Filed under: Arte, Exégesis, Poesía, Poesía militante | Etiquetas: Dios, hombre
Dios duerme en la roca,
Dios respira en la planta,
Dios sueña en el animal,
¡Y Dios se despierta en el hombre!
Filed under: historia | Etiquetas: Argentina, Ecuador, Eva Perón, Eva Perón y el Ecuador, Evita Perón, Perón
Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952, hoy conmemoramos 60 años de su desaparición física:
Eva Perón y el Ecuador
La tarde del 5 de agosto de 1949, el Ecuador sufrió uno de los peores terremotos de su historia. El sismo tuvo un rango de 6,8 grados Richter y su epicentro estuvo en la población de Pelileo. La ciudad de Ambato y muchas poblaciones fueron destruidas. Y el número de muertos alcanzó los seis mil.
Ante la urgencia, la Fuerza Aérea Ecuatoriana estableció un puente aéreo entre Ambato y Quito y otro entre Ambato y Guayaquil, para movilizar rápidamente la ayuda a los damnificados. También empezó a llegar la ayuda de países amigos, el primero de los cuales fue la Argentina, que el 8 de agosto anunció el envío de ayuda por vía aérea.
El 10 llegó a Guayaquil el primer avión argentino, fletado por la Fundación de Ayuda Social Eva Perón, trayendo vituallas, mantas, ropa, medicinas y artículos sanitarios. Al día siguiente salieron desde Buenos Aires otros aviones con ayuda. Eran tres Douglas C-54 de la Fuerza Aérea Argentina, que llegaron a Ambato haciendo escalas en Chile y Perú. El 3 de septiembre llegaron al Ecuador otros dos aviones argentinos con ayuda. En total, Argentina envió 25 toneladas de suministros, 7 médicos y varias enfermeras.
Hubo más. El presidente Galo Plaza solicitó al gobierno de Perón que le permitiera utilizar los aviones argentinos para fortalecer el puente aéreo entre Ambato y Guayaquil, lo que fue concedido y permitió movilizar la ayuda para la zona devastada. Allí habían desaparecido las carreteras y caminos, al punto que, en algunos sitios, los rescatistas y paramédicos debieron saltar en paracaídas.
Los aviones argentinos volvieron a su país a fines del mes siguiente. El 26 de septiembre, tras vivir una emocionante despedida, partió de Quito el avión Douglas C-54 LV-ABI, llevando 20 pasajeros del equipo médico argentino y 5 tripulantes. Su llegada a la base aérea de Morón, cerca de Buenos Aires, estaba programada para las 5 de la tarde y entre quienes lo esperaban estaba Eva Perón. Pero el avión sufrió un incendio y tuvo que aterrizar de emergencia en un sitio cercano, en lo que murieron los copilotos Norberto Fernández Lorenzo y Juan Gregorio Torrealday, así como Amanda Allen, jefa de enfermeras de la Fundación Eva Perón; y Luisa Komel.
Conmovida por la ayuda recibida, la sociedad ecuatoriana expresó su gratitud a Eva Perón. La CTE la proclamó “Ciudadana de América”, el 11 de septiembre de 1949. Y el Gobierno Nacional la condecoró con la Gran Cruz de la Orden Nacional Al Mérito, por pedido de la Cruz Roja Ecuatoriana y la Fundación Internacional Eloy Alfaro. La medalla le fue impuesta por el embajador Alberto Puig Arosemena, en solemne ceremonia realizada en la Casa Rosada, en Buenos Aires, el 19 de octubre de 1950.
Filed under: Guerra, historia, Historia secreta América | Etiquetas: 24 de julio, 24 de julio de 1783, Bolívar, crueldad, dictadura, Libertador, natalicio de Bolívar, natalicio de Simón Bolívar, natalicio del Libertador, Pablo Victoria, Pablo Victoria Wilches, racismo, resentimiento, Simón Bolívar, tiranía
La verdad sobre Simón Bolívar, el resentido, racista, cruel y brutal dictador de medio continente (a propósito de su natalicio):
“Si los criollos hubiesen sido consecuentes con echar a los españoles de América por conquistadores y por usurpadores de las tierras americanas… esa consecuencia habría sido echarse ellos mismos también”…
(Nota editorial: no necesariamente se comparte la totalidad de lo expresado en el video)
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Bolívar dixit
«Tres siglos gimió la América bajo esta tiranía, la más dura que ha afligido a la especie humana; tres siglos lloró las funestas riquezas que tanto atractivo tenían para sus opresores». -Simón Bolívar, 2 de octubre de 1813.
«Terribles días estamos atravesando: la sangre corre a torrentes: han desaparecido los tres siglos de cultura, de ilustración y de industria: por todas partes aparecen ruinas de la naturaleza o de la guerra». -Simón Bolívar, 6 de mayo de 1814.
«Nosotros por mucho tiempo no podemos ser otra cosa que un pueblo agricultor capaz de suministrar las materias más preciosas a los mercados de Europa, el más calculado para fomentar conexiones amigables con el negociante y manufacturero». –Simón Bolívar, junio de 1814.
«Yo deseo continuar sirviendo a mi patria, para el bien general de la humanidad y el aumento del comercio británico». – Simón Bolívar, 19 de junio de 1815.
“¿Quiénes son los autores de esta revolución? ¿No son los blancos, los ricos, los títulos de Castilla y aun los Jefes militares al servicio del Rey?”-Simón Bolívar, 1817.
«Yo he vendido aquí (Bolivia) las minas por dos millones y medio de pesos y aún creo sacar mucho más de otros arbitrios, y he indicado al gobierno del Perú que venda en la Inglaterra todas sus minas, todas sus tierras y propiedades y todos los demás arbitrios del gobierno, por su deuda nacional, que no baja de veinte millones… Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar…». Simón Bolívar, 21 de octubre de 1825.
“Contra la fuerza y la voluntad pública he dado la libertad a este país y como esta gloria es mi fortuna nadie me puede privar de ella”. – Simón Bolívar, 22 de abril de 1828.
»Hemos perdido todo nuestro tiempo y dañado nuestra obra; hemos acumulado desacierto sobre desacierto y hemos empeorado la condición del pueblo, que deplorará eternamente nuestra inexperiencia” -Simón Bolívar. 1828.
Al Congreso Constituyente: “¡Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de todo lo demás”. – Simón Bolívar, 30 de enero de 1830.
«Créame Ud., nunca he visto con buenos ojos las insurreciones; y últimamente he deplorado hasta la que hemos hecho contra los españoles». -Simón Bolívar, 25 de septiembre de 1830.
“V. sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores y razas. 5°. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6°. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, este sería el último período de la América.” -Simón Bolívar a Juan José Flores, 9 de noviembre de 1830.
Así opinaba el “Libertador” sobre Quito: “… hombres tan malvados e ingratos. Yo creo que le he dicho a Vd., antes de ahora, que los quiteños son los peores colombianos. El hecho es que siempre lo he pensado, y que se necesita un rigor triple que el que se emplearía en otra parte. Los venezolanos son unos santos en comparación de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe.” Bolívar a Santander, Pativilca, 7 de enero de 1824, en Vicente Lecuna, Cartas del Libertador, Tomo IV, págs. 12-14.
Y sobre Guayaquil: “Renunciar a Guayaquil es imposible, porque será más útil renunciar al Departamento de Quito… El país de las fronteras con el Perú, es afeminado y nada militar…». En carta a Francisco de Paula Santander, 21 de junio de 1822.
¡Dixit!
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El capitán D. Francisco Proaño de los Ríos
“…pecan de olvido las naciones al no tener siempre presentes los nombres y las hazañas de sus mejores hijos, con lo que el alma de los pueblos queda empobrecida”
Remigio Crespo Toral
La historiografía chauvinista ecuatoriana considera a la llamada “revolución de las Alcabalas” de 1592, como un lejano antecedente de la separación política de España (Independencia) – ! – siendo “una de las primeras manifestaciones políticas del pueblo quiteño en contra de las autoridades españolas”.
