coterraneus – el blog de Francisco Núñez del Arco Proaño


Dios: entendiéndolo desde lo alto
julio 27, 2012, 9:43 am
Filed under: Arte, Exégesis, Poesía, Poesía militante | Etiquetas: ,

Dios duerme en la roca,

Dios respira en la planta,

Dios sueña en el animal,

¡Y Dios se despierta en el hombre!



Eva Perón y el Ecuador
julio 26, 2012, 12:08 pm
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Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952, hoy conmemoramos 60 años de su desaparición física:

Eva Perón y el Ecuador

Vía «El Telégrafo»:
http://www.telegrafo.com.ec/index.php?option=com_zoo&task=item&item_id=19399&Itemid=6
Jorge Núñez Sánchez
jorge.nunez@telegrafo.com.ec

La tarde del 5 de agosto de 1949, el Ecuador sufrió uno de los peores terremotos de su historia. El sismo tuvo un rango de 6,8 grados Richter y su epicentro estuvo en la población de Pelileo. La ciudad de Ambato y muchas poblaciones fueron destruidas. Y el número de muertos alcanzó los seis mil.

Ante la urgencia, la Fuerza Aérea Ecuatoriana  estableció un puente aéreo entre Ambato y Quito y otro entre Ambato y Guayaquil, para movilizar rápidamente la ayuda a los damnificados. También empezó a llegar la ayuda de países amigos, el primero de los cuales fue la Argentina, que el 8 de agosto anunció el envío de ayuda por vía aérea.

El 10 llegó a Guayaquil el primer avión argentino, fletado por la Fundación de Ayuda Social Eva Perón, trayendo vituallas, mantas, ropa, medicinas y artículos sanitarios. Al día siguiente salieron desde Buenos Aires otros aviones con ayuda. Eran tres Douglas C-54 de la Fuerza Aérea Argentina, que llegaron a Ambato haciendo escalas en Chile y Perú. El 3 de septiembre llegaron al Ecuador otros dos aviones argentinos con ayuda. En total, Argentina envió 25 toneladas de suministros, 7 médicos y varias enfermeras.

Hubo más. El presidente Galo Plaza solicitó al gobierno de Perón que le permitiera utilizar los aviones argentinos para fortalecer el puente aéreo entre Ambato y Guayaquil, lo que fue concedido y permitió movilizar la ayuda para la zona devastada. Allí habían desaparecido las carreteras y caminos, al punto que, en algunos sitios, los rescatistas y paramédicos debieron saltar en paracaídas.

Los aviones argentinos volvieron a su país a fines del mes siguiente. El 26 de septiembre, tras vivir una emocionante despedida, partió de Quito el avión Douglas C-54 LV-ABI, llevando 20 pasajeros del equipo médico argentino y 5 tripulantes. Su llegada a la base aérea de Morón, cerca de Buenos Aires, estaba programada para las 5 de la tarde y entre quienes lo esperaban estaba Eva Perón. Pero el avión sufrió un incendio y tuvo que aterrizar de emergencia en un sitio cercano, en lo que murieron los copilotos Norberto Fernández Lorenzo y Juan Gregorio Torrealday, así como Amanda Allen, jefa de enfermeras de la Fundación Eva Perón; y Luisa Komel.

Conmovida por la ayuda recibida, la sociedad ecuatoriana expresó su gratitud a Eva Perón. La CTE la proclamó “Ciudadana de América”, el 11 de septiembre de 1949. Y el Gobierno Nacional la condecoró con la Gran Cruz de la Orden Nacional Al Mérito, por pedido de la Cruz Roja Ecuatoriana y la Fundación Internacional Eloy Alfaro. La medalla le fue impuesta por el embajador Alberto Puig Arosemena, en solemne ceremonia realizada en la Casa Rosada, en Buenos Aires, el 19 de octubre de 1950.



La verdad sobre Simón Bolívar: habla Pablo Victoria Wilches

La verdad sobre Simón Bolívar, el resentido, racista, cruel y brutal dictador de medio continente (a propósito de su natalicio):

“Si los criollos hubiesen sido consecuentes con echar a los españoles de América por conquistadores y por usurpadores de las tierras americanas… esa consecuencia habría sido echarse ellos mismos también”…

(Nota editorial: no necesariamente se comparte la totalidad de lo expresado en el video)



Bolívar dixit

Bolívar dixit

‎»¡Qué cara nos ha costado esta mierda de independencia!» – Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco, mejor conocido como Simón Bolívar.

«Tres siglos gimió la América bajo esta tiranía, la más dura que ha afligido a la especie humana; tres siglos lloró las funestas riquezas que tanto atractivo tenían para sus opresores». -Simón Bolívar, 2 de octubre de 1813.

«Terribles días estamos atravesando: la sangre corre a torrentes: han desaparecido los tres siglos de cultura, de ilustración y de industria: por todas partes aparecen ruinas de la naturaleza o de la guerra». -Simón Bolívar, 6 de mayo de 1814.

«Nosotros por mucho tiempo no podemos ser otra cosa que un pueblo agricultor capaz de suministrar las materias más preciosas a los mercados de Europa, el más calculado para fomentar conexiones amigables con el negociante y manufacturero». –Simón Bolívar, junio de 1814.

«Yo deseo continuar sirviendo a mi patria, para el bien general de la humanidad y el aumento del comercio británico».  – Simón Bolívar, 19 de junio de 1815.

“¿Quiénes son los autores de esta revolución? ¿No son los blancos, los ricos, los títulos de Castilla y aun los Jefes militares al servicio del Rey?”-Simón Bolívar, 1817.

«Yo he vendido aquí (Bolivia) las minas por dos millones y medio de pesos y aún creo sacar mucho más de otros arbitrios, y he indicado al gobierno del Perú que venda en la Inglaterra todas sus minas, todas sus tierras y propiedades y todos los demás arbitrios del gobierno, por su deuda nacional, que no baja de veinte millones… Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar…». Simón Bolívar, 21 de octubre de 1825.

“Contra la fuerza y la voluntad pública he dado la libertad a este país y como esta gloria es mi fortuna nadie me puede privar de ella”. – Simón Bolívar, 22 de abril de 1828.

‎»Hemos perdido todo nuestro tiempo y dañado nuestra obra; hemos acumulado desacierto sobre desacierto y hemos empeorado  la condición del pueblo, que deplorará eternamente nuestra inexperiencia” -Simón Bolívar. 1828.

Fotografía de la estatua de Simón Bolívar en la Belgrave Square, Londres.
La inscripción reza: «Estoy convencido de que únicamente Inglaterra es capaz de proteger los preciados derechos del mundo, ya que es grande, gloriosa y sabia.» -Bolívar… Inglaterra está acostumbrada a este tipo de relaciones con la América Hispana ¡Vae victis! FUENTE: Sitio de la embajada británica en Quito: http://ukinecuador.fco.gov.uk/es/about-us/bolivar-exhibicion/

Al Congreso Constituyente: “¡Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de todo lo demás”. – Simón Bolívar, 30 de enero de 1830.

«Créame Ud., nunca he visto con buenos ojos las insurreciones; y últimamente he deplorado hasta la que hemos hecho contra los españoles». -Simón Bolívar, 25 de septiembre de 1830.

“V. sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores y razas. 5°. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6°. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, este sería el último período de la América.” -Simón Bolívar a Juan José Flores, 9 de noviembre de 1830.

Así opinaba el “Libertador” sobre Quito: “… hombres tan malvados e ingratos. Yo creo que le he dicho a Vd., antes de ahora, que los quiteños son los peores colombianos. El hecho es que siempre lo he pensado, y que se necesita un rigor triple que el que se emplearía en otra parte. Los venezolanos son unos santos en comparación de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe.” Bolívar a Santander, Pativilca, 7 de enero de 1824, en Vicente Lecuna, Cartas del Libertador, Tomo IV, págs. 12-14.

Y sobre Guayaquil: “Renunciar a Guayaquil es imposible, porque será más útil renunciar al Departamento de Quito… El país de las fronteras con el Perú, es afeminado y nada militar…». En carta a  Francisco de Paula Santander, 21 de junio de  1822.

¡Dixit!

“Yo deseo continuar sirviendo a mi patria, para el bien general de la humanidad y el aumento del comercio británico”. – Simón Bolívar, 19 de junio de 1815. (Bolívar y Páez saludados por el pueblo de Caracas tras la proclamacion de la Independencia. Es notable la presencia del estandarte inglés-británico en esta imagen oficial. Mural del Capitolio de Caracas.)

RELACIONADO: San Martín dixit



El capitán D. Francisco Proaño de los Ríos

El capitán D. Francisco Proaño de los Ríos

“…pecan de olvido las naciones al no tener siempre presentes los nombres y las hazañas de sus mejores hijos, con lo que el alma de los pueblos queda empobrecida”

Remigio Crespo Toral

La historiografía chauvinista ecuatoriana considera a la llamada “revolución de las Alcabalas” de 1592, como un lejano antecedente de la separación política de España (Independencia) – ! –  siendo “una de las primeras manifestaciones políticas del pueblo quiteño en contra de las autoridades españolas”.

El cronista imperial Pedro Ordóñez de Ceballos (o Cevallos o Zevallos) señala en su “Historia y Viaje del Mundo del Clérigo Agradecido don Pedro Ordóñez de Cevallos. Natural de la insigne ciudad de Jaén a las cinco partes de la Europa África América y Magalanica con el itinerario de todo él. Contiene tres libros. Con licencia. En Madrid: por Juan García Infanzón, año de 1691,[1] lo siguiente sobre este levantamiento: “Juntáronse quince hombres principales en un convite, y allí cada uno prometió su día. Acabada la huelga de la espléndida comida, ordenaron un juego, y para que uno mandase y los demás obedeciesen, salió por rey el depositario (Moreno) Bellido, que según su nombre, le debió de parecer que era verdad; nombrolos en cargos: al uno, príncipe de la libertad, al otro duque de Popayán, a otro de las Charcas, y de esta manera a todos los demás; el secretario de su real persona era un guerrero Sayago, hombre muy valiente y que había sido muy rico, y con sus inquietudes estaba pobre; como no le dieron título de grande, como a los demás, juntó a los otros convites, que llamaban cortés; a la cuarta vez, a alguno de ellos les pareció mal, o por ganar gracias fueron y declararon en la Real Audiencia lo que pasaba. El Presidente de ella envió a pedir al Virrey gente y mosquetes y arcabuces, por lo que podía suceder. Envió por general al que lo era del Callao, que era un astuto varón, que su nombre era Pedro de Arana, y por capitán y sargento mayor al valiente y gran soldado Francisco Zapata Vicente; y por capitán de a caballo a Don Francisco Proaño.”

“Historia y Viaje del Mundo del Clérigo Agradecido don Pedro Ordóñez de Cevallos. Natural de la insigne ciudad de Jaén a las cinco partes de la Europa África América y Magalanica con el itinerario de todo él. Contiene tres libros. Con licencia. En Madrid: por Juan García Infanzón, año de 1691″

Alfredo Costales dice por su parte sobre la insurrección y la llegada de Proaño de los Ríos: “Con la hueste de los pardos de Lima, formando parte de la plana mayor de jefes y oficiales de Arana llegó a Quito el Capitán Francisco Proaño de los Ríos para constituirse luego, en el tronco y origen de los Proaño, en el Ecuador.”[2]

Así consta que el español D.[3] Francisco Proaño de los Ríos, nacido en Málaga (Andalucía) en 1540, llegó a Quito como parte de la comitiva realista dirigida por el general Pedro de Arana, que impuso el orden en la joven San Francisco del Quito a sangre y fuego. Los documentos oficiales corroboran su llegada y en el Libro de Cabildos de Quito se registra su nombramiento como Regidor el 27 de septiembre de 1593[4].

