Filed under: historia | Etiquetas: Cacique, documento para la historia, Ecuador, España, Guayaquil, guerra Inglaterra España, Imperio español, Imperio hispano, indio, indio Ecuador, indio realista, Inglaterra, Isla de la Plata, Jipijapa, Manuel Inocencio Parrales Guale, Quito, realistas, San Lorenzo de Jipijapa
«Pide providencia
Dn. Manuel Inocencio Parrales Guale, Cacique principal y Gobernador del Pueblo de San Lorenzo de Jipijapa, en la jurisdicción de la ciudad de Guayaquil, por mi propio dro. (derecho) sin intervención de la Protectoría, parece ante V.A. en la mejor vía y forma y Digo: que es imponderable el indefenso tesón y amor con que he servido a V.C.R.P. (Vuestra Católica Real Persona) pues perdonando al sueño, he vivido desvelado en mirar por sus Rs. (Reales) intereses, y de los individuos de la basta jurisdicción de mi Pueblo, a cuya consecuencia en obsequio de ellos, y deseoso de libertarlos de unos derechos con que los oprimían con erogación de gruesas cantidades, tuve por medio oportuno seguir mi ruta, y peregrinación, exponiendo mi persona a varios riesgos en tan dilatada estación, transitando diversos aires y climas, y elevar mi causa hasta presentarla al Trono, y besar los pies de mi amo el REY (mayúsculas en el original), para conseguir su Rl. Piedad. Estos poderosos estímulos de predilección hacia S.M. movieron a mi persona a presentarla con toda generosidad en la pasada Guerra, y servir con mucho honor, poniendo Guardas y Centinelas en los Puertos de aquel distrito para su custodia.
Hoy que habiendo llegado al referido mi Pueblo de Jipijapa a esta ciudad, en solicitud de varios asuntos pecualiares y privativos a mi empleo, he entendido la publicación de la declaración de la Guerra con la Potencia Inglesa, y la nuestra Española. Y contemplando a mi Augusto Soberano en este conflicto, siendo todo mi objeto servir a Dios y a S.R.P. con la mía,, y las de mis dos hijos Don. Manuel Antonio y Don José María, si fuere posible hasta derramar la última gota de nuestra Sangre, y rendir las vidas, la ofrezco esta y la de dichos mis hijos, protestando poner veinte y cinco hombres más de los sujetos Principales de aquel Lugar, uniformándolos, [aún en medio de mis cuitas y escaseces (sic) a que he quedado reducido con mi dilatado viaje a España en solicitud del alivio de mis compatriotas] a mi costa, y ministrándoles todos aquellos adminículos necesarios para su convoy a los tres Puertos de Sn. José, Callao y Salango, inmediatos a la Isla de la Plata, y del continente de dicho, mi Pueblo,…»[1]
[1] Archivo Nacional del Ecuador, Serie Milicias, Caja N°3, expediente 20, del 24 de enero de 1797.
Filed under: Geopolítica, historia, Historia secreta América | Etiquetas: 12 de febrero de 1542, 12 de febrero de 2012, 470° aniversario del descubrimiento del río Amazonas, Antonio José de Sucre, batallón Albion, Cristóbal de Acuña, descubrimiento río Amazonas, Ecuador, España, Españas americanas, Francisco de Orellana, Francisco Núñez Proaño, geopolítica Ecuador, geopolítica inglesa, geopolítica Quito, Gran Bretaña, Inglaterra, José de San Martín, Juan José Flores, Quito, Quito y la geopolítica inglesa, río Amazonas, Simón Bolívar, Thomas Maitland, Una propuesta para humillar a España, William Pitt
Queridos lectores: A continuación comparto con ustedes mi artículo «Quito y la geopolítica inglesa: 1698-1830 Una breve aproximación histórica» enriquecido con los aportes documentales de mi investigación más reciente realizada en los archivos y bibliotecas de la ciudad de Buenos Aires en la República Argentina. Coincidentemente el día de hoy 12 de febrero de 2012, se conmemora el 470° aniversario del descubrimiento del río Amazonas por Francisco de Orellana esta misma fecha en el año 1542 con una expedición que partió de Guayaquil y Quito en 1541:
Quito y la geopolítica inglesa: 1698-1830 Una breve aproximación histórica
“Los ingleses considerados como pueblo, son tan imprudentes, tan estrechos y tan poco prácticos en cosas políticas como cualquier otra nación. Pero poseen una tradición de confianza, pese a su gusto por los debates y las controversias públicas. La diferencia esta que el inglés es ‘objeto’ de un Gobierno con antiquísimos y triunfantes hábitos” – Oswald Spengler
Quito en el mundo de los siglos XVI Y XVII
Algo más de un lustro después de haber sido fundada San Francisco de Quito trascendió por primera vez al ámbito de las líneas geopolíticas europeas debido al descubrimiento del río más largo y caudaloso de la Tierra[1], llamado inicialmente por “los argonautas de la selva” sus descubridores españoles: “Río San Francisco de Quito” y finalmente “Río de las Amazonas”.
La expedición que había partido de Guayaquil y Quito en 1541 y llegó a célebre término en la desembocadura del “río-mar” en el Océano Atlántico en 1542. El conquistador y descubridor Francisco de Orellana firma en Valladolid las capitulaciones conformes con el Príncipe Regente de Castilla, Felipe de Austria, en ausencia de su padre Carlos I de Castilla y V del Sacro Imperio Romano Germánico, quien se encontraba fuera de España tratando sus asuntos europeos, entonces se le conceden los títulos de Adelantado y Capitán General de la Nueva Andalucía a Orellana que sin embargo no pudo ver sus expectativas cumplidas al morir tres años después en las playas Atlánticas del Amazonas que descubriera un 12 de Febrero de 1542[2].
Tuvo que transcurrir casi un siglo para que en 1637-38, el explorador Pedro de Texeira al servicio Felipe III de Portugal y IV de Castilla respectivamente, remontara el curso del Amazonas desde el Atlántico hacia Quito, reconfirmando así la posibilidad y la existencia de comunicación directa entre el Océano Atlántico y el Virreinato del Perú. Conformando así una realidad bi-oceánica de facto para los Reinos americanos con todas las implicaciones geopolíticas de este hecho de por medio. En 1639 la expedición se volvió a realizar desde Quito hacia el Gran Pará por decisión de las autoridades virreinales, pero en esta ocasión Texeira fue acompañado por los jesuitas Cristóbal de Acuña y Andrés de Artieda[3], personas de confianza de la Audiencia de Quito, delegados del Virrey del Perú. Por órdenes superiores Acuña realizaría una importante y mundialmente conocida crónica de esta exploración.
