARA OBTENER ALGUNA VENTAJA

LA REVOLUCIÓN CIUDADANA NO EXISTE O CORREÍSTA ES AQUEL QUE SE HACE PASAR POR CORREÍSTA PARA OBTENER ALGUNA VENTAJA

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Podría extenderme en un largo artículo detallando las razones por la que la Revolución Ciudadana en el Ecuador es falsa o no existe, pero apelando a su criterio propio así como a mi capacidad de síntesis, nada más enumeraré las diez más destacadas.

La Revolución Ciudadana no existe porque:

1) No hay bases ideológicas claras ni reales, ni en su dirigencia ni en su estructura; como sucedía en la vieja partidocracia tan detestada. Sin bases ideológicas la praxis política no puede ser otra que el acomodamiento. La cultura política es prácticamente inexistente entre sus jerarcas. Razón por la cual, por ejemplo, han sido incapaces de formar “cuadros jóvenes” que sucedan a los viejos, dado que desde católicos curuchupas, pasando por indigenistas occidentalizantes, reivindicadores del liberalismo masónico anticatólico, yuppies progresistas y oportunistas de toda hora, gobiernan los unos junto a los otros.

2) Por lo dicho en el punto uno, los conceptos que se utilizan son todo y nada. Invenciones que distorsionan cualquier intención de cambio real. Entelequias como el “Sumak Kawsay” (Buen Vivir), que como la nacionalidad ecuatoriana, según lo definen sus propios creadores, “es un proyecto en construcción permanente”… O sea…

3) Sin ideología real ni conceptos políticos, en la práctica se hace lo que dice Correa, es decir, caudillismo sazonado con pragmatismo, medidas coyunturales que de momento parecen correctas y que después se vuelven contra sus propios implementadores.

4) Económicamente el gobierno del Ecuador es neo-desarrollista, neo-keynesiano, reformista, nada de socialista revolucionario, de lo que marxistamente hablando podríamos decir revolucionario, es decir que transforme o cambie directamente las estructuras de poder. Más bien las estructuras anteriores se han fortalecido más que nunca –entiéndase los monopolios y oligopolios comerciales, por ej.-

5) Así, el modelo capitalista está intacto, sólo que con las trabas de un control estatal que peca de desesperación para obtener recursos y que no permite un desarrollo más “natural” de ese modelo. Una sociedad de mercado donde la lógica del juego de la oferta y la demanda, de que todo se compra y se vende, domina cada aspecto del desarrollo humano y social. Ejemplificador es el hecho de que, “paradójicamente”, ha sido el gobierno de la Revolución Ciudadana el que más ha incentivado el consumismo.

6) A pesar de la tan cacareada soberanía, en la práctica la colonización mental es un hecho desde el Presidente de la República hacia abajo. La mayor prueba de esto es el proyecto de la Universidad Yachay, la “universidad del conocimiento” que pretende hacer despegar al país… Despegar con dependencia académica y mental del primer mundo. Harvard, el MIT y Yale son los referentes correístas en educación superior. El objetivo sigue siendo imitar a la angloesfera , no ser nosotros mismos. El intelectual criollo con experiencia y ciencia, por su parte, ha sido relegado por no figurar o cumplir con los requerimientos absurdos de indexación o 20 mil posgrados o por no alabar al gobierno.

7) Y a colación del punto anterior, se evidencia el afán oficial de crear una tecnocracia educada en Europa y Estados Unidos, donde los nuevos tecnócratas no sólo regresan con dos o tres posgrados, sino y sobre todo vienen a reproducir y replicar los mecanismos de dominación y vinculación con el mundo impartidos en los centros de pensamiento global a donde asistieron, es decir, lo único que sus acomplejados y lavados cerebros son capaces de hacer –entiéndase ideología de género, igualitarismo social atroz, etc.-.

8) Revolución más rara ésta, donde no hay reflexión, mucho menos debate ideológico, cultural, político, histórico, etc. Se ha llegado a la síntesis sin pasar por la tesis y por la antítesis. No se disiente, sólo se asiente.

9) Por todo lo mencionado, en especial por la falta de formación política y cultural real, o mejor dicho por la deformación política y cultural de la dirigencia de Alianza País, el gobierno ha ido acomodándose paulatinamente a muchos de los lineamientos del sistema al que dice oponerse, queriendo ocultar esta grave falta con lirismo revolucionario desde un primer momento: “La patria ya es de todos”; «Avanzamos patria»… etc., etc., etc.