El cronista imperial Pedro Ordóñez de Ceballos (o Cevallos o Zevallos) señala en su “Historia y Viaje del Mundo del Clérigo Agradecido don Pedro Ordóñez de Cevallos. Natural de la insigne ciudad de Jaén a las cinco partes de la Europa África América y Magalanica con el itinerario de todo él. Contiene tres libros. Con licencia. En Madrid: por Juan García Infanzón, año de 1691,[1] lo siguiente sobre este levantamiento: “Juntáronse quince hombres principales en un convite, y allí cada uno prometió su día. Acabada la huelga de la espléndida comida, ordenaron un juego, y para que uno mandase y los demás obedeciesen, salió por rey el depositario (Moreno) Bellido, que según su nombre, le debió de parecer que era verdad; nombrolos en cargos: al uno, príncipe de la libertad, al otro duque de Popayán, a otro de las Charcas, y de esta manera a todos los demás; el secretario de su real persona era un guerrero Sayago, hombre muy valiente y que había sido muy rico, y con sus inquietudes estaba pobre; como no le dieron título de grande, como a los demás, juntó a los otros convites, que llamaban cortés; a la cuarta vez, a alguno de ellos les pareció mal, o por ganar gracias fueron y declararon en la Real Audiencia lo que pasaba. El Presidente de ella envió a pedir al Virrey gente y mosquetes y arcabuces, por lo que podía suceder. Envió por general al que lo era del Callao, que era un astuto varón, que su nombre era Pedro de Arana, y por capitán y sargento mayor al valiente y gran soldado Francisco Zapata Vicente; y por capitán de a caballo a Don Francisco Proaño.”
Alfredo Costales dice por su parte sobre la insurrección y la llegada de Proaño de los Ríos: “Con la hueste de los pardos de Lima, formando parte de la plana mayor de jefes y oficiales de Arana llegó a Quito el Capitán Francisco Proaño de los Ríos para constituirse luego, en el tronco y origen de los Proaño, en el Ecuador.”[2]
Así consta que el español D.[3] Francisco Proaño de los Ríos, nacido en Málaga (Andalucía) en 1540, llegó a Quito como parte de la comitiva realista dirigida por el general Pedro de Arana, que impuso el orden en la joven San Francisco del Quito a sangre y fuego. Los documentos oficiales corroboran su llegada y en el Libro de Cabildos de Quito se registra su nombramiento como Regidor el 27 de septiembre de 1593[4].
Su título de Regidor dice:
“Don García Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, señor de las villas de Argete y su Partido, Visorrey, Gobernador, Capitán General de estos reinos e provincias del Pirú, Tierra firme y Chile, por Su Majestad, etc. Por cuanto por una mi provisión ordené y mandé a Pedro de Arana mi Lugarteniente de Capitán General que en la ciudad de Quito proveyese el número de Regidores de la dicha ciudad, que pareció convenía nombrar, y Alguacil Mayor y Depositario General que en la dicha ciudad de Quito con voz y voto en el Cabildo demás de los Regidores que había perpetuos; y porque agora el Capitán Don Francisco Proaño de los Ríos me ha pedido y suplicado que, atento que él ha servido a Su Majestad, como es notorio, en la pacificación de la dicha ciudad de Quito y a que se había casado en ella, le hiciese la merced en remuneración de los dichos servicios, y por mí visto y teniendo consideración a lo que dicho es y a que en vos el dicho Capitán don Francisco Proaño de los Ríos concurren las partes y calidades que para usar un oficio de Regidor de la dicha ciudad se requieren, acordé de dar y dí la presente, por la cual en nombre de Su Majestad y en virtud de los poderes y comisiones que de su persona Real tengo, hago merced a vos el dicho don Francisco Proaño de los Ríos, de os nombrar y proveer, como os nombro y proveo por uno de los Regidores de la dicha ciudad, demás que por la Provisión y orden que dí al dicho mi Lugarteniente de Capitán General ha podido y puede nombrar en ella, para que como tal podáis usar y uséis el dicho oficio de Regidor, en el entre tanto que por Su Majestad o por mí en su Real nombre otra cosa que se provee y manda, en todas las cosas y casos a él anexas y concernientes, según y de la manera que lo han usado y usan, y puede y debe usar los demás regidores que han sido y son de la dicha ciudad; y mando al Cabildo, Justicia e Regimiento de ella, que luego que os presentáredes con esta mi Provisión en el dicho Cabildo, habiendo tomado y recibido de vos el juramento y solenidad que en tal caso se acostumbra, os hayan, reciban y tengan por tal Regidor de la dicha ciudad y usen con vos el dicho oficio, según y de la manera que se usa con los demás regidores de la dicha ciudad, y os guarden y hagan guardar todas las honras, gracias, mercedes, franquezas y libertades, preeminencias, prerrogativas e inmunidades que con él habéis (de) haber y gozar, y os deben ser guardadas, sin que en ello os falte cosa alguna; que por la presente, en nombre de Su Majestad os recibo y he por recibido al uso y exercicio del dicho oficio, y os doy poder y facultad para usar y exercer dicho oficio, caso que por ellos o alguno dellos a él no seáis recebido, y los unos ni los otros no dejéis ni dejen de lo así hacer y cumplir por alguna (manera), so pena de cada mil pesos de oro para la Cámara de Su Majestad. Fecho en los Reyes, a dos días del mes de setiembre de mil y quinientos e noventa y tres años. El Marqués.- Por mandado del Virrey, Alvaro Ruiz de Navamuel.”
El historiador y cronista vitalicio de la ciudad de Quito, J. Roberto Páez nos aclara que “el 16 de agosto de 1593 el Marqués de Cañete (Virrey del Perú) dispone que Arana nombre ocho Regidores, Alguacil Mayor, Alférez Mayor y Depositario General, ‘por cuanto, dice, ha constatado que la culpa grande que los Alcaldes y Regidores de la ciudad tuvieron en la rebelión y alteración pasada’. El Cabildo se integra así con los siguientes Regidores: El 18 de setiembre de 1593 se nombra a Juan de Londoño y a Fernando de Ortega Ugarte; el 24 del mismo mes a Rodrigo de Ribadeneira y Diego López de Zúñiga; el 27 del mismo mes de setiembre, a don Francisco Proaño de los Ríos; el 22 de octubre de 1593 a Diego Porcel; el 10 de diciembre, a Pedro Ponce Castillejo; el 4 de febrero de 1594, a don Pedro de Guzmán Ponce de León.”[5]
Cuando el Cabildo de San Francisco del Quito tomó medidas para la conservación del camino de Panzaleo, “proveyeron que el Capitán Don Francisco Proaño” se encargará de aquello[6]. Siendo Regidor, el 5 de Marzo de 1594[7] firmó junto al resto de cabildantes quiteños un “Testimonio de sumisión del Cabildo de Quito a la Corona de Castilla” para reafirmar su fidelidad tras los movimientos subversivos de Quito, llamados “la revolución de las Alcabalas”. El 29 de abril de 1594 fue elegido “Fiel Executor”[8]. El 10 de junio de ese mismo año se reafirmó[9] con nombramiento oficial como Alcalde de la Santa Hermandad[10].
Ricardo Descalzi del Castillo[11] así como José María Vargas[12] anotan que el 6 de junio de ese mismo año de 1594, el Cabildo delegó al Teniente General Mendoza Manrique, al capitán Regidor Francisco Proaño de los Ríos y a Luis Cabrera, para que salieran a recibir a tres o cuatro leguas de la ciudad al nuevo obispo (IV de Quito) Ilmo. Señor Fray Luis López de Solís; en el acta de esa sesión del Cabildo se dejó constancia de que “por la larga sede vacante es tan deseada su venida” (tras ocho años sin obispo), resolvió por lo mismo que “el día que en ella entrase le den de comer en el nombre del dicho Cabildo una comida, para lo cual se les manda dar ayuda de costa, de los propios de esta ciudad sesenta pesos de plata corriente marcada”. También fungió como Guarda Mayor de los ejidos de la Ciudad desde el 11 de agosto de 1595[13], cargo en el que, sin embargo, no prosperó quizá como señala Luciano Andrade Marín en sus “Historietas de Quito” debido a que “no tenía bríos necesarios para desempeñar su encargo”[14] (¿Tal vez por contrariar a sus propios intereses?), diremos que para ese cargo específicamente, dado que como militar su bríos quedaron más que demostrados.