Entre 1542 y 1639 la Monarquía Hispánica tuvo prohibido a sus súbditos penetrar o escribir sobre el gran Río Amazonas.[4] “Oficialmente estaba proscrito describir al Amazonas geográficamente, peor darlo a conocer al mundo, pues, había el temor de que potencias enemigas, que asediaban el subcontinente sudamericano, “invadieran” el río-mar apropiado por España, cuando éste era todavía una maraña inexpugnable y su extensa cuenca fluvial era virgen para el mundo occidental, con la excepción de la incursión de Orellana… Tales potencias eran además Holanda, Inglaterra, Francia y Portugal, las cuales habían recibido ‘concesiones’ de la corona para ‘colonizar’ Guyanas y la desembocadura del río.”[5]
En 1640, Cristóbal de Acuña presentó su relación al Rey Felipe IV de España. Se llama a esta la “crónica breve” donde se incluía un mapa del curso del Amazonas hasta las faldas de los Andes con Quito como cabecera política de la región. Su informe y mapa, fueron prohibidos de publicarse por ser “estratégicamente importantes”[6], como se diría ahora “reserva geopolítica”… “en la jerga de seguridad del Consejo de Indias, los papeles de Acuña eran ‘clasificados’ para las preocupadas autoridades de la corona. Y por ello: ‘hásele mandado no saque a la luz nada, porque los enemigos no emprendan continuar esta navegación y perficcionarla’.”[7]
Debido a estos hechos “Acuña tuvo entonces que volver a escribir una segunda relación, eliminando de aquella los detalles geográficos y estratégicos inconvenientes a la Corona… la orientación de la segunda crónica será amplia y diversificada en secciones y apostillas elegantes. Esta es la crónica oficial, la que ha venido leyendo y conoce el mundo occidental desde los años señalados (1641, 1645). Su ficha es: Nuevo Descubrimiento del Gran río del Amazonas, el año de 1639, por la Provincia de Quito, en el Reyno del Perú. Madrid.”[8] [9]
Esta crónica tendrá tremendas consecuencias geopolíticas para el Imperio Hispánico.
1698: Inglaterra pone sus ojos en Quito.
Geopolíticamente hablando el primer documento público, o uno de los primeros documentos públicos ingleses que hace referencia a Quito[10] es la edición inglesa de 1698 de la crónica de Acuña: Voyages and discoveries in South America. The first up the river of Amazons to Quito in Peru, and back again to Brazil, perform’d at the Command of the King of Spain by Christopher d’ Acugna… Done into English from the Originals… London, printed for S. Buckley, 1698.[11] Aquí se señala acuciosamente:
“Las siguientes relaciones son de los descubrimientos de las partes más ricas del mundo, aún no pobladas por los europeos, y otras que aunque poco conocidas, dignas… por todas las bendiciones de paz, ningunas otras parecen tan encantadoras o rentables que (para) la navegación y el comercio, especialmente para la nación inglesa (el resaltado es mío), cuyo genio es mucho más inclinado a las mejoras en el mar y las plantaciones en el extranjero, las cuales traen gran riqueza al reino, particularmente esas en América, donde los españoles por su mala conducta han dado oportunidades a algunos de sus vecinos para poner una parte de la riqueza y el comercio de esta vasta tierra extensión de tierra. El frecuente saqueo de sus ciudades (poblaciones) y aprovechamiento (sic) de sus barcos por los ingleses, franceses, y los holandeses, puso a Felipe III en la búsqueda de nuevas vías de transporte de los tesoros de Perú, Chile, y (Nueva) Granada hacia España para lo cual [la costa en el Golfo de México es bien conocida tanto como las de Europa] ordenó desde la Corte en Madrid a los gobernadores de Brasil y Perú enviar (una misión) para intentar la navegación del gran río de las Amazonas, allí donde se encontraron (practicable o prácticamente en francés en el original) el oro, plata, y otras mercancías del Perú (la Real Audiencia de Quito incluida) y de países adyacentes que podrían ser enviados hacia el sur (down –sic) por el Pará, donde poner y abordar a los galeones que se encuentran menos expuestos allí, que en Cartagena, Porto Belo, o Vera Cruz, las averiguaciones (sobre) la boca de ese río son desconocidas y peligrosas a los extraños – extranjeros.”[12] [13]
Esta primordial declaración de los intereses sobre estas regiones “tan encantadoras” y “rentables para la navegación y el comercio, especialmente para la nación inglesa”, demuestra el inicio de un plan estratégico de desestabilización del Imperio Hispánico con el objetivo de sustraer del espacio español americano a las Provincias o Reinos de las Indias Occidentales para beneficio y usufructo de la esfera geoeconómica y comercial inglesa, es decir, para constituir a estas regiones en Estados tributarios de lo que más tarde se denominaría el Reino Unido de Gran Bretaña.
Notable es que en esta misma edición inglesa de la obra del Padre Acuña, se incluya un mapa del norte de la América del Sur: Perú, Quito, Reino de Granada (Kingdom of Granada), Los Quijos, Venezuela, Nueva Andalucía, Guyana, Carabuyanas y Brasil; con una precisión destacable para la época y donde el río Amazonas nace en Quito:
La delineación geográfica del trazado del mapa se basa indudablemente y como se señala allí mismo en la relación de Acuña. Convirtiendo a Quito un objetivo estratégico inglés, la llave para las riquezas del Perú que podrían ser transportadas por el Amazonas hacia el Atlántico por el Pará como se menciona en la introducción precitada del libro.
Clara y acertada fue la previsión de las autoridades españolas en prohibir la difusión de los detalles relacionados a la cuenca del río Amazonas, donde los intereses de sus adversarios globales le acarrarían el desmembramiento de sus provincias ultramarinas.
1711: “Una propuesta para humillar a España”.
A comienzos del Siglo XVIII el atraso de España respecto de Francia e Inglaterra era considerable. En el intento de recuperar la supremacía española, la dinastía real de la Casa de Borbón inició una serie de transformaciones conocidas como reformas borbónicas. En América tales medidas fueron motivo de descontento y estimularon ideas de sedición sobre todo en los sectores afectados por las mismas. Carlos III fue el máximo exponente de esa voluntad de reformas, pretendiendo con estas hacer más eficiente la administración del Estado; liberar el comercio, impulsar la educación y las ciencias, aumentar los tributos, y sobre todo concentrar el poder político en la Corona violentando de esta manera muchos fueros tradicionales de las Españas europeas y americanas[14], generando así una severa crisis económica en el Reino de Quito.