10) Y vemos con “sorpresa” como el Socialismo Revolucionario de Siglo XXI, antiimperialista de la boca para afuera, ha acabado de reinsertar al Ecuador en el sistema financiero internacional con la solicitud de préstamos al Banco Mundial, por ejemplo, después de haberlos echado “a patadas” del país, con el lirismo revolucionario acostumbrado. Ni hablemos de los Bonos Global o de la negociación de la reserva de oro con Goldman Sachs o mucho menos de los préstamos chinos y la nueva dependencia hacia el gigante de Oriente.

Finalmente, recordemos que ya van 8 años de gobierno. Seguir responsabilizando al pasado por la realidad actual es un ejercicio irreal, engañoso y engañador. Hay que ser gil o correísta (léase la definición en el título de la nota) para seguir creyendo en algo que no es y que nunca fue una revolución.

(La mente revolucionaria objetará que tenemos carreteras y tenemos a Rafael; así como también tenemos educación y salud… Habría que ver hasta dónde… Después de todo son servicios humanos básicos que todo gobierno revolucionario o no -obviemos el hecho de que toda revolución se pasma cuando copa la estructura del Estado-, siempre debe brindar, para lo cual ha sido elegido y de donde no se desprende ningún mérito propio. El deber se lo cumple porque debe ser cumplido, no para ser reconocido o menos utilizado.)

Simpliciter Francisco



CATILINA Y LA COMPLEJIDAD DE LO POLÍTICO

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María Augusta Calle reconoció hace unas semanas que en el actual gobierno y por tanto en el que vendrá, existen “tendencias”. Tras la victoria de ayer, desde la Plaza Grande el presidente Rafael Correa ha expresado que se siente más identificado con una “derecha moderada” que con una “izquierda infantil”. Además le tendió la mano a Lasso, le guiñó el ojo a Acosta (absurdo político) y quiso coquetear con Obama (sin comentarios). A todo esto, es claro que, al menos para quienes tratamos de ver todo el panorama, en el proceso político que se ha denominado Revolución Ciudadana existen ideas, propuestas e intereses enfrentados, quien sabe si hasta fines dispares. Que hay un sector de la derecha económica que apoya al gobierno no es un hecho desconocido para nadie. Que hay otro sector de la derecha ideológica que ven a Rafael Correa como el “hombre necesario”, tampoco debería sorprender. Que el marxismo cultural hace de las suyas en otra ala del gobierno tampoco es novedad.  Que al actual proceso político se le siga calificando como de “izquierda” clásica por muchos es un desplante mal intencionado y propio de mentes tropicales, de mentes limitadas.

Perón, ese conductor político que reivindicaba la “tercera vía” en su momento, allá en la década de los 70’s y en otra plaza, la Plaza de Mayo, echó a la izquierda radical de su entorno encarnada en la figura de los Montoneros, literalmente los echó a los gritos… ¿Ayer Rafael Correa terminó de echar a los tira piedras (MPD, PCMLE, Pachakutik y demás ultraizquierdistas financiados por la CIA) de la plaza con sus palabras? ¿Las tendencias de las que habla Calle, son similares a las tensiones que acabaron haciendo del peronismo todo y nada a la vez? ¿Se puede ser políticamente correcto con el presidente de un país con una política criminal como los EE.UU.?Preguntas que cada uno de ustedes deberá responder. Sin embargo, espero que no suceda a este gobierno un “correismo”, que se convierta como lo que ya es un “peronismo” en Argentina, o sea que en realidad abarca todo el espectro político, una realidad inentendible y nada práctica que acaba abortando todos los fines Políticos (Ver: EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO de Carl Schmitt) de cualquier país, y los enfrasca cada vez en los medios políticos de su interioridad.

Catilina, ese Catilina maltratado por la historia oficial de Roma -y hasta por algún literato ecuatoriano-, en donde en cambio se ha exaltado a ese perfecto modelo de burgués que fue Cicerón, simbolizó  y simboliza para la historia de los siglos la complejidad del proceso político de la última etapa de la República de Roma. Etapa en la que ya todos eran nada y lo que alguna vez fue aristocracia había degenerado en oligarquía, con un buen aporte de sangre extra patricia llena de oro. Ese Catilina en toda su complejidad murió en medio de la guerra civil, en plena batalla ofreciendo su propia vida como ofrenda para el futuro. Sus sucesores, Julio César y Augusto le devolvieron a Roma el único atributo que podría haberla salvado: La Unidad. De la complejidad y el caos resurgió la gloria de Roma que aún perduró por siglos y de la cual siguen muchos reclamándose herederos. La América del Sur del siglo XXI, el Ecuador en particular, me recuerda insistentemente a la Roma del siglo I a.C. ¿Seremos capaces de retomar la unidad liberadora como continente? ¿Habrá un Julio César y un Augusto para el Catilina que representan los actuales procesos políticos en todo el continente?