Finalmente se destaca en su deber y oficio de Regidor, como uno de los miembros apoderados de la delegación del Cabildo de Quito ante el nuevo Virrey del Perú junto a Diego de Valencia León “para que hagan dicha embaxada” en 1596, con el objetivo de celebrar su llegada y “para que en nombre de ella fuesen a la ciudad de los Reyes y besasen las manos al Señor Don Luis de Velasco Virrey destos reinos y le diesen el bienvenido y le pidiesen en nombre desta ciudad algunas cosas tocantes al bien común della.”[15]
Entre 1597 y 1598 fue Corregidor de Otavalo[16], provincia (o partido) que por entonces abarcaba el actual territorio de las provincias del Carchi (incluyendo territorio del sur de la actual Colombia), Imbabura y parte del norte de Pichincha, hasta Guayllabamba inclusive. Como Corregidor participó en las expediciones que por mandato real y debido a las “peticiones presentadas en la mi audiencia y chancillería que reside en la ciudad del San Francisco del Quito” se habían organizado para encontrar un nuevo camino al mar por el norte de la Audiencia, “el 16 de junio de 1597, el doctor Juan del Barrio de Sepúlveda dispuso desde la Audiencia de Quito a don Francisco Proaño de los Ríos, corregidor de Otavalo, que preste todo el apoyo necesario para que el padre Gaspar de Torres pueda iniciar nuevas expediciones hacia la región de Lita. Una de las primeras acciones fue la de nombrar al cacique Alonso Gualapiango como gobernador de la región y con su autoridad disponga que todos los pueblos de la ribera del río Mira presten auxilios a los viajeros.”[17] La carta que pide “Al corregidor de Otabalo que ayude a Fray Gaspar de Torres y Don Alonso Gualapianguao para que vayan a los indios que están delante de Lita (hacia la San Lorenzo actual), a los que les a hordenado, y no consientre que vayan españoles a ello ni otras personas, socolor de descubrir minas ni camino”, comienza así: “Don Phelipe por la gracias de Dios, Rey de Castilla, de Leon, de Aragon, etc.; a Vos, el capitán don Francisco Proaño de los Ríos, corregidor del partido de Otabalo , salud y gracia.”[18]
El Marqués de Cañete, tenía en alta consideración al capitán D. Francisco Proaño de los Ríos, prueba de ello es la confianza depositada en él para realizar tareas consideradas de especial cuidado y diligencia. Lo demostró primero cuando lo envió desde Lima a “pacificar” Quito y después con el nombramiento de este como Regidor, posteriormente reiterando su confianza en él cuando a fin “de honrar y favorecer en todo al Cabildo, tan honrado y aficionado al servicio de Su Majestad” nombró a Proaño de los Ríos como Alcalde de la Santa Hermandad[19]. Igualmente agradece en carta enviada al Cabildo el 23 de Noviembre de 1594 y firmada en Los Reyes, “la visita y el ofrecimiento que le enviasteis a hacer con el capitán don Francisco Proaño” a su cuñado, don Beltrán, quien venció a los piratas ingleses en costas del actual Ecuador y quien “habrá estimado en lo que yo lo hago” la ayuda de Francisco Proaño de los Ríos. Señalando en esa misma carta que “daré continuamente gracias a Nuestro Señor, y es muy justo que hagan lo mismo estos reinos, por lo que les importaba que estos corsarios se castigasen y escarmentasen”.[20]
Como anotó Alfredo Costales basado en documentos históricos que reposan en el Archivo Nacional de Historia de Quito, Francisco Proaño de los Ríos antes de venir a América y tomar vecindad en Quito prestó sus servicios en la Península por el espacio de treinta años consecutivos como soldado, alférez y capitán. Lo que quiere decir que se encontraba en su plena madurez cuando vino a Quito. En Portugal, ha tomado la isla tercera; pasando luego a los Reinos de Sicilia con el Tercio de Diego Pimentel y junto al Marqués de Santa Cruz defendería el Real Tesoro que llevaba Álvaro Flores. Fue también a las jornadas de Inglaterra y permanecía en Lisboa cuando se desató iracunda sobre ella, la armada inglesa[21]. “Pasó a las Indias y establecido en Lima en la época del Virrey Cañete, le transfirieron a Quito, ‘por capitán de una compañía de mosqueteros a la pacificación de aquella provincia’[22]. Cuando tuvo aviso del Virrey don Luis de Velasco que los ingleses habían tomado la ciudad de Portovelo, fue a Panamá para llevar el estandarte Real y posteriormente reunió gente en Quito, para acudir al Reino de Chile, amenazado por los piratas”[23]. Contribuyendo estos hechos al caudal de sus méritos y de su obra patriótica y anti-pirática una vez más.
En Quito se casó por entonces, en medio de esos tiempos de beligerancia, “con la nieta legítima y mas del factor Pedro Martin Montanero uno de los primeros descubridores y conquistadores de este reino”[24]. Javier Ortiz de la Tabla Ducasse nos indica que “la hija mayor de Pedro Martín Montanero, Isabel Jaramillo (o Isabel Montanero, como aparece en otros documentos) casó con el sargento mayor Francisco Suárez de Figueroa (cuyo hermano Gaspar casó con una hija de Francisco Ruiz). Hija de ambos fue doña Agustina de Figueroa (o Suárez de Figueroa), casada con el capitán Francisco Proaño de los Ríos, corregidor de Otavalo. Tanto los Suárez de Figueroa, como los Proaño y los Jaramillo tendrán nutrida descendencia hasta el siglo XVIII, destacando en la sociedad quiteña como hacendados y cabildantes.”[25]
Gracias a sus servicios, el Virrey le distinguió con “una plaza de lanza” para que lo goce en Quito, con una renta de 8600 pesos, el 11 de enero de 1611. Se le dio además, el destino de gentilhombre con otros notables capitanes, por haber formador parte de la compañía de lanzas y arcabuces que vinieron a pacificar Quito, con el Gral. Pedro de Arana[26]. Proaño de los Ríos, como indica Costales, pedía que “la cobranza de la renta y situaciones de la dicha compañía (se lo haga), en algunos repartimientos de Quito y su distrito”[27]. La renta se hace efectiva según lo dicen en 1613 don Diego de Salvatierra. Teniente de Corregidor de Ambato, de los indios tributarios de Ambato de don Cristóbal Toyapanta, en Patate, de don Juan de Ati, Gobernador de Píllaro y de don Diego de Almagro, Gobernador de Pelileo.
“El gentilhombre de lanza que tan distinguidos servicios ha prestado al Rey recibe, ya queda dicho, renta y situaciones de los indios tributarios de la Real Corona del Corregimiento de Ambato debido a ello y al matrimonio con la nieta de Martín Montanero”[28] se avecinda definitivamente en Quito.
Cabe citar la apreciación que tiene Alfredo Costales sobre los sucesos de la “revolución de las Alcabalas” y la participación del Cap. D. Francisco Proaño de los Ríos en ella, o mejor dicho, en su supresión: “Durante la célebre campaña contra los insurrectos quiteños, en 1593, se distingue por su tenacidad y valor pues, cuantas veces fue necesario recorrió los corregimientos de Latacunga, Riobamba, Chimbo, Cuenca y Loja ‘con mucho trabajo y gasto de su hacienda’, permitió que el carnicero Arana, reuniera un efectivo de mil hombres para entrar en Quito. Proaño, en ningún caso se exime de las crueldades imputadas a Arana contra la población que tan bravamente le ha disputado la victoria…” (El resaltado es mío).
Todos los gentileshombres, entre ellos Proaño de los Ríos, poco tiempo después figuraban en los cargos más representativos de la Real Audiencia. El gentilhombre de lanza, Cap. D. Francisco Proaño de los Ríos, vecino de la ciudad de Quito, como no tuviera sucesión en su legítima mujer, deja descendencia en Isabel (doña Isabel Atagualpa Inga[29]) y María, entre 1598 y 1614, dos indias solteras de los llactayos que vivían en la ciudad[30]. Totaliza el número de sus hijos naturales conocidos, siete: Ursula (1598), Juan de la Cruz (1613), Francisco 1° (1615), Francisco 2° (1621), Alonso (1620), Lorenzo (1613) y Beatriz[31]. Fernando Jurado Noboa en su obra “La Ronda: nido de cantores y poetas” señala que “hacia 1675 Isabel Proaño de los Ríos, nacida por 1625 e hija de del clérigo andaluz (?) Francisco Proaño de los Ríos, compró para su hija natural María de los Ríos Guevara y Paz, un solar en la Ronda…”[32]; dada la coincidencia en las fechas, los nombres y evidentemente en el apellido, creemos que esta también fue hija de nuestro Francisco Proaño de los Ríos quien en 1637 tomó el estado sacerdotal[33], seguramente después de la muerte de su mujer. Para esa misma fecha, el viejo y avezado capitán, se dedicaba al comercio de lanas y ovejas[34].