Su título de Regidor dice:

“Don García Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, señor de las villas de Argete y su Partido, Visorrey, Gobernador, Capitán General de estos reinos e provincias del Pirú, Tierra firme y Chile, por Su Majestad, etc. Por cuanto por una mi provisión ordené y mandé a Pedro de Arana mi Lugarteniente de Capitán General que en la ciudad de Quito proveyese el número de Regidores de la dicha ciudad, que pareció convenía nombrar, y Alguacil Mayor y Depositario General que en la dicha ciudad de Quito con voz y voto en el Cabildo demás de los Regidores que había perpetuos; y porque agora el Capitán Don Francisco Proaño de los Ríos me ha pedido y suplicado que, atento que él ha servido a Su Majestad, como es notorio, en la pacificación de la dicha ciudad de Quito y a que se había casado en ella, le hiciese la merced en remuneración de los dichos servicios, y por mí  visto y teniendo consideración a lo que dicho es y a que en vos el dicho Capitán don Francisco Proaño de los Ríos concurren las partes y calidades que para usar un oficio de Regidor de la dicha ciudad se requieren, acordé de dar y dí la presente, por la cual en nombre de Su Majestad y en virtud de los poderes y comisiones que de su persona Real tengo, hago merced a vos el dicho don Francisco Proaño de los Ríos, de os nombrar y proveer, como os nombro y proveo por uno de los Regidores de la dicha ciudad, demás que por la Provisión y orden que dí al dicho mi Lugarteniente de Capitán General ha podido y puede nombrar en ella, para que como tal podáis usar y uséis el dicho oficio de Regidor, en el entre tanto que por Su Majestad o por mí en su Real nombre otra cosa que se provee y manda, en todas las cosas y casos a él anexas y concernientes, según y de la manera que lo han usado y usan, y puede y debe usar los demás regidores que han sido y son de la dicha ciudad; y mando al Cabildo, Justicia e Regimiento de ella, que luego que os presentáredes con esta mi Provisión en el dicho Cabildo, habiendo tomado y recibido de vos el juramento y solenidad que en tal caso se acostumbra, os hayan, reciban y tengan por tal Regidor de la dicha ciudad y usen con vos el dicho oficio, según y de la manera que se usa con los demás regidores de la dicha ciudad, y os guarden y hagan guardar todas las honras, gracias, mercedes, franquezas y libertades, preeminencias, prerrogativas e inmunidades que con él habéis (de) haber y gozar, y os deben ser guardadas, sin que en ello os falte cosa alguna; que por la presente, en nombre de Su Majestad os recibo y he por recibido al uso y exercicio del dicho oficio, y os doy poder y facultad para usar y exercer dicho oficio, caso que por ellos o alguno dellos a él no seáis recebido, y los unos ni los otros no dejéis ni dejen de lo así hacer y cumplir por alguna (manera), so pena de cada mil pesos de oro para la Cámara de Su Majestad. Fecho en los Reyes, a dos días del mes de setiembre de mil y quinientos e noventa y tres años. El Marqués.- Por mandado del Virrey, Alvaro Ruiz de Navamuel.”

Firma y rúbrica del capitán don Francisco Proaño de los Ríos tal como consta en el Libro de Cabildos de San Francisco del Quito (1595)

El historiador y cronista vitalicio de la ciudad de Quito, J. Roberto Páez nos aclara que “el 16 de agosto de 1593 el Marqués de Cañete (Virrey del Perú) dispone que Arana nombre ocho Regidores, Alguacil Mayor, Alférez Mayor y Depositario General, ‘por cuanto, dice, ha constatado que la culpa grande que los Alcaldes y Regidores de la ciudad tuvieron en la rebelión y alteración pasada’. El Cabildo se integra así con los siguientes Regidores: El 18 de setiembre de 1593 se nombra a Juan de Londoño y a Fernando de Ortega Ugarte; el 24 del mismo mes a Rodrigo de Ribadeneira y Diego López de Zúñiga; el 27 del mismo mes de setiembre, a don Francisco Proaño de los Ríos; el 22 de octubre de 1593 a Diego Porcel; el 10 de diciembre, a Pedro Ponce Castillejo; el 4 de febrero de 1594, a don Pedro de Guzmán Ponce de León.”[5]

Cuando el Cabildo de San Francisco del Quito tomó medidas para la conservación del camino de Panzaleo, “proveyeron que el Capitán Don Francisco Proaño” se encargará de aquello[6]. Siendo Regidor, el 5 de Marzo de 1594[7] firmó junto al resto de cabildantes quiteños un “Testimonio de sumisión del Cabildo de Quito a la Corona de Castilla” para reafirmar su fidelidad tras los movimientos subversivos de Quito, llamados “la revolución de las Alcabalas”.  El 29 de abril de 1594 fue elegido “Fiel Executor”[8]. El 10 de junio de ese mismo año se reafirmó[9] con nombramiento oficial como Alcalde de la Santa Hermandad[10].

Ricardo Descalzi del Castillo[11] así como José María Vargas[12] anotan que el 6 de junio de ese mismo año de 1594, el Cabildo delegó al Teniente General Mendoza Manrique, al capitán Regidor Francisco Proaño de los Ríos y a Luis Cabrera, para que salieran a recibir a tres o cuatro leguas de la ciudad al nuevo obispo (IV de Quito) Ilmo. Señor Fray Luis López de Solís; en el acta de esa sesión del Cabildo se dejó constancia de que “por la larga sede vacante es tan deseada su venida” (tras ocho años sin obispo), resolvió por lo mismo que “el día que en ella entrase le den de comer en el nombre del dicho Cabildo una comida, para lo cual se les manda dar ayuda de costa, de los propios de esta ciudad sesenta pesos de plata corriente marcada”. También fungió como Guarda Mayor de los ejidos de la Ciudad desde el 11 de agosto de 1595[13], cargo en el que, sin embargo, no prosperó quizá como señala Luciano Andrade Marín en sus “Historietas de Quito” debido a que “no tenía bríos necesarios para desempeñar su encargo”[14] (¿Tal vez por contrariar a sus propios intereses?), diremos que para ese cargo específicamente, dado que como militar su bríos quedaron más que demostrados.

Finalmente se destaca en su  deber y oficio de Regidor, como uno de los miembros apoderados de la delegación del Cabildo  de Quito ante el nuevo  Virrey del Perú junto a Diego de Valencia León “para que hagan dicha embaxada” en 1596, con el objetivo de celebrar su llegada y “para que en nombre de ella fuesen a la ciudad de los Reyes y besasen las manos al Señor Don Luis de Velasco Virrey destos reinos y le diesen el bienvenido y le pidiesen en nombre desta ciudad algunas cosas tocantes al bien común della.”[15]

Entre 1597 y 1598 fue Corregidor de Otavalo[16], provincia (o partido) que por entonces abarcaba el actual territorio de las provincias del Carchi (incluyendo territorio del sur de la actual Colombia), Imbabura y parte del norte de Pichincha, hasta Guayllabamba inclusive. Como Corregidor participó en las expediciones que por mandato real y debido a las “peticiones presentadas en la mi audiencia y chancillería que reside en la ciudad del San Francisco del Quito” se habían organizado para encontrar un nuevo camino al mar por el norte de la Audiencia, “el 16 de junio de 1597, el doctor Juan del Barrio de Sepúlveda dispuso desde la Audiencia de Quito a don Francisco Proaño de los Ríos, corregidor de Otavalo, que preste todo el apoyo necesario para que el padre Gaspar de Torres pueda iniciar nuevas expediciones hacia la región de Lita. Una de las primeras acciones fue la de nombrar al cacique Alonso Gualapiango como gobernador de la región y con su autoridad disponga que todos los pueblos de la ribera del río Mira presten auxilios a los viajeros.”[17]  La carta que pide “Al corregidor de Otabalo que ayude a Fray Gaspar de Torres y Don Alonso Gualapianguao para que vayan a los indios que están delante de Lita (hacia la San Lorenzo actual), a los que les a hordenado, y no consientre que vayan españoles a ello ni otras personas, socolor de descubrir minas ni camino”, comienza así: “Don Phelipe por la gracias de Dios, Rey de Castilla, de Leon, de Aragon, etc.; a Vos, el capitán don Francisco Proaño de los Ríos, corregidor del partido de Otabalo , salud y gracia.”[18]

El Marqués de Cañete, tenía en alta consideración al capitán D. Francisco Proaño de los Ríos, prueba de ello es la confianza depositada en él para realizar tareas consideradas de especial cuidado y diligencia. Lo demostró primero cuando lo envió desde Lima a “pacificar” Quito y después con el nombramiento de este como Regidor, posteriormente reiterando su confianza en él cuando a fin “de honrar y favorecer en todo al Cabildo, tan honrado y aficionado al servicio de Su Majestad” nombró a Proaño de los Ríos como Alcalde de la Santa Hermandad[19]. Igualmente agradece en carta enviada al Cabildo el 23 de Noviembre de 1594 y firmada en Los Reyes, “la visita y el ofrecimiento que le enviasteis a hacer con el capitán don Francisco Proaño” a su cuñado, don Beltrán, quien venció a los piratas ingleses en costas del actual Ecuador y quien “habrá estimado en lo que yo lo hago” la ayuda de Francisco Proaño de los Ríos.  Señalando en esa misma carta que “daré continuamente gracias a Nuestro Señor, y es muy justo que hagan lo mismo estos reinos, por lo que les importaba que estos corsarios se castigasen y escarmentasen”.[20]

Como anotó Alfredo Costales basado en documentos históricos que reposan en el Archivo Nacional de Historia de Quito, Francisco Proaño de los Ríos antes de venir a América y tomar vecindad en Quito prestó sus servicios en la Península por el espacio de treinta años consecutivos como soldado, alférez y capitán. Lo que quiere decir que se encontraba en su plena madurez cuando vino a Quito. En Portugal, ha tomado la isla tercera; pasando luego a los Reinos de Sicilia con el  Tercio de Diego Pimentel y junto al Marqués de Santa Cruz defendería el Real Tesoro que llevaba Álvaro Flores. Fue también a las jornadas de Inglaterra y permanecía en Lisboa cuando se desató iracunda sobre ella, la armada inglesa[21]. “Pasó a las Indias y establecido en Lima en la época del Virrey Cañete, le transfirieron a Quito, ‘por capitán de una compañía de mosqueteros a la pacificación de aquella provincia’[22]. Cuando tuvo aviso del Virrey don Luis de Velasco que los ingleses habían tomado la ciudad de Portovelo, fue a Panamá para llevar el estandarte Real y posteriormente reunió gente en Quito, para acudir al Reino de Chile, amenazado por los piratas”[23]. Contribuyendo estos hechos al caudal de sus méritos y de su obra patriótica y anti-pirática una vez más.