El tramado de la historia nos devela que existieron intereses mucho más poderosos detrás de la crisis a lo largo del continente y en particular en Quito. En un folleto extraño por su poca difusión y perturbador por su alevosía titulado “Una propuesta para humillar a España”, escrito en 1711 en Inglaterra “por una persona de distinción” se menciona un funesto plan para acabar con la Monarquía Católica Hispánica, atacando su principales puntos y centros de poder y comercio, que entonces gravitaban en torno al núcleo continental del Virreinato del Perú, los actuales Ecuador, Perú y Bolivia. Se dice allí de Quito:
“…dada la considerable falta (?) que tienen de estas mercaderías (textiles ingleses), que tanto necesitan el consumo de ellas, aumentaría, porque nuestros productos y tales son irrazonablemente caros (debido a la restricción del libre comercio en ese entonces), por las razones ya mencionadas, y así los pobres y aún los comerciantes, hacen uso de las telas de Quito para sus vestidos y solo los mejores usan géneros y telas inglesas. Pero si de una vez, nosotros podemos fijar nuestro comercio, por el camino que yo propongo (directamente por Buenos Aires y a través del continente hacia el interior, sin tener que pasar por Cádiz), con seguridad, arruinaríamos, en pocos años, la manufactura de Quito (el resaltado es mío).”[15] [16]
Tal como sucedería finalmente hacia finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX hasta la mal llamada independencia. Irónicamente puedo decir que con sorpresa. Este se conformó entonces como un plan estratégico británico en 1711 para conquistar las Provincias de España en América.
La apertura del comercio trajo devastadoras consecuencias para Quito y la sierra centro-norte del actual Ecuador. Los paños ingleses introducidos a precios más bajos que los quiteños, significaron la pérdida del mercado del norte del Virreinato del Perú. La necesidad de remitir fondos para la defensa de Cartagena de Indias ocasionó la escasez del circulante. La crisis económica estuvo acompañada de una grave convulsión social ocasionada tanto por las rebeliones indígenas[17], como por la creciente incertidumbre de los barrios, quienes en forma tradicional protestaban contra esta situación al grito de “¡VIVA EL REY! – ¡ABAJO EL MAL GOBIERNO!”, demostrando así que ante todo y más allá del pronunciamiento el Rey era el Rey. Un Rey distante pero benévolo.
El largo siglo XVIII – Plan Maitland-Pitt
Desde la elaboración del plan para humillar a España que como se puede comprobar fehacientemente con los hechos históricos sucedidos desde entonces fue cumplido al pie de la letra hasta la formal secesión de Quito y de las demás Españas americanas respecto de la España europea, transcurrieron 111 años (1711-1822), un largo siglo XVIII decadente por causa de la acción externa de Inglaterra y de la extenuada biología política imperial hispana.
El general escocés Thomas Maitland diseñó en el año 1800 un “Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y Quito”, donde se expone como Inglaterra se propone la conquista de la América del Sur. Para 1804 este plan fue adoptado por el Primer Ministro británico William Pitt (el joven). Maitland en despacho a Pitt delimita la acción a ser concretada con estas palabras:
“Estimado Señor: Hace un tiempo tuve el honor de someter a su consideración el borrador de un plan para atacar los asentamientos españoles en el Río de la Plata. Mi objetivo era procurar a Inglaterra un beneficio grande, aunque en cierto modo limitado, abriendo un nuevo y extenso mercado para nuestras manufacturas… que tuviera como objetivo la emancipación de esas inmensas y valiosas posesiones y la apertura de una fuente de permanente e incalculable beneficio para nosotros, resultado de inducir a los habitantes de los nuevos países a abrir sus puertos y recibir nuestras manufacturas, de Gran Bretaña y de la India… Una expedición a Caracas desde las Antillas, y una fuerza enviada a Buenos Aires, podrían realmente proveer la emancipación de los colonos españoles en las posesiones orientales, pero el efecto de tal emancipación, aunque considerable, no podría jamás ser tenido por seguro en las más ricas posesiones de España en la costa del Pacífico, y es menester observar que la razón por la cual los españoles han asignado importancia a sus posesiones orientales es que ellas sirven como defensa para proteger sus más valiosas posesiones occidentales… Por lo tanto, yo concibo que, con vistas a un impacto sobre el conjunto de las posesiones españolas en Sud América, nada de sustancial puede lograrse sin atacar por ambos lados, aproximadamente al mismo tiempo (Nota del autor del artículo: Bolívar y San Martín), con un plan y una coordinación tales que nos permitan reducirlos, por la fuerza si fuera necesario, en todas sus inmensas posesiones sobre el Océano Pacífico.”[18]
¿Y Quito? Pues como señala el nombre del plan, los objetivos son el Perú y Quito:
“… un ataque sobre ambos lados sin conexión o relación entre sí, aun cuando ambos sean exitosos, no nos conduciría a nuestro gran objetivo que es abrir el comercio de toda Sudamérica (en concordancia con el plan de 1711)… La perspectiva de un beneficio inmediato e inmensa riqueza naturalmente inclinará a los participantes en esta operación a dirigir sus miradas, de inmediato, a las ricas provincias de Perú y Quito… Chile se convertiría en un punto desde el cual podríamos dirigir nuestros esfuerzos contra las provincias más ricas… El fin de nuestra empresa sería indudablemente la emancipación de Perú y México [Quito], lo cual solo se podrá mediante la posesión de Chile.”[19]
Así concluye el decisivo documento. La recóndita política exterior inglesa en esta ocasión había de coronar sus aspiraciones con los objetivos cumplidos pocos años más tarde. Simón Bolívar y José de San Martín fueron por lo tanto meros ejecutores de los planes británicos.
La invasión anglo – caribeña.
El capacitado historiador guayaquileño Jaime Rodríguez denominaría acertadamente al proceso de separación e independencia forzada por parte de las tropas bolivarianas como “la conquista del Reino de Quito”. El iluminado y anglófilo Bolívar[20] no tenía la intención de permitir a Quito, ni a Guayaquil, ni a Cuenca decidir sobre sus destinos:
“Los americanos no estaban subyugados por los ‘brutales españoles’: durante la mayor parte del Antiguo Régimen, la Monarquía española no mantuvo un ejército regular en América, y cuando se formó uno tras la Guerra de los Siete Años (1756-1763), la mayoría de los oficiales y soldados eran americanos. La Monarquía española nunca tuvo los recursos para dominar el Nuevo Mundo por la fuerza, especialmente después de seis años de guerra encarnizada en la Península y de la ocupación francesa de 1808-1814. La lealtad de los pueblos de la región (América) hacia la Monarquía española fue producto de una cultura política compartida y de los lazos sociales y económicos. En el caso específico del Ecuador, es importante situar la ‘revolución de Quito’ en un contexto más amplio y examinar lo que sucedió entre el fracaso de la Junta de Quito a finales de 1812 y la declaración de independencia de Guayaquil, a finales de 1820. En esa época había muy pocos españoles en América. Si el pueblo del Reino de Quito hubiera querido la independencia, podría haberse rebelado mucho antes de 1820. En lugar de ellos, ejércitos venidos de Colombia forzaron a Quito a aceptar su separación de la Monarquía española y a asumir un estatus secundario dentro de la nueva nación colombiana… irónicamente, la emancipación tuvo como resultado la conquista del Reino de Quito por parte de las fuerzas colombianas”.[21]
Inglaterra como instigadora de la subversión, no solo que permitió el reclutamiento de mercenarios, sino que alentó el mismo; llegaron en cantidades considerables los ingleses para engrosar las filas de los separatistas, completando 720 en 1817, a los que se sumaron nada menos que 5088 incorporados en 1819. Todos estos actuarían taxativamente para la consecución de los fines de sus amos.