Destacada posición social y económica poseyó Francisco Proaño de los Ríos. El Cabildo fue el núcleo de la actividad política y social de la América virreinal hasta la misma separación de la Península, los grupos de poder se organizaban en torno a este con el fin de formar sus círculos de influencia y afirmar su condición de élite. El Cabildo quiteño desde su fundación tuvo un peso decisivo en la vida política y económica del distrito y de la Audiencia, manteniendo su fuerza a lo largo de los siglos bajo el firme gobierno de las autoridades imperiales. En el caso particular de Quito después de la revolución de las Alcabalas, los cargos, entre ellos el de Corregidor de Quito, como en el de otras villas, “sería dado por los virreyes limeños a caballeros de su séquito, deudos o paniaguados, beneméritos peruanos y chilenos (a esto últimos se les reservó el cargo de corregidor de Chimbo). Igual sucedió con los corregimientos de Latacunga, Riobamba, Chimbo, Otavalo, Ibarra, Cuenca, Loja-Zaruma y de Guayaquil.”[35] Variados fueron los cargos que desempeñó el capitán Proaño de los Ríos dentro del Cabildo quiteño, asimismo siendo nombrado corregidor de Otavalo, como ya hemos detallado supra. Indica Ortiz de la Tabla que “estas autoridades locales y regionales formarán un nuevo grupo de la sociedad quiteña, enlazando algunos de sus miembros con antiguas familias del distrito o formando tronco de linaje de ricos hacendados y obrajeros.” Respecto a ese enlazamiento señala Ortiz de la Tabla que “también a fines del XVI y primeras décadas del XVII encontramos estos lazos en varios corregidores de villas de segundo rango: … En Otavalo, Francisco Proaño, casado con una hija de Francisco Suárez de Figueroa, hermana de encomendero.”[36]
Francisco Proaño de los Ríos, además de su origen, probanzas y méritos propios, supo consolidar su posición social y económica en la Quito de finales del siglo XVI y principios del XVII con las medidas propias de todo peninsular que adquiría prestigio y procuraba introducirse en el estrato dirigente de la comunidad criolla, por tanto el más privilegiado, primero y sobre todo a través de los lazos por matrimonio con la élite que surgió a partir de los conquistadores, los encomenderos y sus descendientes. Su matrimonio con Agustina Suárez de Figueroa permitió que el patrimonio de Pedro Martín Montanero, de los primeros conquistadores y encomenderos de Quito, recayera en los Proaño del siglo XVII y XVIII[37].
El Cap. Don Francisco Proaño de los Ríos, fundador de la nacionalidad quiteña (uno de los muchos), tuvo una vida de servicio dedicada a su Dios, a la Corona Hispana y a su Rey, y a lo que consideró mejor para el bien de su patria chica y de su patria grande.
No sorprende entonces que sus descendientes introducidos al criollaje de la Real Audiencia se hayan integrado plenamente en la sociedad colonial y los descendientes de sus descendientes en la vida republicana.
En el año 2013, sus descendientes vivos podremos celebrar el 420° aniversario de la llegada de su tronco, genearca y fundador, origen de su ser, a la franciscana ciudad de Quito, capital del conocido reino del mismo nombre y de la actual república del Ecuador.
Por Francisco Núñez Proaño
[1] “Historia y Viaje del Mundo del Clérigo Agradecido don Pedro Ordóñez de Cevallos.
Natural de la insigne ciudad de Jaén a las cinco partes de la Europa África América y Magalanica con el itinerario de todo él. Contiene tres libros. Con licencia. En Madrid: por Juan García Infanzón, año de 1691.” Libro II, capítulo Capítulo XXXVI. En “Cronistas Coloniales”. Recopilación de José Roberto Páez. Biblioteca Ecuatoriana Mínima, Quito, 1960. También en “Autobiografías y memorias. Leccionadas e ilustradas por M. Serrano y Sanz”, Casa Editorial Bailly, Madrid, pp. 412 y 413
[2] Costales Samaniego, Alfredo y Piedad de, El General Víctor Proaño: el explorador del territorio shuar, Coedición Abya-Yala – SAG, Quito 1994, pág. 9
[3] Tratado como Don o don, con mayúsucula o minúscula indistitamente, en todos los documentos públicos, oficiales y privados consultados y que reposan en Quito, Lima, España y que incluye la crónica de Pedro Ordónez de Ceballos.
[4] Libro de Cabildos de la ciudad de Quito, 1593-1597, 27 de septiembre de 1593, estudio y transcripción de Jorge Garcés, Talleres Tipográficos Municipales, Quito 1941, pág. 61
[5] Ibídem, introducción.
[6] Ibídem, pág. 225 y sigs.
[7] Ibídem, págs. 157-158. Los firmantes de este documento constan así: Pedro de Arana; Don Francisco de Mendoza Manrique; Francisco de Cáceres; Pedro Fernández de Espinosa; Don Juan de Londoño; El Licenciado Arias Pacheco; Fernando de Ortega Ugarte; Rodrigo Díaz de Ribadeneira; Diego López de Zúñiga; Don Francisco Proaño de los Ríos; Pedro Ponce Castillejo; Luis de Cabrera; Pasó ante mí, Pedro de Espinosa.
[8] Ibídem, págs. 176-177
[9] Decimos que se reafirmó en esa fecha, debido a que anterior a este nombramiento y solemne juramento, consta en datas anteriores del Libro de Cabildos de Quito con el mismo oficio.
[10] Ibídem, pág. 201
[11] Descalzi del Castillo, La Real Audiencia de Quito – Claustro en los Andes, Ed. Seix y Barral, 1978, pág. 339
[12] Vargas, José María, Historia del Ecuador – siglo XVI, Centro de Publicaciones de la Pontifica Universidad Católica del Ecuador, Quito 1977, pág. 309
[13] Libro de Cabildos, agosto 11 – 1595, págs. 273-274
[14] Andrade Marín, Luciano, Historietas de Quito, Ed. Grupo Cinco Editores, Quito 2000, pág.173
[15] Libro de cabildos, mayo 17 -1596, págs. 366-367
[16] Zumárraga, Pedro Manuel, Monografía del Cantón Antonio Ante, La Prensa Católica,Quito 1949, pág. 78
[17] En busca del mar: http://www.lahora.com.ec/index.php/noticias/show/441836/-1/En_busca_del_mar.html#.UAiECbRfG4E
[18] En: Burgos Guevara, Hugo, Primeras doctrinas en la Real Audiencia de Quito, 1570-1640,Ed. Abya-Yala, Quito 1995, pág. 313 y también en: Monroy, Joel, El Convento de la Merced de Quito de 1534-1617,Ed. Labor, Quito 1938, pág. 317
[19] Libro de cartas escritas por los Reyes Nuestros Señores, Sumos Pontífices, Virreyes y otros ministros de esta Real Audiencia al Cabildo de Quito, 1589-1714, edición y compilación a cargo de Gustavo Chiriboga C., Talleres Tipográficos Municipales, Quito 1970, págs. 20-21
[20] Ibídem, págs. 23-24
[21] “Provisión de su Exma. para que sobre los tributos del capitán don Francisco Proaño de los Ríos de los tributos de Píllaro, de Patate y sus anexos de la Corona Real”. 1585 -1628. Archivo Nacional de Historia del Ecuador – Quito Sec. Trib. Caja N° 1: fol. 1. Citado en Costales Samaniego, Alfredo y Piedad de.
[22] Ibídem, fol. 1v
[23] Ibídem
[24] Ibídem, fol. 2
[25] Ortiz de la Tabla Ducasse, Javier, Los encomenderos de Quito: 1534-1660. Origen y evolución de de una élite colonial,Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Sevilla 1993, pág. 265
[26] Costales Samaniego, Alfredo y Piedad de, pág. 9
[27] Ibídem.
[28] Ibídem, pág. 10. Pilar Ponce Leiva en su libro “Certezas ante la inservidumbre: Élite y Cabildo de Quito en el siglo XVII” apunta en el Apéndice III “Esposas de Cabildante quiteños, 1593-1701” el matrimonio entre el español Francisco Proaño de los Ríos y la criolla Agustina Suárez Figueroa.
[29] Así la llama su sobrino Francisco Proaño de los Ríos en 1670, nieto del 1°. ANH/PQ. Sec. Prot. 1670 Tomo 144, Notaría I, fol. 1. Citado en Costales.