En Quito se casó por entonces, en medio de esos tiempos de beligerancia, “con la nieta legítima y mas del factor Pedro Martin Montanero uno de los primeros descubridores y conquistadores de este reino”[24].  Javier Ortiz de la Tabla Ducasse nos indica que “la hija mayor de Pedro Martín Montanero, Isabel Jaramillo (o Isabel Montanero, como aparece en otros documentos) casó con el sargento mayor Francisco Suárez de Figueroa (cuyo hermano Gaspar casó con una hija de Francisco Ruiz). Hija de ambos fue doña Agustina de Figueroa (o Suárez de Figueroa), casada con el capitán Francisco Proaño de los Ríos, corregidor de Otavalo. Tanto los Suárez de Figueroa, como los Proaño y los Jaramillo tendrán nutrida descendencia hasta el siglo XVIII, destacando en la sociedad quiteña como hacendados y cabildantes.”[25]

Gracias a sus servicios, el Virrey le distinguió con “una plaza de lanza” para que lo goce en Quito, con una renta de 8600 pesos, el 11 de enero de 1611. Se le dio además, el destino de gentilhombre con otros notables capitanes, por haber formador parte de la compañía de lanzas y arcabuces que vinieron a pacificar Quito, con el Gral. Pedro de Arana[26]. Proaño de los Ríos, como indica Costales, pedía que “la cobranza de la renta y situaciones de la dicha compañía (se lo haga), en algunos repartimientos de Quito y su distrito”[27]. La renta se hace efectiva según lo dicen en 1613 don Diego de Salvatierra. Teniente de Corregidor de Ambato, de los indios tributarios de Ambato de don Cristóbal Toyapanta, en Patate, de don Juan de Ati, Gobernador de Píllaro y de don Diego de Almagro, Gobernador de Pelileo.

“El gentilhombre de lanza que tan distinguidos servicios ha prestado al Rey recibe, ya queda dicho, renta y situaciones de los indios tributarios de la Real Corona del Corregimiento de Ambato debido a ello y al matrimonio con la nieta de Martín Montanero”[28] se avecinda definitivamente en Quito.

Cabe citar la apreciación que tiene Alfredo Costales  sobre los sucesos de la “revolución de las Alcabalas” y la participación del Cap. D. Francisco Proaño de los Ríos en ella, o mejor dicho, en su supresión: “Durante la célebre campaña contra los insurrectos quiteños, en 1593, se distingue por su tenacidad y valor pues, cuantas veces fue necesario recorrió los corregimientos de Latacunga, Riobamba, Chimbo, Cuenca y Loja ‘con mucho trabajo y gasto de su hacienda’, permitió que el carnicero Arana, reuniera un efectivo de mil hombres para entrar en Quito. Proaño, en ningún caso se exime de las crueldades imputadas a Arana contra la población que tan bravamente le ha disputado la victoria…” (El resaltado es mío).

Todos los gentileshombres, entre ellos Proaño de los Ríos, poco tiempo después figuraban en los cargos más representativos de la Real Audiencia. El gentilhombre de lanza, Cap. D. Francisco Proaño de los Ríos, vecino de la ciudad de Quito, como no tuviera sucesión en su legítima mujer, deja descendencia en Isabel (doña Isabel Atagualpa Inga[29]) y María, entre 1598 y 1614, dos indias solteras de los llactayos que vivían en la ciudad[30].  Totaliza el número de sus hijos naturales conocidos, siete: Ursula (1598), Juan de la Cruz (1613), Francisco 1° (1615), Francisco 2° (1621), Alonso (1620), Lorenzo (1613) y Beatriz[31]. Fernando Jurado Noboa en su obra “La Ronda: nido de cantores y poetas” señala que “hacia 1675 Isabel Proaño de los Ríos, nacida por 1625 e hija de del clérigo andaluz (?) Francisco Proaño de los Ríos, compró para su hija natural María de los Ríos Guevara y Paz, un solar en la Ronda…”[32]; dada la coincidencia en las fechas, los nombres y evidentemente en el apellido, creemos que esta también fue hija de nuestro Francisco Proaño de los Ríos quien en 1637 tomó el estado sacerdotal[33], seguramente después de la muerte de su mujer. Para esa misma fecha, el viejo y avezado capitán, se dedicaba al comercio de lanas y ovejas[34].

Destacada posición social y económica poseyó Francisco Proaño de los Ríos. El Cabildo fue el núcleo de la actividad política y social de la América virreinal hasta la misma separación de la Península, los grupos de poder se organizaban en torno a este con el fin de formar sus círculos de influencia y afirmar su condición de élite. El Cabildo quiteño desde su fundación tuvo un peso decisivo en la vida política y económica del distrito y de la Audiencia, manteniendo su fuerza a lo largo de los siglos bajo el firme gobierno de las autoridades imperiales. En el caso particular de Quito después de la revolución de las Alcabalas, los cargos, entre ellos el de Corregidor de Quito, como en el de otras villas, “sería dado por los virreyes limeños a caballeros de su séquito, deudos o paniaguados, beneméritos peruanos y chilenos (a esto últimos se les reservó el cargo de corregidor de Chimbo). Igual sucedió con los corregimientos de Latacunga, Riobamba, Chimbo, Otavalo, Ibarra, Cuenca, Loja-Zaruma y de Guayaquil.”[35] Variados fueron los cargos que desempeñó el capitán Proaño de los Ríos dentro del Cabildo quiteño, asimismo siendo nombrado corregidor de Otavalo, como ya hemos detallado supra. Indica Ortiz de la Tabla que “estas autoridades locales y regionales formarán un nuevo grupo de la sociedad quiteña, enlazando algunos de sus miembros con antiguas familias del distrito o formando tronco de linaje de ricos hacendados y obrajeros.” Respecto a ese enlazamiento señala Ortiz de la Tabla que “también a fines del XVI y primeras décadas del XVII encontramos estos lazos en varios corregidores de villas de segundo rango: … En Otavalo, Francisco Proaño, casado con una hija de Francisco Suárez de Figueroa, hermana de encomendero.”[36]

Francisco Proaño de los Ríos, además de su origen, probanzas y méritos propios, supo consolidar su posición social y económica en la Quito de finales del siglo XVI y principios del XVII con las medidas propias de todo peninsular que adquiría prestigio y procuraba introducirse en el estrato dirigente de la comunidad criolla, por tanto el más privilegiado, primero y sobre todo a través de los lazos por matrimonio con la élite que surgió a partir de los conquistadores, los encomenderos y sus descendientes. Su matrimonio con Agustina Suárez de Figueroa permitió que el patrimonio de Pedro Martín Montanero, de los primeros conquistadores y encomenderos de Quito, recayera en los Proaño del siglo XVII y XVIII[37].

El Cap. Don Francisco Proaño de los Ríos, fundador de la nacionalidad quiteña (uno de los muchos), tuvo una vida de servicio dedicada a su Dios, a la Corona Hispana y a su Rey, y a lo que consideró mejor para el bien de su patria chica y de su patria grande.

No sorprende entonces que sus descendientes introducidos al criollaje de la Real Audiencia se hayan integrado plenamente en la sociedad colonial y los descendientes de sus descendientes en la vida republicana.

En el año 2013, sus descendientes vivos podremos celebrar el 420° aniversario de la llegada de su tronco, genearca y fundador, origen de su ser, a la franciscana ciudad de Quito, capital del conocido reino del mismo nombre y de la actual república del Ecuador.

Por Francisco Núñez Proaño

El general Víctor Proaño Carrión, uno de los ilustres descendientes del capitán Francisco Proaño de los Ríos.


[1] “Historia y Viaje del Mundo del Clérigo Agradecido don Pedro Ordóñez de Cevallos.
Natural de la insigne ciudad de Jaén a las cinco partes de la Europa África América y Magalanica con el itinerario de todo él. Contiene tres libros. Con licencia. En Madrid: por Juan García Infanzón, año de 1691.” Libro II, capítulo Capítulo XXXVI. En “Cronistas Coloniales”. Recopilación de José Roberto Páez. Biblioteca Ecuatoriana Mínima, Quito, 1960. También en “Autobiografías y memorias. Leccionadas e ilustradas por M. Serrano y Sanz”, Casa Editorial Bailly, Madrid,  pp. 412 y 413

[2] Costales Samaniego, Alfredo y Piedad de, El General Víctor Proaño: el explorador del territorio shuar, Coedición Abya-Yala – SAG, Quito 1994, pág. 9

[3] Tratado como Don o don, con mayúsucula o minúscula indistitamente, en todos los documentos públicos, oficiales y privados consultados y que reposan en Quito, Lima, España y que incluye la crónica de Pedro Ordónez de Ceballos.

[4] Libro de Cabildos de la ciudad de Quito, 1593-1597, 27 de septiembre de 1593, estudio y transcripción de Jorge Garcés, Talleres Tipográficos Municipales, Quito 1941,  pág. 61

[5] Ibídem, introducción.

[6] Ibídem, pág. 225 y sigs.

[7] Ibídem, págs. 157-158. Los firmantes de este documento constan así: Pedro de Arana; Don Francisco de Mendoza Manrique; Francisco de Cáceres; Pedro Fernández de Espinosa; Don Juan de Londoño; El Licenciado Arias Pacheco; Fernando de Ortega Ugarte; Rodrigo Díaz de Ribadeneira; Diego López de Zúñiga; Don Francisco Proaño de los Ríos; Pedro Ponce Castillejo; Luis de Cabrera; Pasó ante mí, Pedro de Espinosa.

[8] Ibídem, págs. 176-177

[9] Decimos que se reafirmó en esa fecha, debido a que anterior a este nombramiento y solemne juramento, consta en datas anteriores del Libro de Cabildos de Quito con el mismo oficio.

[10] Ibídem, pág. 201

[11] Descalzi del Castillo, La Real Audiencia de Quito – Claustro en los Andes, Ed. Seix y Barral, 1978, pág. 339

[12] Vargas, José María, Historia del Ecuador – siglo XVI, Centro de Publicaciones de la Pontifica Universidad Católica del Ecuador, Quito 1977, pág. 309

[13] Libro de Cabildos, agosto 11 – 1595, págs. 273-274

[14] Andrade Marín, Luciano, Historietas de Quito, Ed. Grupo Cinco Editores, Quito 2000, pág.173

[15] Libro de cabildos, mayo 17 -1596, págs. 366-367

[16] Zumárraga, Pedro Manuel, Monografía del Cantón Antonio Ante, La Prensa Católica,Quito 1949, pág. 78

[17] En busca del mar: http://www.lahora.com.ec/index.php/noticias/show/441836/-1/En_busca_del_mar.html#.UAiECbRfG4E

[18] En: Burgos Guevara, Hugo, Primeras doctrinas en la Real Audiencia de Quito, 1570-1640,Ed. Abya-Yala, Quito 1995pág. 313 y también en: Monroy, Joel, El Convento de la Merced de Quito de 1534-1617,Ed. Labor, Quito 1938, pág. 317   

[19] Libro de cartas escritas por los Reyes Nuestros Señores, Sumos Pontífices, Virreyes y otros ministros de esta Real Audiencia al Cabildo de Quito, 1589-1714, edición y compilación a cargo de Gustavo Chiriboga C., Talleres Tipográficos Municipales, Quito 1970,  págs. 20-21

[20] Ibídem, págs. 23-24

[21] “Provisión de su Exma. para que sobre los tributos del capitán don Francisco Proaño de los Ríos de los tributos de Píllaro, de Patate y sus anexos de la Corona Real”. 1585 -1628. Archivo Nacional de Historia del Ecuador – Quito Sec. Trib. Caja N° 1: fol. 1. Citado en Costales Samaniego, Alfredo y Piedad de.  

[22] Ibídem, fol. 1v

[23] Ibídem

[24] Ibídem, fol. 2

[25] Ortiz de la Tabla Ducasse, Javier, Los encomenderos de Quito: 1534-1660. Origen y evolución de de una élite colonial,Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Sevilla 1993, pág. 265

[26] Costales Samaniego, Alfredo y Piedad de, pág. 9

[27] Ibídem.