Bolívar mandó a Antonio José de Sucre a Guayaquil con 700 soldados para la liberación de la sierra quiteña. Sucre se puso al mando no sólo de los efectivos colombianos, sino también de un contingente de tropas guayaquileñas e inglesas, estas últimas ordenadas en al Batallón Albión bajo el comando de los generales John Illingworth[22] y Daniel Florencio O’Leary[23] [24]. Una vez que Sucre se instaló en Guayaquil, intentó penetrar la sierra por Alausí, pero fracasó en dos ocasiones. En vista de esa experiencia, cambió de estrategia, incursionando por Cuenca, donde el poder realista había sido restaurado. Con la ayuda de un contingente enviado por San Martín, Sucre derrotó a las tropas realistas acantonadas en Cuenca en febrero de 1822. Las tropas realistas se retiraron a Quito donde estaba su comandante Melchor Aymerich. Luego Sucre avanzó hacía Quito con 3.000 efectivos enfrentándose exitosamente con el ejército realista de Melchor Aymerich en las faldas del Pichincha el 24 de mayo de 1822. Los 3000 mil efectivos que ganaron la Batalla del Pichincha eran mayormente soldados reclutados en Colombia, Venezuela e Inglaterra como correspondía al ejercito multinacional que había armado Bolívar, sin embargo no se encontraban quiteños en el mismo.
Julio Albi explica el siguiente dato fundamental acerca de la batalla de Pichincha:
“El Ejército realista, en la que sería su última batalla en el reino de Quito, estaba formado sobre todo por americanos. Los jinetes procedían todos del reclutamiento local (criollos y quiteños por tanto). En cuanto a los infantes, el batallón de Tiradores de Cádiz era ‘casi todo de europeos… y los otros Cuerpos españoles o realistas, compuestos de americanos’ ”[25]
Ingleses versus quiteños: Papel destacado en esta batalla fue el protagonizado por el Batallón Albión[26]. Carlos García Arrieche lo refiere así:
“La oportuna y decisiva participación del Albión en Pichincha, en aquel memorable 24 de mayo de 1822, ha quedado perpetuada y reconocida en el fragmento del parte oficial del combate emitido por el general Sucre, donde expresa: ‘Las municiones se estaban agotando… Tres compañías del Aragón, el mejor batallón realista estaban ya a punto de flanquear a los patriotas, cuando llegaron, con el resto del parque, las tres compañías del Albión, con su coronel Mackintosh a la cabeza; y entrando con la bizarría que siempre ha distinguido a este cuerpo, puso en completa derrota a los de Aragón.”[27]
Presagio de un futuro de dominación y coloniaje económico, cultural y cada tanto –cuando lo ameritara- político. La luz que vino del norte arrasó con todo a su paso.
Después de la celebración del triunfo, Sucre presionó al ayuntamiento quiteño para que incorporara al territorio de la Real Audiencia de Quito a la República de Colombia. Aunque algunos miembros de la aristocracia quiteña se resistieron, el ayuntamiento finalmente cumplió con el pedido de Sucre. En junio de 1822, Bolívar entró a Quito después de haber derrotado a efectivos realistas en Pasto.
“Aceptando las exigencias británicas dentro de los rumbos trazados por Bolívar” el 18 de abril de 1825 se firmó entre los plenipotenciarios de Gran Bretaña y la Gran Colombia el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, “que no difiere sustancialmente” de los tratados celebrados ese mismo año por las Provincias Unidas del Río de la Plata y Chile, y más tarde por Perú y México con la gran potencia talasocrática. Para cuando el Ecuador se constituyó como un Estado “soberano” separado de la Gran Colombia en 1830, ya tenía normadas sus relaciones exteriores, comerciales y políticas, en condiciones de exclusividad con Inglaterra, aún antes de dotarse de su norma fundamental, de su primera Constitución.[28]
The Aftermath: Colofón del vasallaje.
Finalmente, la geopolítica inglesa había extendido exitosamente las líneas de sus redes hasta Quito como pretendía desde 1698. El hemisferio americano había sido transferido de Provincias o Reinos de España a Estados tributarios ingleses. Leviatán se había impuesto sobre Behemot y la isla (extra-europea) del creciente interior se enseñoreaba en el creciente exterior de la tierra, en la periferia del mundo desarrollado como se diría hoy.
El general Juan José Flores –venezolano de nacimiento-, primer presidente del Estado del Ecuador (tributario de Inglaterra) desde mayo de 1830 –sin la denominación de República por entonces-, lo reconocería por decreto con estos términos:
“Juan José Flores, Presidente del Estado del Ecuador, etc. Habiendo tenido noticias oficiales de la muerte de S.M.B. el Rey Jorge IV y deseando dar un testimonio público del gran sentimiento que ha cabido al Gobierno de ese Estado y a todos sus habitantes, por la pérdida de un monarca que ha sido el más firme apoyo de nuestros derechos en la gloriosa contienda de la libertad e independencia de Colombia y que supo estrechar con ella muy leales y francas relaciones de amistad, comercio y navegación.
Decreta:
Art. 1°- Todos los individuos del Ejército y Marina (¿Cuál marina? ¿Los mercenarios y súbditos ingleses como el almirante Illingworth acaso?) llevarán por ocho días consecutivos desde la publicación de este Decreto, el luto prevenido por el Reglamento sobre divisas y uniformes de 20 de julio de 1828. (!)
Art. 2°- Por igual tiempo pondrán todos los empleados públicos un lazo negro en el brazo izquierdo y en particular en el sombrero. (!)
Art. 3°- El Ministro Secretario del Despacho, queda encargado de la ejecución.
Quito, a 28 de Octubre de 1830.
J.J. Flores.”[29]
Con estos rigurosos honores a un monarca británico iniciábamos pomposamente nuestra vida “independiente”.
Por Francisco Núñez del Arco Proaño
UN ENLACE RELACIONADO: QUITO: DE REINO INDUSTRIAL A REPÚBLICA BANANERA.
[1] Los más recientes estudios geográficos dan cuenta del Amazonas desde su origen fluvial es el más largo del mundo con 6800 km, seguido por el Nilo con 6756 km.
[2] Salvador Lara, Jorge, Quito y el Emperador Carlos V, Quito, 1958.
[3] Andrés de Artieda, Lector de Teología del colegio de Quito. Desconozco si el Padre Artieda era criollo o no.