[30] Costales, pág. 10.
[31] Ibídem
[32] Jurado Noboa, Fernando, La Ronda: nido de cantores y poetas, Quito 1996, pág.49
[33] Costales, pág. 10
[34] Ibídem
[35] Ortiz de la Tabla, pág. 140
[36] Ibídem, pág. 141
[37] Ibídem, pág. 196
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Un heroico quiteño en los Tercios españoles
Patricio Muñoz Valdivieso, historiador y genealogista lojano, nos detalla en su interesante artículo «PARENTESCOS DE (DON) ALONSO PÉREZ DE LOS RÍOS, VIZCONDE CONSORTE DE SAN DONÁS”, la siguiente información sobre un destacado lojano quiteño audiencial que se desempeñó como militar en la Europa del siglo XVI, específicamente en las campañas de Flandes, llegando al grado de General y Maestre de Campo en las filas de los Tercios, además de haber logrado una distinguida posición social (Ver el artículo completo en este enlace: http://www.genealogia.or.cr/pdf/revistas/ACCG-revista019.pdf):
General y Maestre de Campo (D.) ALONSO DE LOS RÍOS (o PÉREZ DE LOS RÍOS o PÉREZ DE LOS RÍOS Y RIBERO o PÉREZ DE LOS RÍOS VIVERO o PÉREZ RÍOS CABALLERO o PÉREZ DE LOS RÍOS Y VIVERO o PÉREZ DE LOS RÍOS DE VIVERO Y RIBERA), Vizconde consorte de San Donás, el cual junto con su esposa son los primeros del título establecidos en el nuevo continente, n. por 1623 en la quiteña Loja. Según Mendiburu nació en Lima, sin embargo, en la capital virreinal solo se crió desde muy joven como él mismo declaró después. Conforme otro testimonio equivocado nació en la andaluza y granadina Lojac, ciudad que quizás, como buen lojano americano, visitó mientras duró su estadía en la península ibérica, y donde tal vez obtuvo una genealogía falsa por los apellidos Vivero, Rivera, Mercadillo y Mendoza, recuérdese que el fundador de la Loja americana el Cap. Alonso de Mercadillo era originario de la granadina Loja.
Fue un caso atípico en la obtención de títulos nobiliarios por parte de individuos nacidos en Indias y concretamente en la jurisdicción de la Audiencia de Quito el de (D.) Alonso Pérez de los Ríos. Marca generalizada, conforme se constata de una revisión somera de la obra de José Alejandro Guzmán Rodríguez, Títulos Nobiliarios en el Ecuador, publicada en Madrid en 1957, fue que quienes alcanzaron esos reconocimientos tenían como cuna a familias cuyos progenitores o parientes inmediatos o ellos mismos habían desempeñado elevados cargos burocráticos en el nuevo continente, tales fueron los primeros Marqueses de Cadreita -o Cadereita o Cadereyta- (1617) y Valdelirios (1703), cuyas familias temporalmente residieron en Quito; o bien provenían de familias criollas domiciliadas en la Audiencia que se habían encumbrado económicamente, como fueron los primeros Marqueses de Solanda (1700), Villa Rocha (1703), Miraflores (1744), Lises (1745), Villa Orellana (1748) y S. José (1815); y los primeros Condes de Selva Florida (fines del siglo XVII), Las Lagunas (1714), Real Agrado (1769) y Casa Jijón (1784). Recuérdese que en la Audiencia de Quito residieron por herencia el siciliano título de Marqués de Maenza y el castellano Marqués de Selva Alegre, que se vincularon familiarmente en esa jurisdicción.
El caso de (D.) Alonso es la excepción a la regla anterior, joven emprendió viaje al viejo continente en busca de fortuna pues el sueño americano no había funcionado tan exitosamente para su familia, la cual de la información que se desprende anteriormente, no alcanzó, sino muy relativamente en algunos de sus integrantes, el cenit económico y social tan deseado. Allá le fue bastante bien en la carrera de las armas y tuvo un excelente ojo para desposarse, consecuencia de ello fue que se le otorgó en Bruselas en 1654-03-14 el título de Flandes de Vizconde hereditario y Preboste de San Donás que era de propiedad de su primera esposa o de la familia de aquella. Este hecho, entonces, abrió nuevos y florecientes caminos para él y para sus hermanos enteros y del tercer desposorio materno, coincide que las ventajosas prebendas y casamientos o uniones de hecho de ellos se dan luego de la obtención del título; sus provincianos paisanos, miembros de importantes familias, y uno que otro de sus vecinos geográficos perdieron la cabeza por emparentar de cualquier manera con el novel Vizconde, probablemente emparentado además por su primera esposa con la alta nobleza europea, y cuyos hijos de segundo matrimonio muchos años más tarde adquirirán por herencia de su familia materna el peruano Marquesado de Villa Hermosa de San José.
Curiosamente, D. Alonso, único lojano, y segundo quiteño audiencial de nacimiento luego de Cadreita, en obtener una dignidad nobiliaria no responde a los dos presupuestos indicados, y el título que recibirá no será de Castilla como es el caso de todos los anteriormente señalados, sino el de uno de los tantos dominios personales del entonces monarca español reinante de la dinastía de los Austrias, aunque claro es necesario acotar que la concesión se la hizo por matrimonio con la beneficiaria del título y no por sí mismo; en todo caso, habría que revisar cuantos Vizcondes de esta denominación hubieron antes en Flandes, pues (D.) Alonso y su esposa son los primeros del título que vivieron en el Perú.
Llamado siempre erradamente Conde en el testamento de su madre (lojana) y por su cuñado Fco. de Ureña al testar. Acaso se lo llamaba Conde, lo que sucederá también con sus sucesores en el título, o bien por confusión, o bien por propia voluntad, o bien para evitar la notoriedad que podría haber significado en el ambiente de entonces de ser considerado menos que Marqués o Conde, títulos que se encontraban al mismo nivel según la legislación castellana conforme lo expresa Julio de Atienza en Títulos Nobiliarios Hispanoamericanos, 1947, p. 18.
En 1646 de unos 23 años ya D. Alonso se encuentra en Madrid, declara que se crió desde joven en Lima y figura como testigo de la inf. genealógica presentada por el limeño D. Fco. de Vargas y Carvajal, integrante de la familia de los futuros Duques de San Carlos, para ser investido caballero de Alcántara.
En 1662-01-25 en Madrid hace una Relación de méritos y servicios el Mte. de Campo D. Alonso, Vizconde de San Donás. En ella se incorpora el testimonio dado en Bruselas en junio de 1658 por García Osorio, Contador del Consejo de Flandes, el que dice que Ríos se estableció en Flandes como parte de una compañía de infantería española en 1648-04-06 y que le fijaron la renta de 8 escudos de ventaja particulares el día 21 como Alférez Reformado que fue de los reinos del Perú, sirviendo en esa calidad hasta 1650-01-28, fecha en que el Archiduque Leopoldo lo puso al frente de una compañía de infantería donde sirvió hasta 1655-05-01 en que se le concedió el mando de una compañía española hasta que en 1658-05-08 D. Juan (José) de Austria le nombró Mte. de Campo del Tercio de Caballería bajo órdenes del Mte. de Campo D. Pedro de Carvajal y Coria hasta que el día 13 se le concedió licencia.
También se encuentran las certificaciones dadas en 1655-04-23 y 1656-05-20 por D. Fernando de Solís, General de Artillería en Flandes, y los Sargentos Generales de Batalla el Marqués de Monroy, el Marqués de Yennes, el Mte. de Campo de Infantería D. Antonio de Bassacourt y el Cap. y Sgto. Mayor D. Jerónimo de Benavente, en las que declaran que lo han visto servir por 8 años, especialmente en 1648 en el asalto de la villa y ciudad de Cotray –llamada también en ese documento Cotras- en Francia con gran valor, habiéndolo visto el Archiduque Leopoldo en una salida que hicieron los enemigos peleando y rechazándolos hasta una entrada encubierta, acto en que se tomaron prisioneros. Luego luchó en la batalla de Lens librada en la provincia de Henao entonces y hoy en Artois donde fue apresado en 1649, después en la entrada que se hizo a Francia en el sitio y toma de la villa de San Venant o San Venante o Saint Venant en Artois, entrada encubierta que se ganó en la noche a órdenes de Solís como parte de su Tercio, habiendo sido Ríos el primero que cruzó el foso que lo pasó a nado tomando el reducto de los enemigos sobre la puerta de ella y bajando el puente para que pase su gente y ocupe la villa.