[28] Ibídem, pág. 10. Pilar Ponce Leiva en su libro “Certezas ante la inservidumbre: Élite y Cabildo de Quito en el siglo XVII” apunta en el Apéndice III “Esposas de Cabildante quiteños, 1593-1701” el matrimonio entre el español Francisco Proaño de los Ríos y la criolla Agustina Suárez Figueroa.

[29] Así la llama su sobrino Francisco Proaño de los Ríos en 1670, nieto del 1°. ANH/PQ. Sec. Prot. 1670 Tomo 144, Notaría I, fol. 1. Citado en Costales.

[30] Costales, pág. 10.

[31] Ibídem

[32] Jurado Noboa, Fernando, La Ronda: nido de cantores y poetas, Quito 1996,  pág.49

[33] Costales, pág. 10

[34] Ibídem

[35] Ortiz de la Tabla, pág. 140

[36] Ibídem, pág. 141

[37] Ibídem, pág. 196



APOYAR AL INDIGENISMO, UN DEBER.

DE UN PROYECTO ANTERIOR CON PLENA VIGENCIA:

27.06.10

APOYAMOS AL INDIGENISMO

 

Tienen razón los indigenistas en gritar a los cuatro vientos que deberíamos volver a vivir en un “sistema indígena de vida, anterior al arribo de los españoles a América”.

Antes de la llegada de los sionistas, no existía usura, tasas de interés o especulación. Los pueblos que habitaban lo que ahora es nuestro Ecuador vivían bajo un IMPERIO. Con todas las características del mismo:

1.       Un emperador supremo que sirve de unión entre el pueblo y la divinidad.

2.       Una sociedad dividida en castas.

3.       Un pueblo con sentido de jerarquía y respeto.

4.       Fronteras definidas como medio de conservación de la identidad.

5.       El comercio servía al hombre y no al revés.

6.       El bien común primaba por sobre el individual.

7.       El desprecio por la vida y la eterna búsqueda de ideales trascendentes.

8.       Una casta sacerdotal por debajo de la casta guerrera.

9.       El derecho de mandar sobre el pueblo conquistado.

10.   Penas terribles contra quienes atenten al bien común.

11.   Valores definidos y nada de ambigüedades demagógicas y acomodaticias.

Lógicamente hay muchas más, aunque éstas sean las más importantes.

¡Todos conocemos que tuvimos un EMPERADOR llamado ATAHUALPA, un imperio llamado QUITO!

Vivíamos un sano régimen tradicional, que por su naturaleza milenaria y ancestral; garantizaba la calidad de vida –y muerte- de la gente. Existen amanecidos historiografistas que pretenden hacernos creer que antes de la conquista, este territorio era un paraíso comunista o socialista. ¡Nada más lejos de la verdad! ¡Los hechos hablan por sí mismos! La Historia se puede falsificar en libros, mas no en la memoria. Y es por eso que aquel régimen imperial es la única vía en que esta tierra puede volver a ser el gigante del pasado; dado que si sumamos el aporte que la VERDADERA cultura europea puede hacer, el potencial es infinito.

El camino a la reconstrucción del imperio exige una VERDADERA REVOLUCIÓN, y nada de amaneradas “revoluciones ciudadanas”. Solo el sacrificio lleva a la gloria y la superación de la pseudo república en que vivimos es el primer paso. El segundo es saber reconocer a la ÉLITE ESPIRITUAL que debe guiar y de la cual la figura del EMPERADOR debe ser reconocida por su gente.

¡El camino está trazado por los dioses, es trabajo de los héroes saber caminarlo hasta la gloria!

Felo



REQUIEM POR UN DESCALABRO

REQUIEM POR UN DESCALABRO

(1984)

Armando Pesantes García (*)

Las conclusiones pesimistas a las que llegó Oswald Spengler con respecto al destino de las civilizaciones se apoyaron en una esmerada observación de la historia, que permitió al autor de La Decadencia de Occidente formular su teoría cíclica, de acuerdo con la que éstas, por una suerte de asimilación a los entes biológicos, conocen un proceso vital con su correspondiente génesis, infancia, adolescencia, edad adulta, senectud y muerte.

El eminente y controvertido filósofo alemán llegó a señalar en efecto una larga lista de coincidencias o de datos comunes a todas las culturas calificables como civilizaciones, los que sometidos a un proceso de comparación, le permitieron no solamente ratificar sus asertos, sino además emitir el diagnóstico de que la auto-intitulada Civilización Occidental que hoy por hoy ha extendido su esfera de influencia con caracteres prácticamente universales, después de haber alcanzado su categoría cenital ha emprendido el inexorable camino hacia su ocaso, agotada por un movimiento acelerado e descomposición interna, traducido en una serie de lances que resultan en un cuadro sintomatológico tanto de las causas como de los efectos de los sucesos que hacen previsible la inminencia del colapso.

Como es obvio, las manifestaciones perceptibles de desfallecimiento de las civilizaciones no son necesariamente idénticas, y ni siquiera semejantes, pues difieren en apariencia y presentación, aunque se hermanen en la esencia que las suscita, por lo cual es preciso, a partir de este criterio, encontrar un común denominador que explique razonablemente el periplo sin tregua repetido, que realiza el hombre a través de las mismas experiencias, al borde de los mismos precipicios, con las mismas caídas, sin lograr por eso descifrar el enigma de la bienaventuranza, por esfuerzos que haya hecho para alcanzarla. Y en esa búsqueda de un punto de concurrencia de causalidades diferentes para el arribo a un efecto análogo, parece justo y nada dogmático aseverar que la extinción de todas las culturas se produce como consecuencia de la pérdida del don de la creatividad, por desgate de la voluntad de mantenerlo activo por parte de los individuos que un día levantaron o que en su caso las fomentaron o por lo menos las conservaron en buen funcionamiento.

Pertenece a la índole de los grandes misterios por resolverse, la respuesta satisfactoria a la incógnita que representan las causas reales del colapso de la civilización maya, de la que quedan relativamente pocos vestigios, pero tan persuasivos, que no puede dudarse de quienes fueron capaces de edificar ciudades como Palenque, Uxmal, Chichén-Itzá, Tikal –esta última descubierta en este siglo por un feliz azar- conocieron un grado adelantado que debe haber sido paralelo, así en materia escultórica como en las ramas complementarias que forman el conjunto de modalidades del dominio victorioso del hombre sobre el ambiente.

¿Cuál pudo haber sido el motivo determinante del abandono, para ser tragados por la selva, de eso templos imponentes, después de haberse realizado el esfuerzo indudablemente extraordinario de construirlos?  No más allá de especulaciones han sido aventuradas por la investigación científica como alternativa de afirmaciones que no podrían ser otra cosa que empíricas Y dentro de ellas las hipótesis más aceptables hablan de una posible aniquilación por algún tremendo brote epidémico de malaria; del eventual ataque demoledor de fuerzas enemigas; de una incontenible presión de la naturaleza tropical, y finalmente de un éxodo de procedencia religiosa.

De cualquier manera, en todos y cada uno de esos supuestos lo que ante todo se intuye es una manifiesta intervención de decaimiento del impulso previo, cuyo resultado fue el acto de creación examinado.

Una especie de silogismo puede servir de punto de apoyo para esclarecer la aserción planteada: la malaria se propaga en las regiones pantanosas, debilita los organismos y les priva  de la capacidad de ejercer actividades trascendentales; si los mayas erigieron Tikal, es que cuando lo hicieron, la región estaba libre del azote de la malaria, sea porque a la sazón no se habían formado pantanos alrededor, o porque habían conseguido desecarlos; si fue la malaria lo que los consumió, parece claro que fueron incapaces de seguir evitando la formación de pantanos o que cesaron de luchar contra ellos.

Si la segunda sospecha tiene algún asidero, hay que presumir que  los mayas “perdieron” el control material de su hábitat a manos de fuerzas adversarias que debieron haber aprovechado de algún momento de extenuación particular –como una guerra civil- de magnitud suficiente como para ser debidamente explotable con finalidades aniquiladoras.

Si es la tercera la verdadera, el argumento del fracaso final en la batalla contra la jungla, no indicaría otra cosa que la pérdida de facultades para proseguir una lucha que debe haber sido por mucho tiempo acompañada por el éxito, desde el momento en que fue posible en su lujuriante interior dar tan elocuentes demostraciones de domino ambiental.

Por último, inclusive el argumento de que una motivación de carácter religioso colindante con la concepción del tabú habría tenido fuerza suficiente para impulsar a un desalojamiento ritual de los centros poblados, equivalente a una diáspora desperdigada en el bosque tropical, con ser el menos convincente de ellos, supone en todo caso una crisis de fe en antiguas creencias o un reemplazo de recursos esotéricos de signo negativo.

El común denominador de las teorías lanzadas para explicar el colapso de la civilización maya, es pues el desgaste, que física o espiritual, representa una degeneración de la capacidad productiva general, pero por sobre todas las cosas, una manifestación de disminución notoria del impulso de la minoría dirigente para continuar imponiendo metas y especialmente para mantener intacto el aliento y el ímpetu creadores. 

El enigma aún indescifrado de la cultura de la que fue asiento la hoy tupida selva del Petén, y cuyas magnificas estelas de Copán y templos monumentales de Tikal fueron descubiertos forrados de lianas y perforados por árboles cuya talla gigantesca no alcanzó a sobrepasar, no es excepcional en cuanto a los caracteres de su eclipse definitivo, aunque si lo sea relativamente a sus causas verdaderas, que en cierta forma siguen implicando una derrota –y un desafío- a la ciencia arqueológica, por falta de datos más certeros para cimentar deducciones aceptables. En cambio, se sabe a ciencia cierta las circunstancias que se realizaron otros colapsos culturales en los que invariablemente la causa última está en el hombre mismo, por relajamiento de la creatividad o por falta de incitación suficiente para la realización de actos de materialización a impulsos d la necesidad de aliarse para emprender la lucha por la supervivencia.La Mesopotamia, el supuesto vergel del paraíso terrenal y asiento de la civilización caldeo-asirio-babilónica se convirtió en el rudo desierto actual cuando la red de canales que regaban su suelo fueron destruidos y abandonados, o cuando la gente dejó de repararlos por pérdida de la fe en su propia capacidad de resistencia ilimitada para reconstruir las obras de irrigación que los insistentes ataques enemigos deterioraban. El país quedó expuesto a los asaltos devastadores de los nómadas de Arabia y desde entonces la historia de Irak es la de las interminables discordias entre tribus pastorales árabes, kurdas o turcomanas.

Igual cosa aconteció con Ceilán, con la sola diferencia de que debido a la naturaleza del terreno, al antiguo sistema de riego cingalés se tornó en una sucesión charcas pestilentes de aguas estancadas sin más vida que las de miríadas de mosquitos propagadores de la malaria.

El de las mencionadas -y de muchas otras civilizaciones desparecidas- ha sido el destino de la pérdida humana de dominio sobre el contorno, a menos que hayan intervenido fuerzas superiores de la naturaleza en forma de cataclismos por sí mismos insuperables.

Síntoma también clásico de deterioro conducente a la aniquilación de las culturas constituye el quebranto de la confianza en instituciones y costumbres propias, cuyo síntoma más evidente es la adopción o la asimilación de fórmulas o de modelos ajenos. Egipto comenzó a dejar de ser Egipto – la magna civilización egipciaca- cuando inició el proceso de su helenización, que dio como resultado un hibridismo que no se ha detenido desde entonces en su paso por un ensayo de cristianismo, por su actual estado de islamismo y la corriente desestabilizadora, que no otra cosa es que el empeño occidentalizador que no ha tenido presente la sabiduría de la sentencia evangélica que recuerda que la consecuencia final de poner vino nuevo en odres viejos, es que la fuerza de la fermentación de ése lo hará derramarse, destruyendo a éstos.