[4] Burgos Guevara, Hugo, La crónica prohibida. Cristóbal de Acuña en el Amazonas, Ed. Fonsal, Quito 2005, pág. 17
[5] Ibídem
[6] Ibídem, pág. 89
[7] Ibídem
[8] Ibdídem, pág. 19 “Adicionalmente debemos mencionar que el Memorial de Acuña, elevado al Real Consejo de Indias el 20 de marzo de 1641, tuvo una primera edición con el título mencionado antes. No quedan ejemplares de esta obra, por lo que ha circulado más la Relación reproducida en la conocida crónica del padre Manuel Rodríguez, El Marañón y el Amazonas, publicada en 1684. Todas las ediciones siguientes, en inglés, francés, portugués, alemán y español, se han basado en la edición de 1684.”
[9] Ibídem, págs. 91-92. Autoridad como Jaime Regan dice de este libro: “De ella quedan muy pocos ejemplares en el mundo, llegándose a cotizar uno de ellos en el mercado de anticuario en USA $10.000 (USD)”. “No se debe confundir esta segunda crónica con la primera, no solo por las implicaciones de deformación histórica, sino porque la primera ha permanecido enclaustrada en Roma, y su identidad ha sido confundida ante la conciencia mundial. La crónica primigenia, escrita por Acuña, reza así: RELACION DEL DESCUBRIMIENTO DEL RÍO DE LAS AMAZONAS OY [sic] RIO DE SAN FRANCO DEL QUITOY DECLARACIÓN DEL MAPA EN DONDE ESTÁ PINTADO. Fue encontrada por Hugo Burgos G. en Archivum Romanum Societatis Iesu (Letras Annuas de la Vice provincia de Quito y el Nuevo Reino en los Reynos del Peru 1605-1669, R.et Q. 15I,-9, Folio 274-280). El documento es manuscrito, paleografía jesuítica de comienzos del siglo XVII.”
[10] Como lo hemos referido: entiéndase que al referirnos a Quito abarcamos a todo el actual territorio de la República del Ecuador, de la entonces Real Audiencia de Quito (que incluía territorios del actual sur de Colombia y norte del Perú) y del conocido Reino de Quito-del denominado Departamento del Sur de la Gran Colombia-. La Audiencia y finalmente Capitanía General de Quito –Sede virreinal de facto con Mourgeon-.
[11] Voyages and discoveries in South America. The first up the river of Amazons to Quito in Peru, and back again to Brazil, perform’d at the Command of the King of Spain by Christopher d’ Acugna… Done into English from the Originals… London, printed for S. Buckley, 1698. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia de la Repúplica Argentina – Buenos Aires. Se señala en la introducción al mismo: “Accordingly they departed (Father d’ Acugna and Pedro d’ Texeira) from Quito Jan. 16. 1639 and arrived at Para Dec. 12. following. Thence he went into Spain, and presented to the King his Master an –amuse- relation of the said River; which was published at Madrid in 1641, and entitled Nuevo descubrimiento del gran Río de las Amazonas, in 4…”
[12] Ibídem, Introducción, traducción del autor del presente artículo.
[13] Un precedente histórico del denominado eje multimodal Manta-Manaos.
[14] Espinosa Fernández de Córdoba, Carlos, Historia del Ecuador en contexto regional y global, Ed. Lexus, Barcelona – España, 2010., pág. 432.
[15] “Una persona de distinción”, Una propuesta para humillar a España, traducción, advertencia preliminar y notas del Capitán de Fragata Bernardo N. Rodríguez, Ed. Del Comando en Jefe de la Armada de la República Argentina, Libros e impresos raros, Buenos Aires, 1970, pág. 20
[16] “Curiosamente” esta ruta de “libre comercio” que preveía el folleto citado fue la misma ruta que utilizó José de San Martín para su campaña “libertadora” desde Buenos Aires al Perú y culminada por las huestes de Lavalle en las batallas de Riobamba y Pichincha, campaña que se vería rematada con sendos tratados comerciales con Inglaterra.
[17] El historiador Carlos Espinosa Fernández de Córdoba señala al respecto: “Hay que recordar que la fiebre de sublevaciones indígenas que persistió a lo largo del siglo anterior (siglo XVIII) no constituyó una verdadera amenaza al sistema imperante”, Ob. Cit., pág. 437
[18] En: Terragno, Rodolfo H., Maitland & San Martín, Universidad Nacional de Quilmes – Argentina, 1998; y Diario íntimo de San Martín. Londres 1824. Una misión secreta, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2009.
[19] En: Terragno, Rodolfo H., Maitland & San Martín, Universidad Nacional de Quilmes – Argentina, 1998; y Diario íntimo de San Martín. Londres 1824. Una misión secreta, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2009.
[20] Así opinaba el “Libertador” sobre Quito: “… hombres tan malvados e ingratos. Yo creo que le he dicho a Vd., antes de ahora, que los quiteños son los peores colombianos. El hecho es que siempre lo he pensado, y que se necesita un rigor triple que el que se emplearía en otra parte. Los venezolanos son unos santos en comparación de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe.” Bolívar a Santander, Pativilca, 7 de enero de 1824, en Vicente Lecuna, Cartas del Libertador, Tomo IV, págs. 12-14.
[21] Rodríguez, Jaime, La revolución política durante la época de la independencia – El Reino de Quito 1808- 1822,Coporación editora nacional, Biblioteca de Historia Volumen N° 20, Quito, 2006,, págs. 35, 36, 37
[22] Illingworth es ancestro de muchos oligarcas ecuatorianos y de algún separatista guayaquileño. Como Jefe de la Escuadra unida del Perú y Colombia, sostuvo el sitio de El Callao y conjuntamente con el general Salom; “tuvo el privilegio” de recibir la capitulación de esa plaza fuerte –el último baluarte del Imperio en la América del Sur- el 21 de enero de 1826.
[23] Representando al gobierno británico asistió a los solemnes actos del traslado de los restos del “Libertador” a Caracas, en 1842 colaborando para que las ceremonias resultasen “dignas” del célebre hombre. Al sugerir en una comunicación al Foreign Office –para quien trabajaba desde 1840 cuando se reincorporó formalmente al servicio de “Su Majestad Británica”- la conveniencia de enviar un navío de guerra para escoltar al barco que conduciría a La Guaira desde Santa Marta, las cenizas de Bolívar, O’Leary recalcaba: “Ningún gesto podrá satisfacer más a los pueblos de Venezuela y Colombia que esta muestra de respeto a la memoria de un hombre de Estado que en toda su vida pública mostró siempre un sincero deseo de mantener estrechas relaciones con Inglaterra”.
[24] Cabe destacar que muchos de estos ingleses y sus descendientes pasaron a formar parte de la oligarquía plutocrática ecuatoriana, paradigmáticamente representados por la familia Wright, gracias a las propiedades y dineros robados a sus legítimos dueños por acción y “gracia” del “Libertador” que supo como recompensar a sus mercenarios.