Eso señores, depende de nosotros, que bien podríamos quedarnos sentados pensando más sobre la complejidad de los procesos políticos, del proceso político por el que atraviesa Ecuador, o bien y mucho mejor en ese caso, debemos salir a construir con las herramientas (infraestructura y estabilidad política) que tenemos a nuestras manos y a luchar con las armas (cultura e información) que sin propósito alguno están desperdigas en el campo de Marte del Estado-nación.

Como siempre, el futuro nos pertenece si así decidimos hacerlo.

Simpliciter Francisco



30-S: un comentario.

Carl Schmitt

Como un hecho histórico, no puedo más que deplorar las muertes de hace exactamente un año; como un hecho político no puedo más que admirar la astucia del gobierno actual. Podría escribir un extenso artículo con citas eruditas, tratando de dar una explicación coherente y racional a las dinámicas política  y social que propiciaron el 30-S, y todo eso sería en vano, debido a que vivimos en un país plagado de obtusos, comenzando con la «oposición política» al gobierno que no entiende ni sabe como oponerse inteligentemente al proyecto político que está llevando a cabo ahora el Presidente Rafael Correa. A todos ellos, y a todos ustedes queridos lectores, les voy a resumir -y ahorrarles plata y tiempo de un curso de Ciencia Política- todo en una simple formula:

Concepto de lo político: ubicar al enemigo = Al enemigo no se lo discute, se lo combate = Poder.

Simple ciencia política schmittiana. Que no solo explica el 30-S, sino que explica el surgimiento del gobierno actual y su sorprendente sostenimiento en el tiempo para un Estado acostumbrado a convulsiones, puebladas y golpes de cafetín y puro polvo. Y además, esta simple fórmula da la clave para todo aquel o aquellos que quieran -o pretendan- oponerse y triunfar en el intento al gobierno nacional. Mientras la oposición siga hablando de concenso, de acuerdos, de nuevos pactos o contratos sociales, de tolerancia, respeto, libertad de expresión y palabrerías inútiles a los oídos de las masas elctorales y de los intereses de los grupos y sectores de poder, no podrán vencer democráticamente a Rafael Correa. Recuerden, vivimos en el Ecuador de los obtusos, no en la Suiza de los ciudadanos.

El próximo candidato a la Presidencia de la República desde la oposición que pretenda triunfar debería proponer los tres puntos siguientes si quiere asegurarse una victoria sólida sobre Alianza País:

1) Libre comercio con Raymundo y todo el mundo.

2) Ecuador, la totalidad del territorio: zona franca y libre de impuestos de toda índole.

3) Pena de muerte.

Se trata de accesibilidad al poder. No se trata de estar de acuerdo o no con estos puntos,  en mi caso particular no expresan mis opiniones políticas personales, pero aplicando la fórmula de más arriba, solo quien se lanze con este discurso podrá triunfar como oposición frente al gobierno nacional.

Si Rafael Correa se mantiene en el poder por un período presidencial más, en el Ecuador habrá procesos históricos socio-políticos irreversibles. De ser así, todos serán correistas en el futuro, desde la izquierda hasta la derecha reivindicaran a Correa, así como pasa con Perón en Argentina: «Todos somos peronistas»… «Todos somos correistas».

Por Francisco Núñez Proaño

PS. Si alguien o algunos llegan a recoger estas flores de mis palabras y llegan a hacerlas fructificar, no está de más decirles que les agradecería una embajada, no acepto ministerios.



Imperio e imperialismo en Jorge Luna Yepes y Julius Evola.

Imperio e imperialismo en Jorge Luna Yepes y Julius Evola.

«D. Carlos, por la divina providencia emperador semper augusto». Retrato de Christoph Amberger, 1532.

En el estudio de los sistemas políticos comparados, que decepcionantemente la mayoría de veces se reduce a las distintas formas de democracia, Imperio e imperialismo parecerían sinónimos, sin embargo, a la luz de la concepción tradicionalista de Julius Evola por un lado, y nacionalrevolucionaria o de tercera posición de Jorge Luna Yepes por el otro, son antítesis “lo más opuesto” que pueda concebirse.