Cuando los reyes egipcios comenzaron a hablar griego, la lengua copta –el idioma de los faraones- inició su decadencia, y con ella la escritura jeroglífica, con esa facilidad que tienen los hombres para olvidar lo bueno que han aprendido y aprender lo perjudicial que quiere enseñárseles. Igual que las hablas primitivas quiteñas que en corto lapso de medio siglo –una o dos generaciones- fueron sustituidas por el quechua cuzqueño, y éste a su vez por el español; el milenario “copto”, que es la corrupción occidental de la corrupción griega de la corrupción egipcia del vocablo “egipcio” (“guiptos”, “guipt”, “gopt”, “copt”, “copto”), al desvanecerse no dejó como huella de su existencia sino millones de extravagantes inscripciones inteligibles grabadas en los muros de los templos y de las tumbas sumergidas en mares de arena que sólo la inspiración de Champollion logró descifrar y que la consagración científica de legiones de abnegados arqueólogos han desenterrado. Del abandono de su religión, de su lengua y de sus instituciones, de salto en salto Egipto desvirtuó las características que lo identificaron como dueño de la civilización más sostenida de la historia, y como lo fue el helenismo que le impuso hasta una religión heterogénea y desnaturalizada, pasó a ser presa fácil de las promesas del cristianismo, al que se acogió con el ansia de los sedientos de redención, sólo para que en el desobligo de la frustración a corto plazo tener que trasladarse a engrosar las filas del Islam agresivo, mitad por atracción hcia una fe más al alcance de las almas simples, mitad por el interés de liberación de impuestos para cuantos adhirieran a la declaración fundamental de que no hay otro Dios que Alá, y Mahoma es el profeta de Alá. 

A esa hora Egipto cambió nuevamente de lengua y de religión; aprendió a hablar árabe y se hizo musulmán, con la excepción de una minoría –la copta- que sigue siendo cristiana y respetada en el ejercicio de su credo, pese a la interferencia d los tiempos borrascosos que ha debido afrontar como precio a la lealtad a las creencias de sus antepasados.

Prefectura romana a la muerte de Cleopatra, la última reina egipcia; califato poderoso en un veranillo fugaz; provincia otomana languidescente; protectorado británico y por fin Estado independiente, de acuerdo con la voluntad de sus más recientes líderes ha estado circulando Egipto como un sonámbulo privado de convicción, en torno al marxismo primero y luego en la órbita de una occidentalización superficial que le roza sin penetrarle más allá de epidérmicamente.

Porque el empeño occidentalizador a imitación del ejemplo turco tuvo un campo de acción social diferente: los turcos son en parte europeos y están rodeados de pueblos absorbidos por la cultura europea; la escritura árabe que le llegó con el Islam era en el fondo tan ajena para ellos como la latina, y no les fue tan difícil desembarazarse de la menos practica para adoptar la más apta para el eficiente ingreso al mundo occidental. No hubo pues mayores problemas para la obra de Kemal Ataturk, de europeizar europeos.

No así los egipcios contemporáneos, semi-árabes rodeados de árabes y con una enorme mayoría musulmana. Para ellos, el occidental no es sino el codicioso ocupante que abrió el canal de Suez para su exclusivo beneficio; el sustractor de las reliquias de su portentoso pasado; el “perro infiel”, enemigo tradicional de su religión, y el arrogante vendedor de baratijas, buenas probablemente para ellos mismos, pero sin las cuales los egipcios pueden seguir viviendo como lo han hecho durante milenios, ya en su Delta exuberante, ya en su adusto desierto de horizontes infinitos.

Sin embargo, en medio de la desolación espiritual y del desconcierto que han sido las características de ese mundo extraviado y presa de las mayores confusiones, una suerte de movimiento entre religioso y nacionalista se ha hecho sentir de algunos años a esta parte, bajo el nombre de Takfir Wa Hegra, o sea arrepentimiento por las faltas pasadas y renunciación a este mundo corrompido. Rama extremista de “los Hermanos Musulmanes” fue su fundador Shukri Mustafa, un Ingeniero Agrónomo de unos treinta años de edad que ejerció notable influencia sobre sus discípulos, y aspirante al martirio, fue ejecutado en prisión el 19 de marzo de 1978. Se hacía llamar Comendador de los Creyentes (Amir Gama’at Al Muminin) y preconizaba una pequeña sociedad que viviera en el Islam y que sirviera de núcleo ejemplar y polo de atracción al resto de la sociedad.

Los miembros de Takfir Wa Hegra se inspiran en la vida del Profeta y para alentarse en sus reveses recuerdan que el mismo Mahoma en la época de la Jahiliya (ignorancia o período ante-islámico) tuvo que huir deLa Meca a Medina antes de retornar como triunfador. Para preparase a su misión y al destino voluntariamente escogido con desprecio de la vida, se aíslan de sus medios familiares, se complacen en desafiar con profunda euforia a la actual corrupción social reinante, y hacen de la tortura y la muerte una aspiración.

Takfir Wa Hegra, como grupo de la Fraternidad Musulmana, tiene cuatro enemigos mortales: el imperialismo, el capitalismo, el marxismo y el sionismo y por sobre todas las cosas propugna el retorno a la sharia la ley fundamental islámica, base del integrismo musulmán que ha triunfado en Irán bajo la dirección del Ayatolah Jomeini.

Entre los principales logros políticos de la fanática secta se cuenta el asesinato en julio de 1977 del Ministro de Bienes Religiosos, y desde luego el Presidente de la República, el “rais” Anwar el-Sadat, el 5 de octubre de 1981.

La Fraternidad Musulmana, pues, en su rechazo a todo lo occidental, constituye un esfuerzo reivindicador que se opone a la penetración continuada, o sea a la aculturación en perjuicio de una tradición que nunca dejó de practicarse en la vida real del pueblo, siempre fiel a la imagen inmutable a través de los siglos de una existencia estática, en la que aparentemente reside la imagen que él tiene de la felicidad. 

El proceso mimético de las culturas, empero, no siempre se realiza en una sola vía: no necesariamente va del que aparente ser más fuerte al más débil. Y si se dice “del que aparenta” es porque no siempre las manifestaciones externas suministran una apreciación externa de la realidad. Tómese, si no, el ejemplo ya presentado de la occidentalización que está invadiendo sin cesar el campo internacional de la técnica y de casi todos los aspectos de la vida, imponiendo nuevas costumbres, desplazando a las antiguas, y especialmente creando nuevas dependencias a cargo de una industrialización que, nueva forma de colonialismo, pretende someter a toda la humanidad bajo su férula.

Pero, en sentido contrario, obsérvese el fenómeno de la revancha, visible hasta para los más ciegos y obcecados. Consiste en que las generaciones occidentales nuevas paralizaron y dieron fin a su creatividad artística, y no solamente eso, sino que renunciaron inclusive a ser depositarias y conservadoras del acervo cultural que heredaron en el mayor nivel jamás alcanzado por el hombre, con los músicos barrocos y los escultores y pintores del Renacimiento.

Y es lo peor que no solamente está presente e estancamiento –con todo lo negativo que hay en las inercias- sino un proceso degenerativo que ha descubierto la excelencia de la realización del periplo caverna-civilización-caverna, adoptando como modelos las manifestaciones selváticas disonantes de la música primitiva del África tropical, más su rudimentaria pintura, su grotesca escultura y los peinados y atuendos con todas sus extravagancias y carencia de recursos. La contradicción palmaria es el signo de este intercambio, pues mientras las tribus rústicas han adoptado el uso constante de radios transistorizados, del plástico en sus múltiples formas de presentación, y aun los alimentos enlatado, las juventudes occidentales se contorsionan caricaturescamente en los clubes nocturnos al son de ruidos infernales de tambores y de alaridos de engendros pintarrajeados, con taparrabos de poliéster.

Y simiescamente, Latinoamérica se ha dejado contagiar de la insania suicida que culturalmente ha invadido a una sociedad decadente, en trance de sucumbir, y hoy es presa del desconcierto, sin saber si adherir a occidente, a oriente, al norte o al sur, en vez de procurar ser en todos los sentidos en aprovechado receptor de las lecciones y experiencias ajenas, sembradas en suelo americano en beneficio americano.  El término inglés melting pot, que define al recipiente en el que se mezclan y funden elementos destinados a dar un producto mejor que sus componentes es el ideal para amalgamar la nueva aleación que bautice la futura edad humana. Porque de todas maneras la interdependencia mundial no permite y la existencia de culturas totalmente autónomas, no siendo de extrañar el caso dela India, en donde Mahatma Gandhi, el dirigente modernos más nacionalista y partidario del retorno a las raíces indígenas, ideó para su país una organización estatal copiada del parlamentarismo británico. Tampoco escapa a la observación el constante esfuerzo soviético por emular los niveles norteamericanos especialmente en la industria y en la producción.

Y por eso es justamente deseable quela América Latina, que no tiene taras propias que soportar, menos ajenas, emprenda un viaje hacia su destino arrastrando tras des si un bagaje de elementos seleccionados que se avengan con la idiosincrasia de sus gentes, y que de ninguna manera sitúen vallas artificiales en una senda ya suficientemente erizada de tropiezos.

La creatividad no es u presente del cielo, como el mítico maná; pero si es un premio o por lo menos una compensación a los embates de la adversidad, a condición de que éstos sean indesmayablemente resistidos. Ninguna gran civilización ha nacido en suelos demasiado generosos, que no demanden una permanente consagración al trabajo y una lucha perpetua para vencer la hostilidad de la naturaleza, aunque no solo naturales puedan ser los estrobos que se oponen al ideal de las superación humana.

Hay en efecto otros impedimentos para el arribo a la meta civilizada, y estos son los vicios sociales que la desidia hace permanentes, como el gobierno de las oligarquías o de las camarillas formadas en los cuarteles, penetradas de mesianismo, o lo que es pero, de una suerte de derecho para regir, sostenido en la fuerza del dinero o en la de las armas.

La creatividad, pues, es una respuesta a los retos que motiva la adversidad, por lo cual, América que conoce de modo general la bonanza climática y un tratamiento apacible por parte de las fuerzas de la naturaleza, tan duras en otras regiones geográficas, no debe dormirse sobre esos laureles, que es la mejor manera de languidecer hasta el desvanecimiento, sino adquirir conciencia de los males que amenazan su futuro, y combatirlos con entereza donde quiera que se presenten, aliados especialmente a los falsos apóstoles y más traficantes de las malas artes de la demagogia.

Es precio por último rechazar la falsa creatividad que a pretexto de autenticidad y de libre expresión del subjetivismo toma el atajo audaz de lo elemental, o sea de los ejecutable sin conocimientos y experiencia. Un distinguido escritor argentino, desde hace varios años candidato al Premio Nóbel de Literatura, no ha podido alcanzarlo por tener sobre si el estigma de escribir demasiado bien, o sea que, mutatis muntandi, para merecer el galardón que nunca recibieron Tolstoy y Joyce, hay que escribir mal, o apenas lo suficiente para cubrir los niveles de las empresas editoriales que se encargan de convencer al grueso público que descubren genios literarios que es obligatorio aceptar como tales para no pecar de ignorancia y no engrosar las filas oprobiosas de los denominados reaccionarios. Si esa clase de audacia fuera usada con los signos positivos y los esfuerzos que distinguen a los verdaderos valores, constituirían un más que poderoso impulso hacia la cima.