[25] Albi, Julio, Banderas olvidadas- El Ejército realista en América”, Ed. De Cultura Hispánica, Madrid, 1990, pág. 328
[26] García Arrieche, Carlos, Británicos en la Emancipación Ecuatoriana, aparecido en el Boletín de la Academia Nacional de Historia Vol. 59, núm. 127-128, ene-dic. 1976, Quito, pág. 54
[27] Ibídem.
[28] Este Tratado mantendría su plena vigencia hasta cuando se firmó otro de índole similar esta vez entre el Ecuador ya como República separada y Gran Bretaña durante el gobierno de Diego Noboa.
[29] Homenaje póstumo del Gobierno ecuatoriano, por la memoria de S.M.B. el Rey Jorge IV, de Gran Bretaña en Historia Diplomática de la República del Ecuador del Dr. Jorge W. Villacrés Moscoso, quien señala al respecto: “Entre los actos más significativos y por cierto curiosos, que merecen resaltarse en las relaciones entre nuestro país e Inglaterra, figura el homenaje póstumo, que rindió el Gobierno Ecuatoriano, presidido por ese entonces por el General Juan José Flores, con motivo de la muerte de S.M.B. el Rey Jorge IV, y lo hizo mediante el decreto correspondiente datado el 28 de octubre de 1830, es decir a los pocos meses de haberse separado el Ecuador de la Gran Colombia y constituídose en estado independiente.”
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Reproduzco el siguiente texto a manera de homenaje y como obra de difusión de la lúcida pluma de Jorge Salvador Lara con ocasión de su lamentable fallecimiento este 8 de febrero de 2012:
Quito y el Emperador Carlos V*
por Jorge Salvador Lara**
“Nuestro Señor la muy alta e muy poderosa imperial persona de Vuestra Majestad guarde por muy largos tiempos e le haga Señor del Mundo”
– Sebastián de Benalcázar
Casi ocho años después de que el iluso y místico y extraordinario Almirante de la Mar Océana descubriera el Nuevo Mundo, se enciende en Gante aquella luz portentosa que llegaría a ser la Sacra, Cesárea, Católica Majestad de Carlos V. La Reina Isabel, acosada ya por las penas, recibe la consoladora nueva: a rompe cinchas de brioso corcel un mensajero le anuncia el nacimiento del hijo primogénito de la Princesa Juana acaecido en Flandes aquel 25 de febrero de 1500. Pero la ilustre soberana no conoció a su nieto, y cuando entregó su excelso espíritu al Creador, recordando al Rey Fernando que le esperaba “en el otro siglo” (1), su pensamiento poderoso e íntegro hasta la hora postrimera, debió depositarse con insistencia en la figura lejana de aquel Príncipe, que crecía en los Países Bajos, lejos de la imperial meseta de Castilla.
Cuando en 1516, a la muerte del Rey Católico llega España a ser heredad de Carlos, ya Vasco Núñez de Balboa había descubierto la Mar del Sur. El nuevo Rey ni siquiera sabía hablar el castellano: flamenco por nacimiento y por educación, germano por temperamento y por herencia, he aquí que la corona del primer reino unificado de Europa le venía a las sienes. Instruido por hombres eminentes -Florentino Boyers llegaría a ser Papa con el nombre de Adriano VI-, y aconsejado por validos de Flandes, nadie pensaba, cuando desembarcó por vez primera en Asturias, que este adolescente de largos cabellos castaños, de frente cubierta por infantil cerquillo, de prominente mandíbula casi absurda, de ojos de raro mirar y labios carnosos y abultados (2), llegaría a ser el timbre de orgullo de la Península, la nota imperial de su historia, el arco clave de su política futura. Más bien le recibieron como a extraño: sus consejeros le conquistaron antipatías; las necesidades económicas, urgidas por su elección como Emperador de Alemania, le acarrearon resistencias; y el desconocimiento del carácter hispano, de los fueros de sus ciudades, del orgullo y la altivez peninsular -Sagunto, Numancia y Covadonga son hitos de ese modo de ser despertaron la ronca insurgencia popular de las Comunidades. Pero siete años -los de su segunda permanencia en España: 1522-1529 bastaron para afincarle definitivamente en la parda tierra de Castilla; el idioma se le entró muy a lo hondo, conquistándole; el paisaje le iluminó las miradas; y el afecto de sus vasallos le rodeó con el mismo empuje con que antes se rebelara contra él.
Cuando Carlos V murió en Yuste, el día de San Mateo, 21 de setiembre de 1558, vestido del burdo sayal de los Padres Jerónimos, era ya, es cierto, una figura ecuménica -como en su hora, lo fueran Alejandro, Julio César, Carlomagno- pero era más que nunca, español. Español en el hablar, en el pensar, en el sentir; español en la hidalguía, en las ambiciones y en la fe. Un hondo clamor se levantó entonces en el mundo: en Flandes y los Países Bajos, en Alemania, en Cerdeña, en Nápoles y en Sicilia: pero en ninguna parte fue tan señalado el sentimiento como en sus Castillas: la peninsular, la antigua; y la americana, la nueva, nombre que se daba al lejano Reino de Quito y al Perú. O en sus Españas: la europea, vieja como la historia, y la del Nuevo Mundo, México, prometedor y esperanzado.
¡La Nueva España! ¡La Nueva Castilla! Una y otra se habían descubierto y conquistado bajo su reinado. Una y otra le habían provisto de recursos para sus campañas defensivas en Europa. Ambas habían iniciado bajo su nombre el camino de la fe, de la cultura occidental y del progreso. Y en ambas, Moctezuma y Atahualpa, monarcas universales como él, cada uno en su órbita, habían caído ante el coraje -ciego, rapaz, avasallador: era el signo de la época- de sus capitanes, mezcla de centauros, de aventureros y de apóstoles.
La extraordinaria figura de Carlos V es, en nuestra historia inicial, el augusto panorama de fondo. Apenas vuelto a España, en 1522, recibe informes completos de la extraordinaria hazaña de Hernán Cortés. Y, aunque lamenta la pérdida del tesoro de Moctezuma robado por corsarios franceses en alta mar, le nombra, desde Valladolid, “Gobernador e Capitán General de la Nueva España e Provincias della” (3), mediante provisión de 15 de octubre de 1522. De inmediato empieza a poner su preocupación y entusiasmo en aquellas Indias apartadas y misteriosas, que un extraño navegante ofrendara a su ilustre abuela. Y no solamente le agrada que de ellas empiecen a llegarle cuantiosos recursos: se compenetra también con la ambición de la Reina Isabel, expresada en varios codicilos y en su testamento: “atraer a los moradores de las dichas islas e tierra firme a que se conviertan a la nuestra Sancta Fee Cathólica”; “tratar muy bien e amorosamente a los dichos indios, sin que les fagan nengún agravio”; “no consentir ni dar lugar a que los indios vecinos e moradores de las dichas Indias, ganadas e por ganar, reciban enojo alguno en sus personas e bienes, mas sean bien e justamente tractados” (4).