En la historia de las ideas, en particular de las ideas políticas ecuatorianas, pocos pensadores han alcanzado un grado de claridad y penetración sobre las causas de la decadencia de la idea política y su expresión plasmada en la realidad: el Estado. Jorge Luna Yepes, prácticamente un desconocido en nuestros días, fue un líder político ecuatoriano, así como historiador, y figura máxima del movimiento de tercera posición Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana durante la segunda mitad del siglo XX.

En el caso particular de este artículo nos interesan sus ideas políticas desarrolladas y expuestas en sus escritos a lo largo de las décadas, específicamente la de Imperio y la de imperialismo; Luna entendía a ambos conceptos como enfrentados entre sí, y así nos lo señala claramente, definiendo al Imperio de la siguiente forma:

“Vosotros sabéis que una vez fuimos tan grandes que en nuestras lindes el sol no se ponía. Y siendo esto una verdad en el campo físico, lo era más profundamente en el campo del espíritu… (el) Imperio español de la decadencia, fue quedar confiadamente en el campo de la inactividad. Nosotros tenemos que reaccionar contra algo que se hizo vicio nuestro, pero que no fue de nuestros mayores. Esta inactividad después del éxito no es consustancial con el genio hispano… Si un día fuimos grandes, ¿Cómo no hemos de volver a serlo cuando sirvamos en plenitud a nuestros no igualados destinos?… tenemos que lanzarnos a la reconquista de lo que fue nuestro. ¿Qué fue nuestro? Nuestra fe, nuestra grandeza imperial. El Imperio. ¿Imperialismo? Imperialismo, no…”[1]

En cambio, imperialismo para él significa lo siguiente:

“¿Y cómo no vamos nosotros a volver por lo que antes fuimos? ¿Cómo vamos a rehacer este Imperio? Os decía que como imperialismo, no. Imperialismo es el sentido hegemónico de un pueblo sobre otro pueblo, que salta sobre las cuestiones de derecho, que salta por encima de la justicia. Esto no es de nosotros. Debemos ir a una reintegración de los pueblos hispánicos. ¿Qué se llame Imperio? Es discutible. El nombre es menos importante…. Afirmación imperial, no… imperialista”.[2]

A su vez, históricamente concebía un orden específico dentro de la estructura cultural de la colonia, describiendo una vida que “discurre sencillamente, sin ostentación… la vida hogareña y ciudadana de Quito en la unidad del Imperio”[3], y cuando se refiere a al quiteño Miguel Jijón y León (nacido en Cayambe), primer Conde de Casa Jijón,  acentúa sus “grandes trabajos a favor de la Patria y del Imperio”[4]. Queda entonces asentado por Jorge Luna Yepes que el Imperio es una unidad física y sobre todo espiritual, que debe ser recuperada, y además; el imperialismo no equivale a Imperio, sino que es su adversario de alguna manera al ser un sistema político hegemónico de un pueblo sobre otro, es decir, un sistema de opresión y explotación del centro hacia la periferia, contrario al sentido de unidad trascendente y en función del bien común explícita e implícita del Imperio.

De por sí son destacables los conceptos de las ideas políticas de Imperio e imperialismo que presenta Jorge Luna Yepes, con una visión desprejuiciada y nada común en el Ecuador, por aportar con estas a un mejor y más pleno entendimiento de nuestra realidad política-histórica en el continente americano; donde la palabra Imperio se volvió sinónimo de la explotación capitalista estadounidense, siendo usual escuchar a los sectores ideológicos de izquierda –sobre todo- referirse despectivamente a Estados Unidos como “el imperio”, e incluso haciendo alusiones similares –en el sentido de explotación capitalista- a otros países, en particular a España por su claro pasado imperial en América.

Por su parte el pensador tradicionalista italiano Julius Evola, también desarrolló no solo la contraposición de Imperio e imperialismo, sino que dota al Imperio de un sistema relacionado de aplicación para estos tiempos, basado en la experiencia y el desarrollo histórico de los imperios a lo largo de la historia universal[5]. “El fundamento de todo Estado verdadero es la trascendencia de su principio de la soberanía, de la autoridad y de la legitimidad”[6]. Evola pudo definir el Imperio de esta manera:

En épocas precedentes se pudo hablar de un carácter sagrado del principio de la soberanía y del poder, o sea del Estado[7]… idealmente, una única línea conduce de la idea tradicional de ley y de Estado a la de Imperio[8]… Un ordenamiento político, económico y social  creado en todo y por todo para la sola vida temporal es cosa propia exclusivamente del mundo moderno, es decir, del mundo de la anti tradición. El Estado tradicionalmente, tenía en vez un significado y una finalidad en un cierto modos trascendentes, no inferiores a los mismos que la Iglesia católica reivindicó para sí en Occidente: él era una aparición del ‘supramundo’ y una vía hacia el ‘supramundo’[9]… Después, los Imperios serán suplantados por los ‘imperialismos’ y no se sabrá más nada del Estado a no ser que como organización temporal particular, nacional y luego social y plebeya.”[10]