Bien sabido es que las noticias de prensa que se ha enseñado a la gente a preferir son las que refieren a calamidades de todo género, o qué contienen censuras, reproches o sátiras. Y también es notorio que si un escritor escoge para afilarse las uñas fiscalizadoras un tema latinoamericano, tiene ipso-facto la acogida del público internacional, ávido de creer embustes ajenos para fines de propia justificación. Pero si el literato es latinoamericano y se ensaña en el ataque de lo propio, su éxito está asegurado, porque está de moda denunciar, pero no sugerir remedios o soluciones. La postura más cómoda es la del crítico; pero no es la indicada para justificar el ingreso de nadie a los rangos de la elite creadora que arrastra consigo –en buena o en mala dirección- a la gran mayoría no creadora, a esa mayoría que obra milagros o produce catástrofes porque, nunca suficientemente comprometida, es guiada por minorías comprometidas.                                                

                               

(*) Armando Pesantes García: Ex Canciller de la República, embajador de carrera, jurista y escritor ecuatoriano, autor entre otros de “Las Relaciones Internacionales”, “Torre de Babel”, “ALa Sombrade Las Pirámides”.



Un heroico quiteño en los Tercios españoles

Un heroico quiteño en los Tercios españoles

Patricio Muñoz Valdivieso, historiador y genealogista lojano, nos detalla en su interesante artículo «PARENTESCOS DE (DON) ALONSO PÉREZ DE LOS RÍOS, VIZCONDE CONSORTE DE SAN DONÁS”, la siguiente información sobre un destacado lojano quiteño audiencial que se desempeñó como militar en la Europa del siglo XVI, específicamente en las campañas de Flandes, llegando al grado de General y Maestre de Campo en las filas de los Tercios, además de haber logrado una distinguida posición social (Ver el artículo completo en este enlace: http://www.genealogia.or.cr/pdf/revistas/ACCG-revista019.pdf):

General y Maestre de Campo (D.) ALONSO DE LOS RÍOS (o PÉREZ DE LOS RÍOS o PÉREZ DE LOS RÍOS Y RIBERO o PÉREZ DE LOS RÍOS VIVERO o PÉREZ RÍOS CABALLERO o PÉREZ DE LOS RÍOS Y VIVERO o PÉREZ DE LOS RÍOS DE VIVERO Y RIBERA), Vizconde consorte de San Donás, el cual junto con su esposa son los primeros del título establecidos en el nuevo continente, n. por 1623 en la quiteña Loja. Según Mendiburu nació en Lima, sin embargo, en la capital virreinal solo se crió desde muy joven como él mismo declaró después. Conforme otro testimonio equivocado nació en la andaluza y granadina Lojac, ciudad que quizás, como buen lojano americano, visitó mientras duró su estadía en la península ibérica, y donde tal vez obtuvo una genealogía falsa por los apellidos Vivero, Rivera, Mercadillo y Mendoza, recuérdese que el fundador de la Loja americana el Cap. Alonso de Mercadillo era originario de la granadina Loja.

Fue un caso atípico en la obtención de títulos nobiliarios por parte de individuos nacidos en Indias y concretamente en la jurisdicción de la Audiencia de Quito el de (D.) Alonso Pérez de los Ríos. Marca generalizada, conforme se constata de una revisión somera de la obra de José Alejandro Guzmán Rodríguez, Títulos Nobiliarios en el Ecuador, publicada en Madrid en 1957, fue que quienes alcanzaron esos reconocimientos tenían como cuna a familias cuyos progenitores o parientes inmediatos o ellos mismos habían desempeñado elevados cargos burocráticos en el nuevo continente, tales fueron los primeros Marqueses de Cadreita -o Cadereita o Cadereyta- (1617) y Valdelirios (1703), cuyas familias temporalmente residieron en Quito; o bien provenían de familias criollas domiciliadas en la Audiencia que se habían encumbrado económicamente, como fueron los primeros Marqueses de Solanda (1700), Villa Rocha (1703), Miraflores (1744), Lises (1745), Villa Orellana (1748) y S. José (1815); y los primeros Condes de Selva Florida (fines del siglo XVII), Las Lagunas (1714), Real Agrado (1769) y Casa Jijón (1784). Recuérdese que en la Audiencia de Quito residieron por herencia el siciliano título de Marqués de Maenza y el castellano Marqués de Selva Alegre, que se vincularon familiarmente en esa jurisdicción.

El caso de (D.) Alonso es la excepción a la regla anterior, joven emprendió viaje al viejo continente en busca de fortuna pues el sueño americano no había funcionado tan exitosamente para su familia, la cual de la información que se desprende anteriormente, no alcanzó, sino muy relativamente en algunos de sus integrantes, el cenit económico y social tan deseado. Allá le fue bastante bien en la carrera de las armas y tuvo un excelente ojo para desposarse, consecuencia de ello fue que se le otorgó en Bruselas en 1654-03-14 el título de Flandes de Vizconde hereditario y Preboste de San Donás que era de propiedad de su primera esposa o de la familia de aquella. Este hecho, entonces, abrió nuevos y florecientes caminos para él y para sus hermanos enteros y del tercer desposorio materno, coincide que las ventajosas prebendas y casamientos o uniones de hecho de ellos se dan luego de la obtención del título; sus provincianos paisanos, miembros de importantes familias, y uno que otro de sus vecinos geográficos perdieron la cabeza por emparentar de cualquier manera con el novel Vizconde, probablemente emparentado además por su primera esposa con la alta nobleza europea, y cuyos hijos de segundo matrimonio muchos años más tarde adquirirán por herencia de su familia materna el peruano Marquesado de Villa Hermosa de San José.

Curiosamente, D. Alonso, único lojano, y segundo quiteño audiencial de nacimiento luego de Cadreita, en obtener una dignidad nobiliaria no responde a los dos presupuestos indicados, y el título que recibirá no será de Castilla como es el caso de todos los anteriormente señalados, sino el de uno de los tantos dominios personales del entonces monarca español reinante de la dinastía de los Austrias, aunque claro es necesario acotar que la concesión se la hizo por matrimonio con la beneficiaria del título y no por sí mismo; en todo caso, habría que revisar cuantos Vizcondes de esta denominación hubieron antes en Flandes, pues (D.) Alonso y su esposa son los primeros del título que vivieron en el Perú.

Llamado siempre erradamente Conde en el testamento de su madre (lojana) y por su cuñado Fco. de Ureña al testar. Acaso se lo llamaba Conde, lo que sucederá también con sus sucesores en el título, o bien por confusión, o bien por propia voluntad, o bien para evitar la notoriedad que podría haber significado en el ambiente de entonces de ser considerado menos que Marqués o Conde, títulos que se encontraban al mismo nivel según la legislación castellana conforme lo expresa Julio de Atienza en Títulos Nobiliarios Hispanoamericanos, 1947, p. 18.

En 1646 de unos 23 años ya D. Alonso se encuentra en Madrid, declara que se crió desde joven en Lima y figura como testigo de la inf. genealógica presentada por el limeño D. Fco. de Vargas y Carvajal, integrante de la familia de los futuros Duques de San Carlos, para ser investido caballero de Alcántara.

En 1662-01-25 en Madrid hace una Relación de méritos y servicios el Mte. de Campo D. Alonso, Vizconde de San Donás. En ella se incorpora el testimonio dado en Bruselas en junio de 1658 por García Osorio, Contador del Consejo de Flandes, el que dice que Ríos se estableció en Flandes como parte de una compañía de infantería española en 1648-04-06 y que le fijaron la renta de 8 escudos de ventaja particulares el día 21 como Alférez Reformado que fue de los reinos del Perú, sirviendo en esa calidad hasta 1650-01-28, fecha en que el Archiduque Leopoldo lo puso al frente de una compañía de infantería donde sirvió hasta 1655-05-01 en que se le concedió el mando de una compañía española hasta que en 1658-05-08 D. Juan (José) de Austria le nombró Mte. de Campo del Tercio de Caballería bajo órdenes del Mte. de Campo D. Pedro de Carvajal y Coria hasta que el día 13 se le concedió licencia.

También se encuentran las certificaciones dadas en 1655-04-23 y 1656-05-20 por D. Fernando de Solís, General de Artillería en Flandes, y los Sargentos Generales de Batalla el Marqués de Monroy, el Marqués de Yennes, el Mte. de Campo de Infantería D. Antonio de Bassacourt y el Cap. y Sgto. Mayor D. Jerónimo de Benavente, en las que declaran que lo han visto servir por 8 años, especialmente en 1648 en el asalto de la villa y ciudad de Cotray –llamada también en ese documento Cotras- en Francia con gran valor, habiéndolo visto el Archiduque Leopoldo en una salida que hicieron los enemigos peleando y rechazándolos hasta una entrada encubierta, acto en que se tomaron prisioneros. Luego luchó en la batalla de Lens librada en la provincia de Henao entonces y hoy en Artois donde fue apresado en 1649, después en la entrada que se hizo a Francia en el sitio y toma de la villa de San Venant o San Venante o Saint Venant en Artois, entrada encubierta que se ganó en la noche a órdenes de Solís como parte de su Tercio, habiendo sido Ríos el primero que cruzó el foso que lo pasó a nado tomando el reducto de los enemigos sobre la puerta de ella y bajando el puente para que pase su gente y ocupe la villa.

Que luego fue nombrado por entrar a la villa de Cambray –entonces española y actualmente francesa- en 1650 por el Archiduque como Maestre de una compañía de infantería con la que fue al socorro de la villa y puerto de Ostende en Flandes, distinguiéndose al año siguiente de 1651 en el sitio y toma de la villa de Fornay –llamado también Fornos- en Francia, así mismo ganó con su compañía la entrada encubierta en el sitio y toma de la villa de Berges San Vinoc -o Bergh Saint Vinox o Berghes Saint Vinox en Flandes entonces y hoy francesa-, ocasión en que muy probablemente conoció a su futura primera esposa. En 1652 se distinguió en el sitio y toma de la villa y puerto de Gravelingas o Gravelines en Flandes entonces y hoy francesa y dio buena cuenta del convoy que llevaba muchos pertrechos de guerra el mismo que dirigió desde la villa de Berges -o Bergh Saint Vinox- hasta la de Borburque o Bourbourg en Francia para el sitio de la última, donde escaramuzó con los enemigos que salieron para impedirle el paso. Se destacó también en el sitio y toma de la villa de Dunquerque en Flandes entonces y hoy francesa, en la entrada a Francia que se hizo en 1653 en que se sitió y desmanteló la villa de Bemont –que debe ser la actual Russy-Bémont- en Picardía, también en el sitio y toma de la villa y fortaleza de Rocroy. En 1654 en el sitio de Arras donde fue apresado, habiendo obrado bien en las salidas que hicieron los enemigos franceses desde esa plaza defendiendo con los soldados de su compañía el reducto y cabeza de sus trincheras.

