coterraneus – el blog de Francisco Núñez del Arco Proaño


La Peregrina de Quito.

«…el Patronato Real de las Indias covertía al Emperador cristiano en patrón y reformador de la Iglesia universal. A los Reyes Católicos les fueron concedidas las bulas papales, pero fue en realidad Carlos V quien inauguró el nuevo orden político… El Patronato Real concedido a los Reyes Católicos por los Papas Alejandro VI y Julio II convertía al emperador hispano en la nueva cabeza de la Iglesia, corroborando así el sentido profético y mesiánico de la casa de Austria española.»

Ramón Mujica Pinilla

Uno de los descubrimientos más notables y más gratos -al menos para mí- de mi última gira sudamericana ha sido una popular advocación continental (presente en Argentina, Bolivia, Chile, Perú, Uruguay, etc.) de la Virgen María, extendida inclusive a España, particularmente en Cádiz donde poseía un Santuario: La Virgen de la Merced la Peregrina de Quito, que a pesar de su nombre es prácticamente desconocida en Quito… La descubrí o ella me descubrió en el Altó Perú (la actual triste, traicionado y olvidada Bolivia, corazón de la América del Sur y bastión artístico de la iconografía imperial gibelina sudamericana) mientras recorría un antiguo palacete imperial paceño, que tanto contrasta con el degenerado exterior de esta llamada ciudad de La Paz, aunque más parece de La Guerra.

La Paz es uno de los lugares donde uno más puede caer en cuenta de lo espantoso de la llamada «independencia» y de todas su atroces consecuencias. Sí… son los contrastes entre las maravillas de su pasado hispánico… con el ahora convertido en un infierno indigenista. Basta comparar la arquitectura de esos edificios fabulosos de otros tiempos con la arquitectura de nuestros días para ver la decadencia en la que nos encontramos… por dentro es hermoso, por fuera todo horrendo… y La Paz era así en su conjunto: ¡Bella! La mayoría de edificios de esa época los demolieron ¡Lugares sacros echados al piso! Y ni siquiera es como en Buenos Aires que los reemplazaron con algo medio interesante sino con mero desorden y caos estético y espiritual por tanto. Sobre esto bien dijo mi hermano y fiel compañero de viaje Santiago: «La decadencia espiritual del hombre se demuestra de manera física tanto como en la arquitectura como en la apariencia física de uno y hasta en el sentido estético, todo eso se perdió, ahora nadie entiende el sentido de alma, cuerpo y espíritu. Ahora todos son diferentes matices del gris vacío y frívolo.»

Desde el establecimiento de los mercedarios en Quito, el Emperador Carlos V en acto de devoción obsequió al pueblo quiteño una escultura en madera de la Virgen de la Merced, depositada en la Capilla de San Juan de Letrán, hasta que fuera enviada en peregrinación por América -a inicios del siglo XVIII –para las búsquedas de limosnas destinadas para su templo (La Peregrina había viajado incansablemente por el continente y España, recaudando donaciones para levantar el convento de El Tejar de acuerdo a otra fuente). El último viaje recorrido fue a España entre los años 1733 a 1736. La Virgen de la Merced la Peregrina de Quito, una imagen imperial y regia, curiosamente fue adoptada ya sin el mote de La Peregrina de Quito y en tiempos turbulentos y subversivos como los fueron los de la «independencia», por Antonio José de Sucre como Patrona de su ejército; posteriormente por este medio y debido al triunfo de Gabriel García Moreno sobre los traidores aliados al Perú de Ramón Castilla en la Batalla de Guayaquil el 24 de septiembre de 1860 -fiesta de la Merced ¿Coincidentemente?-,  se convirtió en Patrona de las Fuerzas Armadas del Ecuador, además de ser Patrona  de la ciudad de Quito.

Exhibo a continuación una imagen pictórica de la escuela alto-peruana, de las varias representaciones basadas en la escultura original. Al día de hoy lamentablemente no se tiene registro de donde pueda reposar la imagen original sí es que aún existe:

Nuestra Señora De La Merced La Peregrina De Quito

Por Francisco Núñez Proaño



Imperatrix America et Mater Dei

Imperatrix America et Mater Dei

Imperatrix America et Mater Dei. Virgen de Guadalupe con águila bicéfala y escudo Vaticano. Publicada por Miguel Sánchez en 1648.

Dice la epístola de la misa de la Inmaculada Concepción de la Virgen:

“El Señor me tuvo consigo al principio de sus obras, desde el comienzo, antes que criase cosa alguna (por tanto increada). Desde la eternidad fue predestinada, y antes que fuese hecha la tierra. Aun no existían los abismos, y yo ya había sido concebida. Aun no habían brotado las fuentes de las aguas; aun no estaba asentada la pesada mole de los montes; antes de que hubiese collados yo había ya nacido. Aun no había hecho la tierra. Cuando Él extendía los cielos, estaba yo con Él; cuando con ley fija y valla encerraba los abismos; cuando arriba consolidaba el firmamento, y ponía en equilibrio los manantiales de agua; cuando circunscribía al mar en sus términos, y  ponía ley a sus olas para que no traspasasen sus linderos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, con Él estaba yo concertándolo todo”.

Se trata aquí, evidentemente, de la esencia de las cosas, y de los seres en parte materiales como tú o yo. Y en efecto nos enseña la Letanía que la Virgen  es el Vaso que contiene el espíritu de las cosas: Vas spirituale. También es la Sede Sapientiae, Sede de la Sabiduría. Es la Luna que recibe generosamente los rayos del Sol y los conserva en su seno. Es la dispensadora de la sustancia pasiva que anima el espíritu solar. María es pues la forma, el Sol, Dios Padre, es el espíritu vital; de la unión de estos dos principios resulta la materia viva (Nos)… sometida a las vicisitudes de las leyes de mutación y continuidad. Y surge entonces Jesús, el espíritu encarnado, el fuego que toma cuerpo en las cosas, tal como las conocemos aquí abajo:

Y EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS.

De aquí, la necesidad de estudiar la semántica de lo anterior. La Biblia nos dice que María, madre de Jesús, era de la rama de Jese. Ahora, la palabra hebrea Jes significa el fuego, el Sol, la divinidad. Ser de la rama de Jese equivale a ser de la raza del Sol, del fuego. Como la materia tiene su origen en el fuego solar, el mismo nombre de Jesús se nos presenta en su esplendor original y divino: fuego, Sol, Dios. Por tanto, ser de la raza de la virgen, es ser de cimiente y ascendencia divina directa.

Y existen solo dos razas enfrentadas por siempre: La Raza de la Víbora y la Raza de Imperatrix America et Mater Dei, es decir, la raza de los hombres aves.

¿A cuál perteneces tú?

Por Francisco Núñez Proaño