Que luego fue nombrado por entrar a la villa de Cambray –entonces española y actualmente francesa- en 1650 por el Archiduque como Maestre de una compañía de infantería con la que fue al socorro de la villa y puerto de Ostende en Flandes, distinguiéndose al año siguiente de 1651 en el sitio y toma de la villa de Fornay –llamado también Fornos- en Francia, así mismo ganó con su compañía la entrada encubierta en el sitio y toma de la villa de Berges San Vinoc -o Bergh Saint Vinox o Berghes Saint Vinox en Flandes entonces y hoy francesa-, ocasión en que muy probablemente conoció a su futura primera esposa. En 1652 se distinguió en el sitio y toma de la villa y puerto de Gravelingas o Gravelines en Flandes entonces y hoy francesa y dio buena cuenta del convoy que llevaba muchos pertrechos de guerra el mismo que dirigió desde la villa de Berges -o Bergh Saint Vinox- hasta la de Borburque o Bourbourg en Francia para el sitio de la última, donde escaramuzó con los enemigos que salieron para impedirle el paso. Se destacó también en el sitio y toma de la villa de Dunquerque en Flandes entonces y hoy francesa, en la entrada a Francia que se hizo en 1653 en que se sitió y desmanteló la villa de Bemont –que debe ser la actual Russy-Bémont- en Picardía, también en el sitio y toma de la villa y fortaleza de Rocroy. En 1654 en el sitio de Arras donde fue apresado, habiendo obrado bien en las salidas que hicieron los enemigos franceses desde esa plaza defendiendo con los soldados de su compañía el reducto y cabeza de sus trincheras.
Siendo Capitán de Caballos al mando de su compañía, según dijeron el Príncipe de Ligni –llamado en ese documento también Lignei o Lisni-, Gral. de Caballería de Flandes, el Conde de Marchin -o Marcin o Marsin-, Gral. de las tropas del Príncipe de Condé, y Fco. Sánchez Pardo, Sgto. Gral. de Batalla y Tte. Gral. de Caballería de Flandes, en certificaciones dadas el 16, 17 y 25 de mayo de 1658, se distinguió en 1655 y en 1657 en el convoy que metió en Gravelingas o Gravelines, pues habiéndole enviado el Conde de Marchin que vaya a la vanguardia a mandar un Teniente que estaba con 15 caballos y mantuviese los centinelas alanzados en orden de que si los enemigos franceses e ingleses que ocupaban el fuerte real de Mardique –o Mardick, actual Fort-Mardyck- en Flandes entonces y hoy francesa, intentasen algo o saliesen de allí los cargase hasta sus fortificaciones, lo que en efecto sucedió con apoyo solo de su compañía, puesto que el Teniente y los soldados mencionados lo desampararon, consiguiendo Ríos con su propio Teniente y dos soldados que se retiraran los contrarios, arriesgándose de tal manera que hubiera sido muy difícil ser socorrido por los demás, siendo esta la razón reconocida por Marchin por la que gracias al ingenio de Ríos se pudo introducir el convoy en esa población. Todo esto pesó para que sus servicios fueran aprobados en cartas dirigidas al Rey por el Archiduque Leopoldo, D. Juan (José) de Austria, el Conde de Fuen Saldaña, el Príncipe de Ligni y el Conde de Marchin el 12 de abril y 04 de octubre de 1656, el 04 de junio de 1658 y el 22 de noviembre de 1661, fecha esta última en que el Conde de Fuen Saldaña, Embajador Extraordinario en París, le envió a Madrid en cumplimiento de una misión real.
En 1663-04-10 en Madrid es nombrado Corregidor de Collaguas en Arequipa, Perú. En 1664-09-05 recibe licencia el Corregidor de la provincia de los Collaguas para pasar al Perú junto con su esposa, tres hijos y una criada negra. Previamente levantó una información genealógica, declaró que era hijo de Gabriel de los Ríos y Rivera y de Carolina –le cambió el nombre a la madre- Mercadillo y Mendoza, y nieto paterno de Fco. de los Ríos Vivero y Margarita de Rivera –como ya dijimos esa filiación se la pone en entredicho-. Viajaba con sus tres hijos que se llamaban Alonso, Fernando e Isabel.
También en el desempeño de ese cargo será conocido como Gobernador de la Provincia de Cailomas -o Cailloma-, rica zona minera peruana. En 1669 el Fiscal de la Audiencia de Lima acusa al Vizconde de haber “envenenado a su hija Isabel Pérez de los Ríos y a dos indios”. En 1674 el Vizconde se encuentra otra vez en Madrid, declara que había estado avecindado en Lima y figura como tgo. de la inf. genealógica presentada por el limeño D. Juan José de la Presa y de la Cueva para ser investido caballero de Calatrava.
En enero de 1680 en Loja su cuñado Ureña declara que D. Alonso donó a su hermana Da. Gabriela un pedazo de casa servida con un mitayo del p. de Colambo que había comprado a Juan Pizarro, marido de Marta de la Banda. Su casa o la de alguno de sus descendientes se encontraba en la calle de Gremios en Lima. Así mismo él o alguno o algunos de los sucesivos Vizcondes fue/fueron propietario/s de unas casas situadas en la esquina de Corcovado (cuadra cuarta del jirón Cuzco) y Negreyros (cuadra quinta del jirón Azángaro), casas que antes en 1620, según José Gálvez, fueron adquiridas por Da. Isabel Pérez Penacho, esposa primero de D. Antonio de Paz y luego del Gral. D. Antonio de Morga y Estrada, Alcalde Ord. de Lima. Esta residencia se habría convertido en varias generaciones de los San Donás en su casa solariega.
Ricardo Palma en una de sus Tradiciones Peruanas escritas en 1868 bajo la denominación de “Un litigio original”, producto de una enconada enemistad habida entre el segundo marqués de Santiago D. Dionisio Pérez Manrique y Villagrán y el primer conde de Sierrabella D. Cristóbal Mesía y Valenzuela en los tiempos del virrey Melchor Portocarrero Lazo de la Vega, conde de la Monclova, cuenta que D. Alonso Pérez de los Ríos y Rivero, vizconde de San Donás, fue uno de los testigos a la salida de una de las misas de la iglesia de S. Agustín de Lima del 08 de septiembre de 1698 de una interminable gresca entre los cocheros de ambos personajes, azuzados por sus amos, en la que se negaban a darse paso mutuamente para que sus carruajes pudieran seguir su camino, y el proponente de la idea de acudir ante el Virrey para arreglar el conflicto, pues “el vizcondesito de San Donás, que era mozo de salidas y expedientes oportunos” intervino expresando: “-Pero, señores, esto es una majadería, a la que conviene poner término. Quédense los coches como están, y vamos donde el virrey para que él decida el caso”.
Sin embargo, en este punto es necesario aclarar que para entonces el Vizconde D. Alonso ya había fallecido según el testamento de su hijo y homónimo el segundo D. Alonso otorgado en junio de 1694, del que también se presume debió morir poco tiempo después, así que Palma seguramente se refiere en lo concerniente a los hechos de este episodio a su nieto y homónimo el tercer D. Alonso pues habla de vizcondecito y mozo y para 1698 el tercer D. Alonso tendría unos 18 años. Así mismo, se conoce que D. Dionisio Pérez Manrique fue primer marqués de Santiago y que D. Cristóbal Mesía y Valenzuela fue segundo conde de Sierrabella, acaso es que Palma se intenta referir al segundo marqués de Santiago D. Carlos Pérez Manrique y Camberos, pues parece que ya para entonces habría muerto el primero, y acaso creyó que D. Cristóbal Mesía y Valenzuela era el primer conde de Sierrabella cuando era el segundo realmente (?).
Su nieta Da. María Pérez de los Ríos y Corral, Vizcondesa de San Donás, en 1758 declara que fue General, Mte. de Campo de la Caballería de Coraceros, “militar del Emperador Don Leopoldo Guillermo de Austria en Flandes” por su Alteza Real D. Juan (José) de Austria, Embajador Extraordinario del Rey D. Felipe IV de España ante el Rey Luis XIV de Francia, General de Mar y Tierra en el Virreinato del Perú, Conde consorte de San Donás”, aunque claro que Da. María confundió a dos Leopoldo de Austria, pues con el que combatió el Vizconde fue un homónimo del Sacro Emperador Romano Germánico Leopoldo I, personaje este último que apenas tenía entre 10 y 16 años aún no reinante en 1650 y 1656 cuando se desarrollaron las acciones de armas en que participó el Vizconde a órdenes del archiduque indicado; además exageró su nieta al decir que fue Embajador Extraordinario, estuvo si a órdenes de uno pero no más.