Siendo Capitán de Caballos al mando de su compañía, según dijeron el Príncipe de Ligni –llamado en ese documento también Lignei o Lisni-, Gral. de Caballería de Flandes, el Conde de Marchin -o Marcin o Marsin-, Gral. de las tropas del Príncipe de Condé, y Fco. Sánchez Pardo, Sgto. Gral. de Batalla y Tte. Gral. de Caballería de Flandes, en certificaciones dadas el 16, 17 y 25 de mayo de 1658, se distinguió en 1655 y en 1657 en el convoy que metió en Gravelingas o Gravelines, pues habiéndole enviado el Conde de Marchin que vaya a la vanguardia a mandar un Teniente que estaba con 15 caballos y mantuviese los centinelas alanzados en orden de que si los enemigos franceses e ingleses que ocupaban el fuerte real de Mardique –o Mardick, actual Fort-Mardyck- en Flandes entonces y hoy francesa, intentasen algo o saliesen de allí los cargase hasta sus fortificaciones, lo que en efecto sucedió con apoyo solo de su compañía, puesto que el Teniente y los soldados mencionados lo desampararon, consiguiendo Ríos con su propio Teniente y dos soldados que se retiraran los contrarios, arriesgándose de tal manera que hubiera sido muy difícil ser socorrido por los demás, siendo esta la razón reconocida por Marchin por la que gracias al ingenio de Ríos se pudo introducir el convoy en esa población. Todo esto pesó para que sus servicios fueran aprobados en cartas dirigidas al Rey por el Archiduque Leopoldo, D. Juan (José) de Austria, el Conde de Fuen Saldaña, el Príncipe de Ligni y el Conde de Marchin el 12 de abril y 04 de octubre de 1656, el 04 de junio de 1658 y el 22 de noviembre de 1661, fecha esta última en que el Conde de Fuen Saldaña, Embajador Extraordinario en París, le envió a Madrid en cumplimiento de una misión real.

En 1663-04-10 en Madrid es nombrado Corregidor de Collaguas en Arequipa, Perú. En 1664-09-05 recibe licencia el Corregidor de la provincia de los Collaguas para pasar al Perú junto con su esposa, tres hijos y una criada negra. Previamente levantó una información genealógica, declaró que era hijo de Gabriel de los Ríos y Rivera y de Carolina –le cambió el nombre a la madre- Mercadillo y Mendoza, y nieto paterno de Fco. de los Ríos Vivero y Margarita de Rivera –como ya dijimos esa filiación se la pone en entredicho-. Viajaba con sus tres hijos que se llamaban Alonso, Fernando e Isabel.

También en el desempeño de ese cargo será conocido como Gobernador de la Provincia de Cailomas -o Cailloma-, rica zona minera peruana. En 1669 el Fiscal de la Audiencia de Lima acusa al Vizconde de haber “envenenado a su hija Isabel Pérez de los Ríos y a dos indios”. En 1674 el Vizconde se encuentra otra vez en Madrid, declara que había estado avecindado en Lima y figura como tgo. de la inf. genealógica presentada por el limeño D. Juan José de la Presa y de la Cueva para ser investido caballero de Calatrava.

En enero de 1680 en Loja su cuñado Ureña declara que D. Alonso donó a su hermana Da. Gabriela un pedazo de casa servida con un mitayo del p. de Colambo que había comprado a Juan Pizarro, marido de Marta de la Banda. Su casa o la de alguno de sus descendientes se encontraba en la calle de Gremios en Lima. Así mismo él o alguno o algunos de los sucesivos Vizcondes fue/fueron propietario/s de unas casas situadas en la esquina de Corcovado (cuadra cuarta del jirón Cuzco) y Negreyros (cuadra quinta del jirón Azángaro), casas que antes en 1620, según José Gálvez, fueron adquiridas por Da. Isabel Pérez Penacho, esposa primero de D. Antonio de Paz y luego del Gral. D. Antonio de Morga y Estrada, Alcalde Ord. de Lima. Esta residencia se habría convertido en varias generaciones de los San Donás en su casa solariega.

Ricardo Palma en una de sus Tradiciones Peruanas escritas en 1868 bajo la denominación de “Un litigio original”, producto de una enconada enemistad habida entre el segundo marqués de Santiago D. Dionisio Pérez Manrique y Villagrán y el primer conde de Sierrabella D. Cristóbal Mesía y Valenzuela en los tiempos del virrey Melchor Portocarrero Lazo de la Vega, conde de la Monclova, cuenta que D. Alonso Pérez de los Ríos y Rivero, vizconde de San Donás, fue uno de los testigos a la salida de una de las misas de la iglesia de S. Agustín de Lima del 08 de septiembre de 1698 de una interminable gresca entre los cocheros de ambos personajes, azuzados por sus amos, en la que se negaban a darse paso mutuamente para que sus carruajes pudieran seguir su camino, y el proponente de la idea de acudir ante el Virrey para arreglar el conflicto, pues “el vizcondesito de San Donás, que era mozo de salidas y expedientes oportunos” intervino expresando: “-Pero, señores, esto es una majadería, a la que conviene poner término. Quédense los coches como están, y vamos donde el virrey para que él decida el caso”.

Sin embargo, en este punto es necesario aclarar que para entonces el Vizconde D. Alonso ya había fallecido según el testamento de su hijo y homónimo el segundo D. Alonso otorgado en junio de 1694, del que también se presume debió morir poco tiempo después, así que Palma seguramente se refiere en lo concerniente a los hechos de este episodio a su nieto y homónimo el tercer D. Alonso pues habla de vizcondecito y mozo y para 1698 el tercer D. Alonso tendría unos 18 años. Así mismo, se conoce que D. Dionisio Pérez Manrique fue primer marqués de Santiago y que D. Cristóbal Mesía y Valenzuela fue segundo conde de Sierrabella, acaso es que Palma se intenta referir al segundo marqués de Santiago D. Carlos Pérez Manrique y Camberos, pues parece que ya para entonces habría muerto el primero, y acaso creyó que D. Cristóbal Mesía y Valenzuela era el primer conde de Sierrabella cuando era el segundo realmente (?).

Su nieta Da. María Pérez de los Ríos y Corral, Vizcondesa de San Donás, en 1758 declara que fue General, Mte. de Campo de la Caballería de Coraceros, “militar del Emperador Don Leopoldo Guillermo de Austria en Flandes” por su Alteza Real D. Juan (José) de Austria, Embajador Extraordinario del Rey D. Felipe IV de España ante el Rey Luis XIV de Francia, General de Mar y Tierra en el Virreinato del Perú, Conde consorte de San Donás”, aunque claro que Da. María confundió a dos Leopoldo de Austria, pues con el que combatió el Vizconde fue un homónimo del Sacro Emperador Romano Germánico Leopoldo I, personaje este último que apenas tenía entre 10 y 16 años aún no reinante en 1650 y 1656 cuando se desarrollaron las acciones de armas en que participó el Vizconde a órdenes del archiduque indicado; además exageró su nieta al decir que fue Embajador Extraordinario, estuvo si a órdenes de uno pero no más.

En este último error, considerarlo Embajador en Francia, caen también Mendiburu y Felipe A. Barreda, probablemente ellos se basaron en la detallada relación de servicios de Pérez de los Ríos hecha en “Lima Fundada” de D. Pedro Peralta y Barnuevo, obra escrita en 1732.

En la obra de Mendiburu consta también que fue Tte. Gral. de los Reales Ejércitos. En los papeles de nobleza de los Tamayo de Mendoza se dice que Pérez de los Ríos fue nombrado Corregidor de Huamanga y Collaguas en 1663, sin embargo, se equivocaron, pues lo fue de Collaguas y Cailloma como ya se ha señalado. En 1716 y en 1725 su hijo D. Bernardo Juan declara que D. Alonso fue General y que fue Conde de San Donás, lo que también afirma su hijo D. Fco.

En C1° en Flandes por 1654 c. Da. Isabel Cleis de Guistele y Aremberg –o Cleis de Hulle y Gistele o de Gistele o Cleis de Guisteli y Aremberg o Cleis Guistelli y Aremberg o Cleis y Guistelle-, n. del Condado de Flandes, Vizcondesa titular del estado de San Donás, llamada también Condesa de ese estado, Señora de Grusanave, de San Bino –o Verges de Sanbino en los Estados de Flandes entonces o Berghes Saint Vinos, hoy población francesa- y de Crepus de San Lorenzo, Baronesa de Durpión –o Urpin o Vupin- y de Alpines conforme su nieta Da. María Pérez de los Ríos y Corral y también debió ser Señora de San Donás –o San Donat- y de la Verdaya –o Berdaya- pues sus descendientes asoman con esos títulos también.

Es probable que Da. Isabel haya sido pariente del ya indicado Felipe Fco. de Ligne –o Ligni-, nacido en 1625, quien también fue último Conde, primer Duque, y Príncipe Soberano de Aremberg dentro del Sacro Imperio Romano Germánico, Duque de Aschot y de Croy, Grande de España de Primera Clase, Príncipe de Porceau, Marqués de Montcornet, Conde de Beaumont, de Seneghem y de Lalaing, Barón de Zewemberges, de Commera, de Rotzelaer, de Bierbecke y de Heverlé, etc., el cual luchó en Flandes, fue Gobernador de Valenciennes y Caballero del Toisón de Oro, fallecido en 1674 o 1675, esposo que fue de Da. Magdalena de Borja y Doria, descendiente del Papa Alejandro VI, de los italianos Doria y Colonna y pariente de San Carlos Borromeo, los que tuvieron sucesión que se extinguió, pasando entonces la titularidad de la Casa de Aremberg y sus dominios y títulos a su hermano Carlos Eugenio de quien provienen actualmente las ramas de Francia, Bélgica y Alemania. El título ducal de Aremberg fue poseído alguna vez por Da. Ma. del Rosario de Silva, que también fue Condesa de Fuenclara y Grande de España de Primera Clase, fue esposa del II Duque de San Carlos D. José Miguel de Carvajal y Vargas Manrique de Lara, n. en 1742 en Lima, que no tuvieron sucesión.

En el Nobiliario de los Países Bajos y Condado de Borgoña, cuyo título original es Nobiliaire des Pays-Bas et du Comté de Bourgogne, escrito por Monsieur de Vegiano, se toma en cuenta a las familias De Cleis, De Guistelle y Arenberg. Aunque Arenberg o Aremberg o Ahremberg se encuentra en Alemania en la región de Renania, sin embargo, la familia de los condes (1117-1645) y posteriores duques (1645-1810), que fueron príncipes soberanos en el Imperio entre 1576 y 1810, año en que fueron mediatizados, estuvo muy vinculada a los Países Bajos, concretamente a lo que actualmente es Bélgica, zona donde los Cleis y Guistelle gozaron de feudos.

Se conoce que los Pérez de los Ríos y Cleis de Guistelle por lo menos tuvieron tres hijos nacidos en Europa con los que pasaron al Perú, la posteridad de uno de ellos se verá en la Segunda Rama, en la que continuó la sucesión del título vizcondal de San Donás.

C2° en Lima en 1687-11-12 c. Da. Fca. de Tamayo Mendoza y Navarra –o Tamayo de Mendoza-, n. por 1660 en Cajamarquilla –en el corregimiento de indios de Cajamarquilla conocido también como Pataz el que a su vez estaba entonces dentro de la jurisdicción del corregimiento de Chachapoyas-, Perú, ocasión en que aparece exhibiéndose como Conde. Su segunda esposa al enviudar de D. Alonso contrajo segundas nupcias con D. Fco. de Araujo Pimentel. Ella otorgó ppt. en 1714-10-08 en Lima ante Uceda a su hijo D. Bernardo Juan de los Ríos y Tamayo, no declara ser Vizcondesa pues no le correspondía. Fue hija del Mte. de Campo D. Joseph Tamayo de Mendoza, autotitulado II Marqués de Villahermosa de San José y de Da. Sebastiana de Torres y Navarra. Con sucesión que se puede ver en la Tercera Rama, en la que se radicó por herencia de su familia materna la sucesión del título marquesal de Villahermosa de San José. 