Tal vez hacia 1526 debe haber oído el Emperador, por primera vez, hablar de Pizarro: “Tengo enviada a la Mar del Sur una armada”, (5) le escribe Pedrarias Dávila, Gobernador de Panamá, dándole cuenta de la empresa organizada por aquél, en unión de Luque y Almagro. Y dos años después conocería la primera relación que de aquel importante viaje se hace, escrita por Francisco López de Jerez, y largo tiempo atribuida a Juan de Sámano (6). ¿Cómo y cuándo llegó esta Relación a la Biblioteca Imperial de Viena, en donde actualmente se halla? No lo sabemos, pero seguramente el Emperador la envió a la capital del Archiducado –que había heredado de su padre-, sea para alentar a los vieneses en su lucha contra los turcos -que bajo el mando de Solimán amenazaban a la ciudad, luego de apoderarse de Belgrado-, sea para, en vista de las prometedoras tierras cuyas riquezas se vislumbraban en la Relación, poder negociar algún empréstito. A nuestros ojos, las páginas escritas por Xerez son de incalculable valor histórico: constituyen la primera descripción de las costas ecuatorianas, descubiertas por Bartolomé Ruiz. Se oyen, en ellas, citar por vez inicial los nombres- que hoy nos son tan propios -Atacámez, Coaque, Jama, Caráquez, Charapotó, Salango- y otros muchos que la toponimia no ha conservado. Y i extraña coincidencia!, en la balsa manabita que encontrara el piloto español -según se lee en la Relación- los navegantes aborígenes llevaban ya estos tres colores: “gualda, azul e carmesí”, ¡que hoy constituyen la bandera del Ecuador! (7 y 8).
¡Cómo habrán ido pasando, uno a uno, los episodios descritos en esas páginas, ante los ojos del Emperador, absorto en la lectura! Está en plena juventud: sus 28 años se han, visto ya obligados a la guerra, para defenderse de Francisco, su primo, desilusionado por no haber sido él quien ciñera la corona imperial. En Quiroz, primero, pero sobre todo en Pavía, las fuerzas del monarca español habían vencido a las del Rey francés y éste, llevado preso a España, conoció la generosidad cristiana de su primo y suscribió el Tratado de Madrid. Carlos V era- ya, pese a sus pocos años, un soberano no sólo poderoso sino además prudente, previsor, sagaz. Lejos quedaban los nombres de Chiévres, el valido flamenco, tan odiado de los españoles; y el venerado del Cardenal Cisneros, gran paladín de la catolicidad de España. . Ahora Carlos V decidía por sí mismo y se veía obligado al tejemaneje de la política europea: aliados de ayer eran los enemigos de hoy; la paz de ahora, pretexto de sus adversarios para las guerras de mañana; unas veces le apoyaba el Pontífice y otras estaba contra él. Con tanta preocupación, ¿no era, pues comprensible el interés que ponía, en las alucinantes noticias de las Indias?
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Con la pena del camarada perdido recibí la noticia de la muerte de Jorge Salvador Lara esta mañana mientras me encontraba en la Academia Nacional de Historia del Ecuador, de la cual él era su Director Honorario Vitalicio. Considero que más allá de cualquier consideración previa, Jorge Salvador Lara fue de los pocos y auténticos patriotas que tuvo el Ecuador durante el siglo XX. Me solidarizo con su familia. Me uno a las oraciones por su alma y su eterno descanso y lamento la pérdida de un hombre valioso en múltiples sentidos, desde su acción en lo político hasta su trascendencia intelectual, histórica, cultural y académica. Al valiente ARNISTA se le recordará siempre. ¡Qué Dios perdone sus faltas y lo acoja en su gloria! ¡Paz en su tumba!
Reproducir su poesía de juventud militante es el mejor homenaje que puedo darle:
CANCIÓN DE GUERRA Y DE VICTORIA
Alegre voy al campo de batalla
alzando al cielo el rojo pabellón.
Fuego tendrá mi grito de victoria,
lumbre la noche, vida la pasión…
___
Sin quebrar la sonrisa en mis labios…
Sin que tiemble, en el pecho, el corazón,
¡adelante! ¿Qué importa la metralla?,
la granada, o el tanque, o el cañón?
___
¡Corran ya llamarada de mi sangre!
¡Entonen mis heridas su canción…!
No hay fatiga ni sed en la esperanza:
no habrá derrota si confío en Dios…
___
¡A vencer! A vencer en el combate…
Lejos queden la muerte y el dolor…
Ya prendidas están en mis pupilas
la luz del alba, el triunfo y el amor…
___
Florecerán grandeza la victoria,
sol la sonrisa, vida la ilusión,
cuando la paz, con sus marciales gritos
venga trayendo luz al corazón.
Jorge Salvador Lara
CAMINO INTERIOR DEL ESTANDARTE
Por las verdes heridas de mis ojos
desangrados de insomnios en la espera,
con sus marciales pasos mi bandera
vendrá, encendida en fulgores rojos.
___
Desafiaré la muerte y los abrojos
que prenden de dolores la trinchera
por llevarla en mis venas prisionera
hasta rendir a su rival de hinojos.
___
Por libertarla me ha de herir la brisa
para clavar, alegre, contra el cielo
reflejos escarlata de su gloria.
___
Y en mi lucha final, una sonrisa
desplegará mi sangre sobre el suelo
como roja proclama de victoria.
Jorge Salvador Lara
Estas poesias aparecen en “Cuaderno del combatiente”, Editorial Moderna, Quito, 1959, Publicaciones cultura popular del Movimiento ARNE – Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana, No 12. Estos versos son obra de su juventud militante.
Jorge Salvador Lara (1926-2012): Escritor, historiador, catedrático, diplomático y jurisconsulto nacido en la ciudad de Quito. El Dr. Jorge Salvador Lara sirvió al Ecuador desempeñando diferentes cargos públicos y privados. Ha sido catedrático universitario, fue Cónsul del Ecuador en Lima, Diputado al Congreso Nacional por la provincia de Pichincha, y Canciller de la República en dos ocasiones: La primera durante el gobierno del señor Clemente Yerovi, y más tarde durante la dictadura del Consejo Supremo de Gobierno que presidió el Calm. Alfredo Poveda Burbano. Por su contribución a las letras y la historia fue llamado al seno de los más importantes organismos nacionales y extranjeros como la Casa de la Cultura Ecuatoriana, el Ateneo Ecuatoriano, la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la Sociedad Bolivariana del Ecuador, el Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica, la Academia Nacional de Historia, de la cual fue hasta su muerte Director Honorario Vitalicio; el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, el Instituto Hispano-Ruso-Americano de Derecho Internacional, la Sociedad Paraguaya de Investigaciones Históricas, la Sociedad de Investigaciones Históricas de Guayaquil, la Asociación Argentina de Derecho Internacional y muchas más. Además fue Cronista de la Ciudad de Quito. Militó en su juventud en ARNE- Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana, más tarde formó parte del Partido Conservador.