Marcos Ghio, el principal traductor de la obra de Julius Evola al castellano y uno de sus principales estudiosos, detalla ejemplificando históricamente estas diferencias entre Imperio e imperialismo:

Por una parte “el romano buscaba el Imperio, más que para poder vender sus productos y comerciar mejor, más que para enriquecerse, tal como acontece con los actuales ‘imperialismos’, para plasmar en la existencia de una idea de justicia y de sacralidad; y era dentro de tal contexto místico como Roma se erguía a sí misma como el centro espiritual del universo, en la cual los distintos pueblos de la tierra hallaban un orden superior a su mera inmediatez y a sus apetitos materiales, consiste en un equilibrio dador de sentido último a sus acciones. Así como el alma es el centro ordenador de un cuerpo evitando por su acción que sus partes se desintegren en una lucha incesante entre sí y en un flujo espontáneo hacia la nada, el Imperio es ese mismo orden superior en el seno de los pueblos y partes diferentes en que se compone una civilización, o aun la humanidad en su conjunto, de arribarse a la idea última de Imperio universal.”[11] Y por otra “la idea moderna de imperialismo, el que no representa otra cosa que una extensión de la economía, queriendo significarse con ello además el otro dogma moderno de que los hombres en última instancia solo se movilizan en la vida en función de satisfacer apetitos materiales y que por lo tanto la política y el imperio no serían sino la consecuencia o ‘superestructura’ de dicha disciplina”.[12]

A todo lo expuesto, me ha llamado poderosamente la atención; y considero este mi aporte particularísimo al estudio de las ideas políticas comparadas (en el Ecuador y el mundo); la coincidencia que se genera entre los postulados del pensador y político ecuatoriano Jorge Luna Yepes y los del pensador de la Tradición italiano Julius Evola, y no solo eso, además el hecho de que se generaron estas ideas casi simultáneamente en ambos. Siendo conceptos políticos inéditos hasta entonces tanto en América como en Europa: la dicotomía entre Imperio: unidad política con un fin común trascedente y espiritual (descontando de por sí el bien común); e imperialismo: función de explotación económica internacional[13] y  sus definiciones detalladas más arriba. Surgiéndome esta interrogante: ¿Cómo es posible que dos personas, al parecer del todo inconexas[14], llegaron a coincidir en sus tesis? La respuesta que puedo darle a esta es que existe algo llamado la verdad.

Por Francisco Núñez Proaño    

Addendum:

Jorge Luna Yepes desde su particular visión histórica -alguien incluso la calificó de historicista-, así como Julius Evola desde la suya -desde la Tradición-, mantuvo la idea del retorno a la unidad perdida fundamentada en el Imperio hasta el final de su vida, en el caso específico de la América hispana, en torno al Imperio Hispano:

«La guerra de la Independencia crearon odio contra España, porque la guerra fue brutal: de parte y parte. Las autoridades españolas aplicaban la ley vigente de pena de muerte para los sublevados con armas; y frente a eso,  Bolívar decretó la guerra a muerte: nada de prisioneros: todos fusilados. Cuanto odio y desolación, y de inmediato, la insurgencia dentro de las mismas filas patriotas, las conspiraciones contra Bolívar; la destrucción de sus sueños que le hicieron exclamar: ‘América es ingobernable… los que han servido a la Revolución ah arado en el mar… A cambio de libertad hemos perdido todos los demás bienes. Estos pueblos caerán indefectiblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a las de tiranuelos imperceptibles de todos los colores y razas, devorados por todos los crímenes’. Y vino la anarquía a nuestro país y vino la decadencia de España. Muchos grupos se olvidaron que España había hecho la unidad de América, con una lengua; una religión, una raza mestiza, una concepción especial de la vida. Pero, ahora, tenemos que pensar en la reacción racionalTenemos que formar un frente común de Hispanoamérica y España: y, más aún, de Iberoamérica y España y Portugal… Desde California y Nueva York, hasta Madrid y Filipinas, y la Guinea que habla español, podremos hacer fe de inteligencia… «[15]  Estas palabras fueron escritas en 1991.