Al parecer la celebración de este segundo enlace matrimonial del Vizconde con la señora Tamayo se debería a la oferta realizada por la Corona a la familia Tamayo de conceder tres hábitos de caballero a los que casen con las hermanas del autotitulado I Marqués de Villahermosa de San José, proceso de obtención de tan codiciada investidura caballeresca que, al menos en el caso del Vizconde, probablemente no se llegó a feliz término acaso por la temprana muerte del pretendiente o porque se modificó finalmente la oferta, excluyéndose la concesión del ingreso a órdenes de caballería, como bien se deja entrever del artículo escrito por el genealogista Gustavo Baca Corzo. Esa dignidad caballeresca ninguno de sus descendientes pretendió alcanzar posteriormente.

(…)



Montalvo, ese desconocido.

Lectores todos: a continuación comparto con ustedes el discurso que leí en la Academia Nacional de Historia del Ecuador a propósito del lanzamiento del libro «Montalvo, una pasión. Una aproximación psicológica al perfil del cosmopolita» de la Dra. Ruth Cobo Caicedo, en abril de este año.

 

Montalvo, ese desconocido.

 

Hoy la historia como disciplina científica estudia y da relevancia a los hechos humanos del pasado como procesos sociales y colectivos, las personalidades han sido puestas a un lado. En este sentido el libro que presentamos esta tarde: “Montalvo, una pasión. Una aproximación psicológica al perfil del cosmopolita” de la doctora Ruth Cobo, es una digresión. Gabriel Cevallos García pudo decir que “… a riesgo de causar escándalo, es preciso decir que una esplendorosa parte de la marcha histórica es obra de los hombres-fuerza.”

Si bien este libro como lo señala su título, es una aproximación psicológica, no por eso es menos historia, específicamente historia social, social porque a través de los hombres individuados, preferiría decir de las personas como tales en este caso, la marcha histórica en lo común va adquiriendo su sentido. Los detalles de la infancia de Montalvo que la autora pincela cautivantemente nos muestran un Ecuador de la primera mitad del siglo XIX desde su parte más profunda, desde el interior de una familia, y así vamos comprendiendo no solo los hechos rimbombantes de un pasado signado por las figuras que ostentaban el poder, sino un pasado común y extraño para muchos enmarcado en la vida diaria. Por lo mismo entusiasma el siguiente fragmento donde se cita al propio Montalvo:

“Cuando apuntaba el alba nos bebíamos sus blancos rayos con los ojos, cogiéndolos en las rendijas de las puertas, y mi madre volvía a decir hijos recemos: demos gracias a Dios. Nos inclinábamos por el suelo y saludando a la aurora, como los pueblos hiperbóreos saludan a la luz cuando vuelven después de una noche de seis meses, dábamos gracias a Dios por haber amanecido un día más.”

El llamado cosmopolita, nos manifiesta con esas sus palabras una forma de vivir en el Ambato del 1840 y pico que refleja una continuidad histórica con un pasado hispánico-católico-medieval que busca sus mismas raíces en los cultos paganos de la Roma clásica más que en el mismo cristianismo de los orígenes, intacto a pesar de la independencia política de España; y aún más me atrevo a decir que demuestra una forma de vivir, una cosmovisión de los paisanos que fueron dándole la vida a una naciente república.

Al repasar las líneas de esta novedosa y particular obra vamos conociendo a un  Montalvo desconocido. Quienes hemos leído de y sobre Montalvo desde pequeños, nos hemos formado una idea determinada del cosmopolita, como un liberal a ultranza en el sentido ideológico de la palabra, es decir como un jacobino. De esta manera, hemos pasado por alto o ignorado por completo las facetas que contradicen este prejuicio.

Montalvo es un desconocido, a pesar de lo altisonante de su nombre en nuestros días y de su instrumentalización politiquera actual de bando y bando, Montalvo es ignorado por la gran masa, por el pueblo en general; un ejemplo de ello es en relación a su liberalismo. El jacobinismo, practicado en lo político por Alfaro y compañía en el Ecuador a partir de 1895, como matriz histórica y cultural se caracteriza en América por su fuerte rechazo al pasado hispano del continente debido a que  ha considerado a este como una fuente de “oscurantismo y atraso”. Ramiro de Maeztu en su clásica obra “Defensa de la Hispanidad”, referente mundial de todos los hispanistas del orbe universo, cita a un solo ecuatoriano, claro que me refiero a Montalvo y a estas sus palabras: “¡España! ¡España!  Lo que hay de puro en nuestra sangre,  de noble en nuestro corazón, de claro en nuestro entendimiento, de ti lo tenemos, a ti lo debemos. El pensar a lo grande, el sentir a lo animoso, el obrar a lo justo, en nosotros, son de España; y si hay en la sangre de nuestras venas algunas gotas purpurinas, son de España. Yo que adoro a Jesucristo, yo que hablo la lengua de Castilla; yo que abrigo las afecciones de mis padres y sigo sus costumbres, ¿Cómo habría de aborrecerla?”. Juan Montalvo, el liberal radical y rebelde Juan Montalvo, expresó estas palabras, ese hombre que se inclinaba para saludar a la aurora y que como dice seguía las costumbres de sus padres, no pudo entonces y no puede ahora ser utilizado en función de los mezquinos intereses de grupos y de ideologías. Ruth Cobo nos da las pautas para entender al personaje más allá de las ideologías.

Tanto los historiadores conservadores como liberales, para citar ejemplos concretos: Wilfrido Loor en los primeros y Roberto Agramonte en los segundos; han mostrado a un Montalvo enemigo de las formas de vida y costumbres de un pasado innegablemente católico, por tanto hispánico y universal. Es pionera así la obra de la Dra. Cobo en torno a esto, debido a que con la documentación y las fuentes bibliográficas adecuadas y por sobre eso y gracias a su preciso análisis psicológico, va develando a un hombre verdaderamente universal.  ¡Mi pluma lo mató! Sentenció soberbiamente Montalvo, refiriéndose a Gabriel García Moreno.  Ambos, Montalvo y García Moreno practicaban lo que Richelieu llamó la vertu male, la virtud macha, y en esa vida de virtud cruzaron sus caminos. Se destaca en este libro los inesperados capítulos, al menos para algunos, dedicados a la memoria del Presidente Gabriel García Moreno. Aunque es conocida la relación entre el hombre católico y el hombre cosmopolita, una relación tormentosa por decir lo menos, la misma ha sido puesta en la escena histórica como la oposición de dos visiones y formas de ser. En realidad Montalvo y García Moreno se parecían más de lo que tal vez a ellos mismo les hubiera gustado, con una fortaleza y dominio de sí mismos admirable, cada cual por su vía, alcanzaron su plenitud, y en esos capítulos que Ruth escribe vamos conociendo como más que enemigos, ambos fueron antagonistas a lo griego. A los que repiten “mi pluma lo mató, habría que recordarles siempre que esa misma pluma escribió de García Moreno: “Nacido para grande. ¡Hombre!” –nombre de uno de los capítulos del libro sea dicho de paso-, Hombre con mayúscula y entre signos de admiración, lo que para quienes conocemos y hemos leído la pluma de Montalvo, sabemos que es un elogio extremo.

No podemos entender ni pensar el presente y planificar el futuro -en lo personal, politico y social- sin entender el pasado, hacerlo es un despropósito extremo. Por tanto, entendiendo quienes fuimos y como vivíamos, podremos saber hacia dónde vamos y cómo lo haremos. Ruth cita a Edmund Burke en los prolegómenos de su libro en este sentido: “La sociedad es una sociedad no solamente entre quienes están vivos, sino entre quienes ya murieron y aquellos que nacerán.” Montalvo una pasión, va más allá del mismo personaje estudiado y nos brinda la oportunidad de entender a la sociedad ecuatoriana en su parte del pasado más vivo. El célebre ambateño motivo del libro que hoy presentamos dijo que el vulgo se venga con su indiferencia. Esta obra no está dedicada al vulgo, a quien la lea entonces no podrá serle indiferente.

Francisco Núñez Proaño

Miércoles, 25 de abril de 2012.



El mito de la cultura mestiza

El mito de la cultura mestiza:

Cita: “Otro mito (de la época colonial) es el del triunfo de una cultura mestiza como cultura dominante después de la conquista. Según esta visión, inmediatamente después de la conquista surgió una síntesis equilibrada de la cultura nativa y la foránea, síntesis que se manifestó en el arte colonial, en la cocina, y en el idioma. Los criollos (en calidad de mestizos) habrían sido los portadores de las nueva cultura mestiza, que sería el fundamento de la identidad nacional. Este concepto es erróneo por varias razones. El estrato criollo se mezcló poco con los indígenas y se esforzó por preservar una cultura esencialmente europea a lo largo de la época colonial. Asimismo, el arte colonial oficial (la pintura, la escultura y arquitectura religiosa) estaba muy lejos de ser una síntesis mestiza y más bien se adhirió escrupulosamente a los cánones artísticos e ideológicos europeos. Entre los mestizos humildes de las ciudades, en cambio, sí se formó una cultura híbrida muy rica en manifestaciones cotidianas. Pero esta no influyó mayormente en el arte colonial o en la vida de los criollos, sino en la emergente cultura popular.” –Carlos Espinosa Fernández de Córdoba, historiador e internacionalista quiteño.

Po otro lado, Gonzalo Zaldumbide decía que «nosotros tenemos más de europeo que de otra cosa».

Y Manuel Gálvez (argentino) en su obra “Vida de don Gabriel García Moreno” afirmó que “los habitantes (del Ecuador), en su mayoría , son indios y mestizos. Pero existen en las ciudades pequeños núcleos de familias de pura raza blanca, descendientes de españoles, y en los que se conservan tradiciones de cultura y señorío.”

A todo esto remata Carlos Enrique Lasso Cueva con lo siguiente: «Hay concordancias entre lo que afirma Carlos Espinosa y lo planteado por Agustín Cueva en su libro «Entre la ira y la esperanza», publicado en 1967. Por eso transcribí un párrafo de ese libro arriba. Discrepo, Paco, en lo tocante a que hay «pequeños núcleos de familias de pura raza blanca». Según Pérez Pimentel, hasta Carlos Julio Arosemena Monroy era descendiente del cacique Tomalá, de la isla Puná. Que hay familias con un alto porcentaje de raza blanca es admisible. Pero el término pureza racial creo que, luego de las investigaciones de Jurado Noboa, está erradicado. Rodrigo Borja, perteneciente a una familia de increible linaje europeo («de rango inmediato al de las Casas reales»: García y Carrafa), por la rama de Villacís Carcelén tiene una línea indígena en sus ancestros…y asi sucesivamente. Acepto que hay familias que sufrieron un menor mestizaje -a veces, es verdad, muy leve- en el proceso colonial y republicano. Pero he visto a muchos aristócratas…con todo el señorío y elegancia que conservan, se les ve que hace tiempo que dejaron de ser caucásicos puros. El propio Camilo Ponce Gangotena, con su sereno y distinguido porte, tiene una pinta innegable de charro mexicano. Y no creo que nada de esto sea malo. Hay que recordar lo que el propio Manuel Rendón Seminario decía de sus parientes medio zambas y feas de la zona de Daule, y lo que comentaba de los mismos Seminario (libro de Jurado Noboa: «El conquistador Pérez de Guzmán»).

Como siempre, saque usted sus propias conclusiones.