Un enlace relacionado: QUITO Y EL EMPERADOR CARLOS V POR JORGE SALVADOR LARA
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La SOCIEDAD DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL ECUADOR tiene el honor de invitarle al conversatorio con el tema: «Reflexiones sobre el 28 de enero de 1912», con la participación de los doctores Carlos Freile Granizo y Juan Paz y Miño.
Lugar: Academia Nacional de Historia. Auditorio «Manuel de Guzmán Polanco» – Seis de Diciembre y Roca esquina-.
Fecha: Jueves 9 de febrero del 2012
Hora: 16:00
Puede unirse al evento en facebook dando click aquí: http://on.fb.me/AeI4On
Amigos: Esta actividad queda suspendida hasta nuevo aviso por duelo, debido a la muerte de Jorge Salvador Lara, Director Vitalicio Honorario de la Academia Nacional de Historia del Ecuador.
Actualización 2012-03-08: La actividad ha sido reprogramada para el próximo martes 13 de marzo: INVITACIÓN – REFLEXIONES SOBRE EL 28 DE ENERO DE 1912
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No apto para susceptibles:
GROSERÍAS (VII).
Vía: http://poemariodeantoniomorenoruiz.blogspot.com/
Entiendo perfectamente que los españoles que llegaban a finales del XVIII y principios del XIX a las Indias se sintieran más identificados con negros y mestizos que con las clases altas criollas que sistemáticamente los despreciaban con el peor clasismo. Ríanse ustedes del tópico del señorito andaluz comparado con éstos…. Decía F. Wilhelmsen que la Revolución Francesa fue una guerra de ricos contra pobres; en nuestra América eso alcanzó su cénit.
Me hace mucha gracia los que siguen esgrimiendo el argumento de la discriminación de los criollos como factor clave de las independencias….
¿Que se pueden herir sensibilidades? Pues entonces vayan revisando entonces las brutales letras contra España de muchos himnos republicanos de América. No pocos compuestos por revolucionarios españoles, todo hay que decirlo. Y es que quien se pica, ajos come.
Mi amigo, colega y maestro Coterraneus seguro que me comprenderá, y seguro que disfrutará de esta poesía a pesar de su baja calidad.
Dirán que esta poesía está llena de resentimiento…. Tienen razón. Lo está. Es un ejercicio de descarga. Mas nada simpatiza contra esos que dicen hablar contra las oligarquías cuando lo que están haciendo es sustituirlas por otras pintadas de colorado.
En fin, ahí va:
DIATRIBAS CONTRA LAS OLIGARQUÍAS CRIOLLAS
Yo, dulce vengador de María Antonieta,
y brazo ejecutor del Taita Boves,
escribo estos versos básicamente,
porque me sale de los cojones.
Vayan las diatribas, pues,
contra la puta oligarquía criolla,
alta suciedad, siempre despreciable,
embustera, mezquina y empalagosa.
Yo me cago en sus putos muertos,
y en las putas que los maleducaron,
malditos sus puteros padres,
maldita la leche que mamaron.
Encomenderos de salón,
negadores del pan y la sal,
clasistas, racistas y neuróticos,
vividores de espaldas a la realidad.
Cobardes, rastreros y acomplejados,
amanerados, chaqueteros, contradictorios,
adoradores del dinero y odiadores del trabajo,
todo es apariencia y accesorios.
Mas la soberbia será acallada,
serán purificados con el fuego,
serán bañados por la sangre,
será un castigo bien severo.
Malditos oligarcas criollos,
vástagos de próceres farsantes,
que a los españoles tanto desprecian,
en crisis de identidad alarmante.
Yo les digo, pues, que lo suyo,
es la crónica de una muerte anunciada,
caro es el desarraigo, cara la mentira;
la hora ya ha sido señalada….
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El sonido de la luna
«Alejandro decía que en dos cosas conocía no ser dios: en el sueño y en los empujes de los sentidos.»
– Juan Montalvo
Hace algunas horas me despertó la luna. Su luz… extrañamente incontenible atravesó mi pesada y oscura cortina –hecha especialmente para impedir el ingreso de luz-, fue casi como un rayo de sol (!)… no comprendía que era y tuve que observar a través de la ventana para saber… allí la luna rodeada de un halo nuboso; serena, desafiante y casi insolente… perfectamente orientada hacia mi rostro (llena o en cuarto creciente no lo supe ni me importó, simplemente me admiró que la luna hubiera podido despertarme). Me percaté entonces que aún era de madrugada, vi mi reloj y lo corroboré… esa fría, blanca y extrañamente luminosa luna me había despertado por primera vez en la vida –para mi molestia-. Son los momentos de la existencia en donde todo se reduce a la materia, ninguna consideración metafísica, ninguna sensación del alma, ninguna intuición espiritual; ninguna reflexión sobre el pasado, ninguna esperanza en el futuro… simplemente desasosiego, nada más que arrebato… entonces mirar como un fisgón nuevamente a esa única luna, como para asegurarme que esta me había despertado…
La cama otra vez y a dormir, entregarme al placer del sueño, uno de los más grandes de mi vida… y de la nada, de pronto: ¡La luna de nuevo! Pero no era su luz… ahora, en aquel momento mejor dicho, fue su sonido… ¡Sí! Su sonido… un sonido de baja frecuencia que atravesaba la atmósfera, el vidrio, la tela y mi tímpano… el mismo sonido que queda retumbando en el fondo de los nervios auditivos cuando la música estruendosa ha ultrajado por horas tus oídos, parecido al rozar de un dedo contra el filo mojado de una copa, solo que por siempre sin contención… los sonidos del cosmos (no la música), sin el goce de los coros celestiales, simplemente ruido… ruido molesto que impide soñar, ruido que debe de ser imperecedero y que a veces podemos escucharlo para escarnio de la existencia. Todo reducido a la materia (funciones cerebrales y procesos químicos dentro de mi cuerpo).
Finalmente el sueño venció a la luz y al sonido y dormí y soñé. Y en esta mañana dominical en plena conciencia y uso de razón, vinieron entonces las consideraciones supra humanas: El sol no produce sonido, en su gloriosa soberanía es apaciblemente silente. Su luz no despierta, sino que da vida. Su acción se da sin que haga nada, sin siquiera moverse de su sitio. El sol es y no pretende, brilla con luz propia y no refleja, abre sus rayos a los hombres y fijo en el arco celeste provee de eterna llama que aviva a los espíritus.
Pero hoy es tiempo de la luna, casi que con permiso del sol. Y alguien, alguna vez, en algún lugar me dijo que también se puede llegar al sol por medio de la luna, más lentamente, con menor perfección, pero se llega al fin.
¿El futuro nos pertenece? Aquel que renuncia a todo vence al mundo.
Por Francisco Núñez Proaño