[1] Luna Yepes, Jorge, Mensaje a las juventudes de España, Ediciones para el bolsillo de la camisa azul, Madrid, 1949. Las cursivas son mías.

[2] Ibídem. Las cursivas son mías.

[3] Luna Yepes, Jorge, Síntesis histórica y geográfica del Ecuador, 2da Edición, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid, 1951, pp. 297.

[4] Ibídem, pp. 309.

[5]Ver: Evola, Julius, Los Hombres y las Ruinas, Ediciones Heracles, Buenos Aires, 1994

[6]Ibídem pp. 33  

[7] Ibídem. Las cursivas son mías.

[8] Evola, Julius, Rebelión contra el mundo moderno, Ediciones Heracles, Buenos Aires, 1994, pp. 59

[9] Ibídem, pp. 55 y 56. La cursivas son mías.

[10] Ibídem, pp. 62. La cursivas son mías.

[11] Ghio, Marcos, en la Introducción a la obra de Evola: Imperialismo pagano, Ediciones Heracles, Buenos Aires, 2001, pp. 8 y 9.  

[12] Ibídem

[13] Eduard Alcántara, estudioso de la metafísica y la metapolítica, señala: “A medio camino entre el imperio español y otros de corte eminentemente antitradicional (por lo mercantilista de los mismos), como el caso del imperio británico (que alcanzó su máxima expresión en el s. XIX) o del conocido como imperialismo ´yanqui´ (tan vigente en nuestros días), podríamos situar al de la Francia napoleónica. Y no sólo lo situamos a medio camino por una evidente razón cronológica, sino que también lo hacemos porque a pesar de haber perdido cualquier orientación de carácter espiritual (el laicismo consecuente con la Ilustración y la Revolución Francesa fue una de las banderas que enarboló), a pesar de ello, decíamos, más que motivaciones de naturaleza económica (como es el caso de los citados imperialismos británico y estadounidense), fueron metas políticas las que  ejercieron el papel de motor de su impulso conquistador. Metas políticas que no fueron otras que las de exportar, a los países  que fue ocupando, las ideas (eso sí, deletéreas y antitradicionales) triunfantes en la Revolución Francesa. Percíbanse los métodos agresivos y coercitivos de que se vale el imperialismo antitradicional (como caracterización que es de un nacionalismo expansivo) y compárense con la libre decisión (Sacro Imperio Romano Germánico) de participar en el proyecto común del Imperium que, a menudo, adoptaron reinos y principados. Compárense dichos métodos con la rápida decisión de integrarse en la Romanidad a la que optaron (tras su  derrota militar) aquellos pueblos que se enfrentaron a las legiones romanas.” En su artículo “El Imperium a la luz de la Tradición”:http://septentrionis.wordpress.com/2009/02/08/el-imperium-a-la-luz-de-la-tradicion/ consultado a 27 de septiembre de 2011.

[14] No poseo ningún tipo de registro que avalen el conocimiento de Luna Yepes sobre Evola o viceversa.

[15] Luna Yepes, Jorge, “LA ANTIHISTORIA EN EL ECUADOR” -discurso de incorporación a la Academia Nacional de Historia del Ecuador- aparecido en Boletín de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, Vol. 74, N° 157-158, Quito, ene-dic. 1991, pp.160 y siguientes.



Una ecuatoriana dijo: Nancy Ochoa Antich.

Una frase profética:

“…no podemos admitir que el nuevo intelectual de izquierda reproduzca sin querer la visión pedagógica del intelectual tradicional. Nos parece que, aunque sea con la mejor intención revolucionaria, la visión pedagógica implicada en la ‘conciencia de clase’ que el intelectual pretende transmitir a través de la así llamada ‘formación ideológica’, reproduce el esquema dominador. Si bien en el intelectual tradicional servía para justificar su propia dominación de clase, en el nuevo intelectual de izquierda sirve para justificar su dominación como vanguardia política. La consecuencia lógica es que si tal vanguardia llega al poder, se convierta en una nueva clase dominante, apertrechada de antemano de la ideología justificadora de esa dominación.  En pocas palabras, nos referimos a la ideología que justifica el fortalecimiento del Estado como única vía eficaz de transformar la sociedad. Si por ‘transformación’ se entiende la industrialización del país, como lo hizo la Unión Soviética, para conseguir una sociedad igualmente dicotómica y opresora, esa transformación no vale la pena.”[1] (El resaltado es mío)


[1] Ochoa Antich Nancy, en su estudio introductorio a “El arielismo en el Ecuador”, Quito, 1986.



Debate: de la Tradición y de la Política.