En este último error, considerarlo Embajador en Francia, caen también Mendiburu y Felipe A. Barreda, probablemente ellos se basaron en la detallada relación de servicios de Pérez de los Ríos hecha en “Lima Fundada” de D. Pedro Peralta y Barnuevo, obra escrita en 1732.
En la obra de Mendiburu consta también que fue Tte. Gral. de los Reales Ejércitos. En los papeles de nobleza de los Tamayo de Mendoza se dice que Pérez de los Ríos fue nombrado Corregidor de Huamanga y Collaguas en 1663, sin embargo, se equivocaron, pues lo fue de Collaguas y Cailloma como ya se ha señalado. En 1716 y en 1725 su hijo D. Bernardo Juan declara que D. Alonso fue General y que fue Conde de San Donás, lo que también afirma su hijo D. Fco.
En C1° en Flandes por 1654 c. Da. Isabel Cleis de Guistele y Aremberg –o Cleis de Hulle y Gistele o de Gistele o Cleis de Guisteli y Aremberg o Cleis Guistelli y Aremberg o Cleis y Guistelle-, n. del Condado de Flandes, Vizcondesa titular del estado de San Donás, llamada también Condesa de ese estado, Señora de Grusanave, de San Bino –o Verges de Sanbino en los Estados de Flandes entonces o Berghes Saint Vinos, hoy población francesa- y de Crepus de San Lorenzo, Baronesa de Durpión –o Urpin o Vupin- y de Alpines conforme su nieta Da. María Pérez de los Ríos y Corral y también debió ser Señora de San Donás –o San Donat- y de la Verdaya –o Berdaya- pues sus descendientes asoman con esos títulos también.
Es probable que Da. Isabel haya sido pariente del ya indicado Felipe Fco. de Ligne –o Ligni-, nacido en 1625, quien también fue último Conde, primer Duque, y Príncipe Soberano de Aremberg dentro del Sacro Imperio Romano Germánico, Duque de Aschot y de Croy, Grande de España de Primera Clase, Príncipe de Porceau, Marqués de Montcornet, Conde de Beaumont, de Seneghem y de Lalaing, Barón de Zewemberges, de Commera, de Rotzelaer, de Bierbecke y de Heverlé, etc., el cual luchó en Flandes, fue Gobernador de Valenciennes y Caballero del Toisón de Oro, fallecido en 1674 o 1675, esposo que fue de Da. Magdalena de Borja y Doria, descendiente del Papa Alejandro VI, de los italianos Doria y Colonna y pariente de San Carlos Borromeo, los que tuvieron sucesión que se extinguió, pasando entonces la titularidad de la Casa de Aremberg y sus dominios y títulos a su hermano Carlos Eugenio de quien provienen actualmente las ramas de Francia, Bélgica y Alemania. El título ducal de Aremberg fue poseído alguna vez por Da. Ma. del Rosario de Silva, que también fue Condesa de Fuenclara y Grande de España de Primera Clase, fue esposa del II Duque de San Carlos D. José Miguel de Carvajal y Vargas Manrique de Lara, n. en 1742 en Lima, que no tuvieron sucesión.
En el Nobiliario de los Países Bajos y Condado de Borgoña, cuyo título original es Nobiliaire des Pays-Bas et du Comté de Bourgogne, escrito por Monsieur de Vegiano, se toma en cuenta a las familias De Cleis, De Guistelle y Arenberg. Aunque Arenberg o Aremberg o Ahremberg se encuentra en Alemania en la región de Renania, sin embargo, la familia de los condes (1117-1645) y posteriores duques (1645-1810), que fueron príncipes soberanos en el Imperio entre 1576 y 1810, año en que fueron mediatizados, estuvo muy vinculada a los Países Bajos, concretamente a lo que actualmente es Bélgica, zona donde los Cleis y Guistelle gozaron de feudos.
Se conoce que los Pérez de los Ríos y Cleis de Guistelle por lo menos tuvieron tres hijos nacidos en Europa con los que pasaron al Perú, la posteridad de uno de ellos se verá en la Segunda Rama, en la que continuó la sucesión del título vizcondal de San Donás.
C2° en Lima en 1687-11-12 c. Da. Fca. de Tamayo Mendoza y Navarra –o Tamayo de Mendoza-, n. por 1660 en Cajamarquilla –en el corregimiento de indios de Cajamarquilla conocido también como Pataz el que a su vez estaba entonces dentro de la jurisdicción del corregimiento de Chachapoyas-, Perú, ocasión en que aparece exhibiéndose como Conde. Su segunda esposa al enviudar de D. Alonso contrajo segundas nupcias con D. Fco. de Araujo Pimentel. Ella otorgó ppt. en 1714-10-08 en Lima ante Uceda a su hijo D. Bernardo Juan de los Ríos y Tamayo, no declara ser Vizcondesa pues no le correspondía. Fue hija del Mte. de Campo D. Joseph Tamayo de Mendoza, autotitulado II Marqués de Villahermosa de San José y de Da. Sebastiana de Torres y Navarra. Con sucesión que se puede ver en la Tercera Rama, en la que se radicó por herencia de su familia materna la sucesión del título marquesal de Villahermosa de San José.
Al parecer la celebración de este segundo enlace matrimonial del Vizconde con la señora Tamayo se debería a la oferta realizada por la Corona a la familia Tamayo de conceder tres hábitos de caballero a los que casen con las hermanas del autotitulado I Marqués de Villahermosa de San José, proceso de obtención de tan codiciada investidura caballeresca que, al menos en el caso del Vizconde, probablemente no se llegó a feliz término acaso por la temprana muerte del pretendiente o porque se modificó finalmente la oferta, excluyéndose la concesión del ingreso a órdenes de caballería, como bien se deja entrever del artículo escrito por el genealogista Gustavo Baca Corzo. Esa dignidad caballeresca ninguno de sus descendientes pretendió alcanzar posteriormente.
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Lectores todos: a continuación comparto con ustedes el discurso que leí en la Academia Nacional de Historia del Ecuador a propósito del lanzamiento del libro «Montalvo, una pasión. Una aproximación psicológica al perfil del cosmopolita» de la Dra. Ruth Cobo Caicedo, en abril de este año.
Montalvo, ese desconocido.
Hoy la historia como disciplina científica estudia y da relevancia a los hechos humanos del pasado como procesos sociales y colectivos, las personalidades han sido puestas a un lado. En este sentido el libro que presentamos esta tarde: “Montalvo, una pasión. Una aproximación psicológica al perfil del cosmopolita” de la doctora Ruth Cobo, es una digresión. Gabriel Cevallos García pudo decir que “… a riesgo de causar escándalo, es preciso decir que una esplendorosa parte de la marcha histórica es obra de los hombres-fuerza.”
Si bien este libro como lo señala su título, es una aproximación psicológica, no por eso es menos historia, específicamente historia social, social porque a través de los hombres individuados, preferiría decir de las personas como tales en este caso, la marcha histórica en lo común va adquiriendo su sentido. Los detalles de la infancia de Montalvo que la autora pincela cautivantemente nos muestran un Ecuador de la primera mitad del siglo XIX desde su parte más profunda, desde el interior de una familia, y así vamos comprendiendo no solo los hechos rimbombantes de un pasado signado por las figuras que ostentaban el poder, sino un pasado común y extraño para muchos enmarcado en la vida diaria. Por lo mismo entusiasma el siguiente fragmento donde se cita al propio Montalvo:
“Cuando apuntaba el alba nos bebíamos sus blancos rayos con los ojos, cogiéndolos en las rendijas de las puertas, y mi madre volvía a decir hijos recemos: demos gracias a Dios. Nos inclinábamos por el suelo y saludando a la aurora, como los pueblos hiperbóreos saludan a la luz cuando vuelven después de una noche de seis meses, dábamos gracias a Dios por haber amanecido un día más.”