Debate: de la Tradición y de la Política.

Hace unos años ya -en un anterior ciclo, en un anterior proyecto, y gracias a un anterior blog-, sostuve un enriquecedor debate con otro joven estudiante universitario ecuatoriano, radicado este en España donde concluyó sus estudios de Derecho en la Universidad de Navarra. A continuación pongo a disposición de mis lectores tan solo dos correos electrónicos -debidamente censurados y editados- intercambiados entre nosotros donde se puede apreciar el tenor del mismo y de donde he podido con los años sacar valiosas lecciones sobre la Política, la Tradición y sobre mí mismo y mis posturas algo «reaccionarias»… en todo caso cada cual podrá discenir y sacar su propia conclusión, y  ¿por qué no?… aportar al mismo con una visión de la hora.  No incluyo el nombre ni ningún dato del otro dabatiente -potente y prometedora mentalidad ecuatoriana-, debido a que al momento no poseo más contacto con él y por lo mismo no he podido solicitarle el permiso para ello -debo insistir que este blog es personal y que nadie está obligado a leerlo o peor a interesarse o quererlo-. No incluyo fechas,  ni referencias de los correos pues me parecen innecesarios para el objeto de este post. Sin más:

«La razón es sin duda fuente de verdad, mas no de toda la verdad.»

Francisco Núñez Proaño

«in medio virtus»

Aristóteles

PRIMER CORREO ELECTRÓNICO:

Estimado Francisco:

Antes que nada, y ya que veo que somos de la misma edad y estas cartas pueden estar yendo y viniendo durante algún tiempo, me tomo la libertad de tratarte de tú, si prefieres mantenerlo en profesionalidad, pues vuelvo sin ningún problema al usted.

Debo decir, también antes de seguir -y sin ningún ánimo de halagar-, que no sólo escribes muy bien, sino que resulta patente que estás dotado de un admirable intelecto.  Antes de contestar a tu extenso mail, que me ha resultado muy sugerente, voy a hacerte el envío de un libro que creo que te interesaría mucho… enviaré el libro… para que te lo entreguen en Quito.  Se trata de Ethos y polis: Bases para una reconstrucción de la filosofía política, de Alfredo Cruz Prados, catedrático de Filosofía Política y del Derecho en esta Universidad de Navarra.  El libro es el manual de estudio para la clase que él imparte en la Universidad, que es sin duda una de las mejores a las que he tenido la suerte de asistir.  Es un análisis profundo y serio acerca de qué es en realidad la Política (como dices tú, “con mayúscula”), entendida como una acción humana dotada de racionalidad (a este último punto -el de la racionalidad- me referiré más adelante) y dirigida hacia la consecución del Bien Común social.  El libro hace una crítica feroz y penetrante del liberalismo; esta crítica no está dirigida al liberalismo como ideología económica (lo que entendemos como capitalismo) o política (las Revoluciones liberales), sino al liberalismo como manera de entender lo político.  Es un libro excelente, que me inspiró para estudiar filosofía y para querer dedicarme a la Política en el Ecuador.

“Nos interesa mucho también la Política (con «P» mayúscula), mas nosotros entendemos que la misma hoy en día no se practica en nuestro medio (nacional e internacional), ya que hoy se pretende llamar Política, al mero electoralismo, o al mero economicismo (burdo y materialista de signo capitalista o izquierdizante) administrativo, disminuyendo y deformado el verdadero concepto de gobernar, es decir el de dirigir para el biencomún a los órganos o partes del Estado -tradicional, no totalitario liberal-burgués  o peor totalitario marxista o derivaciones de los mismos errores-, y SOBRE TODO el de REGIR a los hombres y a las naciones con un y para un fin trascendente mas inmanente a la vez (entendiendo la misma como un acto realizable en vida y en el Estado; gran ejemplo de ellos puede ser el Medioevo, o bien el Gobierno de D. Gabriel García Moreno en nuestra patria). Por eso, tenemos la certeza que en las circunstancias y con el «elemento humano» actual NO se pueda realizar el mismo. Mas es posible otra vías de afectación y de orientación de las personas que aún son capaces de SER y de PENSAR, en este caso la vía de la «cultura», del conocimiento de la VERDAD (con «V» Mayúscula), y de la ACCIÓN en la misma.  Nuestro objetivo es ese, al momento.”

Todo lo que dices en este párrafo me parece sensato.  Sin embargo, debo hacer una pequeña puntualización.  Hablas de “regir” a los hombres y a la sociedad con un fin trascendente e inmanente en la mira.  Aunque es sin duda verdad que la construcción de una ética ciudadana y la formación moral de la sociedad son tareas fundamentales de la Cosa Pública (entre otras instituciones, como son las iglesias, la familia, etc.), no creo que es función de la comunidad política el dirigir a los ciudadanos hacia lo trascendente.  El cristianismo (a pesar de lo que muchos sospechan sin saber) ha dado a Occidente una de las joyas de entre nuestros “dogmas” políticos: a saber, la separación -que no indiferencia o rechazo- entre la Iglesia y el Estado.  Este principio -elemental- establece que tanto la Iglesia como el Estado poseen sus propios ámbitos de acción y competencias.  Tan absurdo sería que los gobiernos dispensasen los sacramentos o hablasen “en nombre de la fe cristiana” como que la jerarquía eclesiástica se inmiscuyese en tareas de defensa, relaciones internacionales o administración de justicia civil.  Al Estado no le compete dirigir a los ciudadanos hacia Dios, ni enseñarles cómo hacerlo, pues si esto fuese así la Iglesia, como tal institución diferenciada de otras, no tendría verdadera razón de ser.  Lo que el Estado (o si se prefiere, la polis, la comunidad política) debe garantizar es que los ciudadanos y sus instituciones religiosas gocen de la libertad suficiente para poder vivir con plenitud esas exigencias trascendentes.  La religión es una actividad esencialmente privada en cuanto que se dirige hacia lo más íntimo de la persona, pero es también esencialmente pública en cuanto que, por un lado, se vive colectivamente y de cara a la sociedad, y por otro, es competencia de la comunidad política el fomentarla y respetarla.

“Como Ud. podrá haber apreciado nosotros tampoco nos etiquetamos, de hecho estamos sobre las ideologías imperantes actualmente, pero debo decirle que entendemos que la Política -de verdad- no es mutable -en su esencia, mas si en sus formas o instituciones-, por lo mismo  y por principio  nuestro referente ante ello, es la Tradición, es decir  la Verdad reflejada en la historia de las naciones, las personas y las sociedades por medio de los principios religiosos(de religar, volver a ligar, a unir)-divinos. No está de más decir que hoy vivimos en un mundo contra-traidicional.”

Creo que no me expresé bien.  La Política es, en teoría, una cosa que, por su misma esencia, debe poseer ciertas características para poder seguir llevando ese nombre.  Evidentemente no podemos llamar Política al acto de emitir una sentencia judicial o al acto de educar a un hijo.  En este sentido puramente conceptual, la Política no es mutable: es lo que es, por así decirlo.  Al decir que es mutable, me estaba refiriendo justamente a lo que aludes seguidamente, a que no ha revestido las mismas formas a lo largo de la historia, y sus instituciones no han sido eternas en los diferentes entes políticos que han existido.  Una mirada al pasado nos muestra cómo los hombres se han regido a sí mismos a lo largo de los siglos, por lo cual la historia es una formidable maestra en la formación del político.  Sin embargo, debo discrepar -por las mismas razones a las que he aludido antes- acerca de que sean los principios religiosos los que enseñan al hombre a vivir políticamente.

La verdad revelada por Dios y contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición eclesial no versa, por su mismísima naturaleza, sobre lo político, sino sobre lo personal, en el sentido más amplio y profundo del término.  La religión, por así decirlo, se encuentra en una esfera superior a la Política, en cuanto que se maneja en el terreno de lo sobrenatural, y nos enseña verdades que no sólo son eternas, sino que son además plenas.  La Política es una acción humana, incluso podríamos decir que los humanos inventamos la Política como una manera de regirnos y dotarnos de civilización.  Como bien dices más adelante, el arma con la cual los humanos hemos sido dotados por Dios para enfrentarnos con el mundo es fundamentalmente la razón, a la que yo añadiría la autonomía de la voluntad (o más bien, la libertad personal).  Pues bien, siendo la Política un fenómeno humano (el fenómeno humano, por antonomasia), sus paradigmas y parámetros no son trascendentes o sobrenaturales, sino mundanos (o talvez sea más apropiado decir “del mundo”) y racionales.  Las verdades que los humanos nos encontramos en el día a día y en la acción Política no son eternas ni plenas, pero no por ello dejan de ser verdades.  Es verdadero, ex ipsa natura rei (por la misma naturaleza de las cosas), que el que ha recibido un dinero en préstamo debe devolverlo en justicia, como también es verdadero que aprobar una ley del aborto es políticamente (no sólo religiosa o éticamente) incorrecto.

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