El llamado cosmopolita, nos manifiesta con esas sus palabras una forma de vivir en el Ambato del 1840 y pico que refleja una continuidad histórica con un pasado hispánico-católico-medieval que busca sus mismas raíces en los cultos paganos de la Roma clásica más que en el mismo cristianismo de los orígenes, intacto a pesar de la independencia política de España; y aún más me atrevo a decir que demuestra una forma de vivir, una cosmovisión de los paisanos que fueron dándole la vida a una naciente república.
Al repasar las líneas de esta novedosa y particular obra vamos conociendo a un Montalvo desconocido. Quienes hemos leído de y sobre Montalvo desde pequeños, nos hemos formado una idea determinada del cosmopolita, como un liberal a ultranza en el sentido ideológico de la palabra, es decir como un jacobino. De esta manera, hemos pasado por alto o ignorado por completo las facetas que contradicen este prejuicio.
Montalvo es un desconocido, a pesar de lo altisonante de su nombre en nuestros días y de su instrumentalización politiquera actual de bando y bando, Montalvo es ignorado por la gran masa, por el pueblo en general; un ejemplo de ello es en relación a su liberalismo. El jacobinismo, practicado en lo político por Alfaro y compañía en el Ecuador a partir de 1895, como matriz histórica y cultural se caracteriza en América por su fuerte rechazo al pasado hispano del continente debido a que ha considerado a este como una fuente de “oscurantismo y atraso”. Ramiro de Maeztu en su clásica obra “Defensa de la Hispanidad”, referente mundial de todos los hispanistas del orbe universo, cita a un solo ecuatoriano, claro que me refiero a Montalvo y a estas sus palabras: “¡España! ¡España! Lo que hay de puro en nuestra sangre, de noble en nuestro corazón, de claro en nuestro entendimiento, de ti lo tenemos, a ti lo debemos. El pensar a lo grande, el sentir a lo animoso, el obrar a lo justo, en nosotros, son de España; y si hay en la sangre de nuestras venas algunas gotas purpurinas, son de España. Yo que adoro a Jesucristo, yo que hablo la lengua de Castilla; yo que abrigo las afecciones de mis padres y sigo sus costumbres, ¿Cómo habría de aborrecerla?”. Juan Montalvo, el liberal radical y rebelde Juan Montalvo, expresó estas palabras, ese hombre que se inclinaba para saludar a la aurora y que como dice seguía las costumbres de sus padres, no pudo entonces y no puede ahora ser utilizado en función de los mezquinos intereses de grupos y de ideologías. Ruth Cobo nos da las pautas para entender al personaje más allá de las ideologías.
Tanto los historiadores conservadores como liberales, para citar ejemplos concretos: Wilfrido Loor en los primeros y Roberto Agramonte en los segundos; han mostrado a un Montalvo enemigo de las formas de vida y costumbres de un pasado innegablemente católico, por tanto hispánico y universal. Es pionera así la obra de la Dra. Cobo en torno a esto, debido a que con la documentación y las fuentes bibliográficas adecuadas y por sobre eso y gracias a su preciso análisis psicológico, va develando a un hombre verdaderamente universal. ¡Mi pluma lo mató! Sentenció soberbiamente Montalvo, refiriéndose a Gabriel García Moreno. Ambos, Montalvo y García Moreno practicaban lo que Richelieu llamó la vertu male, la virtud macha, y en esa vida de virtud cruzaron sus caminos. Se destaca en este libro los inesperados capítulos, al menos para algunos, dedicados a la memoria del Presidente Gabriel García Moreno. Aunque es conocida la relación entre el hombre católico y el hombre cosmopolita, una relación tormentosa por decir lo menos, la misma ha sido puesta en la escena histórica como la oposición de dos visiones y formas de ser. En realidad Montalvo y García Moreno se parecían más de lo que tal vez a ellos mismo les hubiera gustado, con una fortaleza y dominio de sí mismos admirable, cada cual por su vía, alcanzaron su plenitud, y en esos capítulos que Ruth escribe vamos conociendo como más que enemigos, ambos fueron antagonistas a lo griego. A los que repiten “mi pluma lo mató, habría que recordarles siempre que esa misma pluma escribió de García Moreno: “Nacido para grande. ¡Hombre!” –nombre de uno de los capítulos del libro sea dicho de paso-, Hombre con mayúscula y entre signos de admiración, lo que para quienes conocemos y hemos leído la pluma de Montalvo, sabemos que es un elogio extremo.
No podemos entender ni pensar el presente y planificar el futuro -en lo personal, politico y social- sin entender el pasado, hacerlo es un despropósito extremo. Por tanto, entendiendo quienes fuimos y como vivíamos, podremos saber hacia dónde vamos y cómo lo haremos. Ruth cita a Edmund Burke en los prolegómenos de su libro en este sentido: “La sociedad es una sociedad no solamente entre quienes están vivos, sino entre quienes ya murieron y aquellos que nacerán.” Montalvo una pasión, va más allá del mismo personaje estudiado y nos brinda la oportunidad de entender a la sociedad ecuatoriana en su parte del pasado más vivo. El célebre ambateño motivo del libro que hoy presentamos dijo que el vulgo se venga con su indiferencia. Esta obra no está dedicada al vulgo, a quien la lea entonces no podrá serle indiferente.
Francisco Núñez Proaño
Miércoles, 25 de abril de 2012.
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El mito de la cultura mestiza:
Cita: “Otro mito (de la época colonial) es el del triunfo de una cultura mestiza como cultura dominante después de la conquista. Según esta visión, inmediatamente después de la conquista surgió una síntesis equilibrada de la cultura nativa y la foránea, síntesis que se manifestó en el arte colonial, en la cocina, y en el idioma. Los criollos (en calidad de mestizos) habrían sido los portadores de las nueva cultura mestiza, que sería el fundamento de la identidad nacional. Este concepto es erróneo por varias razones. El estrato criollo se mezcló poco con los indígenas y se esforzó por preservar una cultura esencialmente europea a lo largo de la época colonial. Asimismo, el arte colonial oficial (la pintura, la escultura y arquitectura religiosa) estaba muy lejos de ser una síntesis mestiza y más bien se adhirió escrupulosamente a los cánones artísticos e ideológicos europeos. Entre los mestizos humildes de las ciudades, en cambio, sí se formó una cultura híbrida muy rica en manifestaciones cotidianas. Pero esta no influyó mayormente en el arte colonial o en la vida de los criollos, sino en la emergente cultura popular.” –Carlos Espinosa Fernández de Córdoba, historiador e internacionalista quiteño.
Po otro lado, Gonzalo Zaldumbide decía que «nosotros tenemos más de europeo que de otra cosa».
Y Manuel Gálvez (argentino) en su obra “Vida de don Gabriel García Moreno” afirmó que “los habitantes (del Ecuador), en su mayoría , son indios y mestizos. Pero existen en las ciudades pequeños núcleos de familias de pura raza blanca, descendientes de españoles, y en los que se conservan tradiciones de cultura y señorío.”
A todo esto remata Carlos Enrique Lasso Cueva con lo siguiente: «Hay concordancias entre lo que afirma Carlos Espinosa y lo planteado por Agustín Cueva en su libro «Entre la ira y la esperanza», publicado en 1967. Por eso transcribí un párrafo de ese libro arriba. Discrepo, Paco, en lo tocante a que hay «pequeños núcleos de familias de pura raza blanca». Según Pérez Pimentel, hasta Carlos Julio Arosemena Monroy era descendiente del cacique Tomalá, de la isla Puná. Que hay familias con un alto porcentaje de raza blanca es admisible. Pero el término pureza racial creo que, luego de las investigaciones de Jurado Noboa, está erradicado. Rodrigo Borja, perteneciente a una familia de increible linaje europeo («de rango inmediato al de las Casas reales»: García y Carrafa), por la rama de Villacís Carcelén tiene una línea indígena en sus ancestros…y asi sucesivamente. Acepto que hay familias que sufrieron un menor mestizaje -a veces, es verdad, muy leve- en el proceso colonial y republicano. Pero he visto a muchos aristócratas…con todo el señorío y elegancia que conservan, se les ve que hace tiempo que dejaron de ser caucásicos puros. El propio Camilo Ponce Gangotena, con su sereno y distinguido porte, tiene una pinta innegable de charro mexicano. Y no creo que nada de esto sea malo. Hay que recordar lo que el propio Manuel Rendón Seminario decía de sus parientes medio zambas y feas de la zona de Daule, y lo que comentaba de los mismos Seminario (libro de Jurado Noboa: «El conquistador Pérez de Guzmán»).
Como siempre, saque usted sus propias conclusiones.